Episodio 11

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A medida que avanzábamos por el espeso y al parecer interminable bosque, las siluetas de los arboles comenzaron a hacerse cada vez más conocidas para mí, en ellas podía ver ciertas similitudes que había visto en mis pesadillas anteriormente. Cada metro que recorría era como tener fugases imágenes en mi mente, que iban y venían formando un secuencia muy similar a fotos retratadas en mi cabeza.

-Estas muy callada, ¿Qué te pasa conejita?- Dice Samuel rompiendo más de una hora de silencio

-No me digas así, no me gustan los apodos- Exigí algo molesta – No me pasa nada

-¿Vas a seguir mintiéndome?-

-Es que...- Suspire profundo antes de continuar- Reconozco este lugar, este bosque, lo vi antes

Samuel detiene su marcha, suelta mi mano a la vez que gira a mirarme.

-¿Ah sí?, ¿De dónde?- Me cuestiona serio pero en tono amable

-No sé cómo explicarlo pero lo vi en mis sueños, recuerdo que también camine por el, más que sueños era en mis pesadillas- Le cuento algo avergonzada- Tengo sueños demasiado vividos, suele pasarme desde que desperté del coma y sobre todo ocurren cuando estoy algo tensa.

-Hace un rato antes que llegaras a buscarme también creo haber soñado- Continuo tomando una pequeña bocanada de aire- Una mujer vieja y demacrada estaba llamándome, sabía dónde estaba y trato de atacarme, tenía unas largas y una túnica negra con bordes purpuras

- Mi sicólogo dice que...

-Suena como la vestiduras que utilizan los Lideres – Me dice interrumpiendo mi relato

Me quedo mirándolo durante unos segundos con la boca abierta sin poder decir otra palabra, nunca nadie había querido hablar conmigo sobre este tema y si lo hacían no prestaban atención, el hecho que él lo hiciera, sin hacer bufa del tema me sorprendió en gran manera.

-En uno kilómetro vamos a llegar a una carretera, allí nos va estar esperando un auto- Me indica cambiando el tema- Quiero que hagas lo que yo te diga, ¿Nos entendemos?

Asiento con la cabeza.

Unos cuantos minutos más tarde estábamos llegando al lugar que se había referido Samuel, de entre los árboles y arbustos lograba ver aquel auto que mencionó, era un Chevrolet negro con vidrios polarizados, estaba encendido, ya que desde donde yo estaba podía escuchar su motor en marcha.

-Date vuelta y pon ambas manos atrás- Me dice mientras yo lo miro atónita

-¿Eh? Como así, ¿Para qué?- Le digo sorprendida al verlo agacharse y sacar del bolsillo lateral bajo de su pantalón un precinto color negro – Espera ¿Qué se supone vas a hacer?

-¿Qué parece conejita?, te voy a atar las manos- Me contesta con una cara tan natural que parecía hasta chistosa la escena- Vas a ir como mi prisionera- Sonríe

-Eres un maldito demente- Le contesto mientras me volteo poniendo ambas manos hacía atrás- No sé cómo me enrede contigo pero estoy segura que es a causa de que mi cerebro no quedo totalmente despierto de coma

-Vamos, no seas gruñona, tienes que admitir que muy dentro tuyo te gusta la idea de que te ate- Me susurra al oído mientras aprieta el precinto a la altura de mis muñecas, dejando mis manos aprisionadas sin poder moverlas

- Eres un pervertido- Murmuro mientras el sonríe y me lleva como prisionera, dándome leves empujones en dirección a el auto

-No te asustes, solo no hables y déjame el resto a mí- Aclara manteniendo su rostro al frente, entonces es cuando veo que el chofer de aquel vehículo abre la puerta y baja

Memorias OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora