Capítulo 48

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Nueva Granada, hacienda Montrose.

La sangre me hervía tanto, quería arrastrar a esa mujer. Pero respiré, ella tampoco tiene la culpa que mi esposo olvidara su existencia para haber enviado una carta solicitando sea retirada de esta casa.

La mujer se levantó, era más alta que yo. En ese instante recordé todas las enseñanzas de la señorita Bird; nunca disputes lo que eres, no tienes que decirle a la gente que eres una dama, porque de hacerlo, da a entender que no lo eres. Y tiene razón, yo soy la duquesa, así grite, se desordene el cabello yo soy la esposa.

—¿Quién eres y quién te crees? —alcé mi ceja, mi mirada gélida fue suficiente para hacer que la trepadora, casquivana y pierna suelta la desviara. A simple vista se nota lo rastrera. Las cortesanas de Madame tienen más clase que ella. Seguí en silencio evaluándola, Iain estaba nervioso, puedo asegurar que teme más a mi impredecible reacción—. ¡No has respondido!, esta es mi casa.

—Vaya insolencia la que da la ignorancia —dije, Olivia, Gilmer y Agustín estaban al igual que mi esposo; nervioso. Al encuentro llegó un joven, por su actitud temerosa puedo asumir que su estado es igual a los otros.

—Rosario, ya hemos hablado de esto —intervino el joven.

—¡Soy la mujer de Iain!

—Lord Grant —no puedo quedarme callada.

—Soy su mujer.

—Solo fuiste su amante —miré al joven—. Tú debes de ser Elton.

—Si milady.

—Me complace conocerte —Iain estaba callado al igual que sus dos ayudantes de cámara. Miré al interior de la hacienda y en la parte superior había un señor con la misma condición de mi esposo. Veo que mi marido no me contó todo, lo cierto es que, si está Gilmer y ese familiar de mi marido, me da tranquilidad, es la garantía que no venía a revolcarse con la fulana que sigue en el mismo lugar. Volví a mirarla—. Mi esposo tiene algo que hablar contigo —la mujer se puso pálida, Elton se inclinó ante mí y le sonreí. "Gracias señorita Bird".

—Su excelencia, que alegría tenerla de visita.

—Gracias, traje muchas cosas, ¿podrías ayudarme a bajarlas y llevarlas a la casa? Debo redecorar las instalaciones y sacar lo que me estorbé —dije mirando a la mujer que tenía el rostro rojo, tomé la mano de Iain. Al retirarnos un poco me habló en inglés.

—¿Eres tú?

—Mientras no te toque, ni te dejes besar, donde lo permitas, no solo perderás a tu amante, perderás también a tu duquesa —nos miramos.

—Ya decía yo que estabas muy tranquila —dijo con picardía.

—Sácala, indemnízala, pero no la quiero tener bajo el mismo techo —lo vi sonreír.

—Me ha celado duquesa.

—¿Qué parte de eres mío no has comprendido?

—¿Y acaso el adorarla no te tiene tranquila?

—¿Puedo besarlo milord?

—Usted no tiene que pedir permiso para solicitarlo, milady —esto era desgreñar a la fulana, porque no me cohibí al besar a mi marido en frente de los lacayos, ayudantes y el señor que nos esperaba al finalizar las escaleras de la hacienda.

—Sácala de aquí.

—Te amo —dijo, escucharle decir eso se siente tan bonito.

—Lo sé —soltó una carcajada.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora