Parte 12: Miradas

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---¡No sea tonta! ---me anima Hernan--- ¡Vamos, baje! ¡Yo la acompaño!

---¿Qué? ¡no, no, no! se lo agradezco pero no... aquí estoy bien

---Si no baja usted la llevo yo, elija ---me advierte Hernan, hago caso omiso a lo que me dice y miro para el escenario ignorándolo, antes de darme cuenta estoy siendo sostenida en sus brazos y bajando las escaleras de acceso al palco ---Debería hacer caso cuando se le dice algo

---¡Señor Hernan! ¡bájeme por favor! ¡no me haga esto! ¡me muero de vergüenza! ¡bájeme!

Llegamos hasta donde esta Miguel y me baja pero sin soltarme le susurra en el oído algo a su hermano y este sonríe complacido y sorprendido a partes iguales, luego de eso Hernan me suelta deseándome buena suerte y me deja en manos del pelirrojo que habla con la banda de algo que no logro escuchar, tengo el corazón en la garganta y me pitan los oídos, no me puedo creer que me hayan hecho esta encerrona ¡no quiero cantar! bueno si, ¡pero no delante de toda esta gente!, solo he cantado para mis padrinos, para mi o para alguna ocasión especial y siempre bajo coacción, me muero de vergüenza.

Miguel me sonríe haciendo gala de todo su encanto y tira de mi hacia el escenario, casi tropiezo al subir los tres escalones que hay como acceso, sostiene firme pero sin hacerme daño la muñeca e insiste en que mire hacia delante pero yo no consigo mirar mas allá del borde donde termina el escenario, lo escucho hablar y al publico ovacionando pero no distingo lo que dicen, cuando lo dejo de escuchar lo miro con pánico me sostiene un micrófono para que lo coja. "No se asuste, estaré aquí en todo momento", me dice con una brillante sonrisa, los focos hacen que su pelo rojo reluzca mas y solo ahora me doy cuenta que tiene brillantina en algunos mechones, "Míreme a mi, no se deje llevar por los nervios" intento escapar pero no me suelta "Mire, mire al palco", giro lo suficiente para ver a Oscar asomado, apoyado en la barandilla esperando la actuación, de cierta manera consigue tranquilizarme.

La banda comienza a tocar y yo no estoy mentalmente preparada para esto, debo verme como un cervatillo asustado ahora mismo y así me siento, Miguel vuelve a tirar de mi muñeca con suavidad para que reaccione, conozco la canción, es una animada y alegre en verdad le pega y como si su energía me traspasara o solo de saber que Oscar esta mirando atentamente y que no me juzgara empiezo a animarme y cuando es mi turno de cantar lo hago lo mejor que sé. Luego de mi verso Miguel me gira y hace que baile mientras sigue con la canción sin soltarme, ahora me sostiene la mano y no me deja, en cierta forma eso me da fuerzas para que no se me doblen las rodillas, sigo muerta de la vergüenza pero me lo estoy pasando bien, a pesar de la encerrona la canción me gusta y la disfruto, cuando termina el pelirrojo y yo nos hemos quedado de frente mirándonos a los ojos y su sonrisa me deslumbra, es la primera vez que lo veo sonreír de verdad mostrando todos los dientes, una de esas en las que tus ojos se cierran tanto que casi no ves.

Aplausos y mas aplausos, saludamos antes de bajarnos y muchos de los sombreros están volando, echo una mirada al palco y veo a Oscar con una gran sonrisa aplaudiendo, a Felipe algo mas comedido y a Hernan y Rosendo de pie aplaudiendo y gritando algo que no entiendo, Ivan esta algo mas atrás con gesto serio, mas que serio contrariado, como si no supiera como sentirse en ese momento, en verdad no importa, siento que los ojos de Oscar me queman el alma, desde aquí y a pesar de los brillantes focos que me ciegan si levanto demasiado la vista puedo ver algo así como orgullo brillando en su negro.

Unos golpes martillean mi cabeza, me quejo maldiciendo mi mala suerte, a penas y hace un rato que me conseguí dormir después de que la adrenalina y la vergüenza me reconcomían el cuerpo después de la fiesta en el Tikibar. "¡Ya voy, ya voy!" grito sin ganas mas como diciéndomelo a mi misma que para la otra persona que esta tamborileando la puerta como si una batería fuera con un ritmo pegadizo que tardare de quitarme de la cabeza, quito la llave y abro, ni a penas he abierto y Miguel entra como en tromba, otra vez invadiendo mi espacio, esto ya es costumbre.

Hacienda GavilánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora