Esta vez me despertó él, una sonrisa iluminaba su cara y se reflejaba al mismo tiempo en la mía; sus ojos mostraban felicidad.
Sinceramente, si muriese ahora mismo, lo haría feliz, porque esos ojos es el último recuerdo que quiero conservar para siempre. Me duele el alma, cuando después de un momento así, viene a mi memoria la cruda realidad.
Se tenía que ir, yo lo sabía y él también. No era justo, después de tener una vida corta, el no poder estar con quien realmente amas duele.
Tenía que haber un modo de poder cambiar esta situación tan injusta.
Después de despedirnos, volvía a mi casa a paso lento, tanto, que tardé casi todo el día en volver a mi casa; mi casa era enorme, una casa típica rural y en ella vivíamos la asistenta, César y yo. La necesidad de una asistenta, no era por comodidad sino que debía de tener a alguien al cuidado de mi hijo.
César era un bebé encantador, nunca lloraba y demasiado inteligente, podría decirse superdotado, ya que aunque no sabía hablar, si podía comunicarse conmigo a través de sus ojos. Sin embargo, no era perfecto; todas las noches tenía que pararme a quitarle las plumas que le salían en la espalda, sí, tenía alas blancas, como las de Bean, no sabía cuanto tiempo podría retrasar lo que parecía inminente.
******
Eran las 9:00 de la noche, César estaba durmiendo plácidamente en mis brazos, era adorable... Lo llevé a la cuna con cuidado de no despertarlo y me fui de su habitación sin hacer ruido. Volví al sofá y seguí viendo la aburrida teletienda, al menos eso me entretenía todo el tiempo que pensaba en Bean, cuando estaba quedándome dormida alguien aporreó la puerta, a lo mejor era Bean pensé. César se despertó y fui a cogerlo para intentar dormirlo de nuevo. Lo llevé hasta la puerta, por si era Bean para que pudiera ver a su hijo por primera vez, giré el pomo de la puerta con delicadeza y no era Bean, era...
Me quedé perpleja, incluso me pellizqué por si todo era un mal sueño, pero por desgracia no fue así.
-Hola Martina, ¿Cuánto tiempo no?
-Ho-o-la- dije con voz quebrada. César se volvió a quedar dormido en mis brazos.
-Oh, ya veo que te va bien en tu vida tan maravillosa con Bean ¿no?, por cierto, ¿Dónde está?-dijo muy interesado.
-Está en...- me tomé un momento para pensar que decirle; ya que si le decía que me había dejado sola, me podría matar- está en un bar, ¿Qué quieres?- dije con cara de pocos amigos.
-Nada, solo pasaba por aquí... Puede que te preguntes qué hago aquí. Muy sencillo he vuelto para arruinarte la vida, por no haberme elegido a mí, es mas, me engañaste como si fuera un idiota; Cecilia me ha devuelto a la vida, ¿Qué crees?, ¿Qué iba a enfrentarme a Bean sin un plan B? No. Me mandaste a una idiota para que me espiara y la muy idiota se enamoró de mí. Tierno verdad. Sí. La utilicé. Como hago con todas, menos contigo, a tí te quería de verdad. Te di placer hasta no poder más, hacía lo que querías, te daba lujos, sólo tenías que portarte bien conmigo, ser sumisa, pero es mejor irte con un idiota más soso que yo en la cama que te bese los pies, ¿no?- se río a carcajadas.
Eso me sacó de quicio, mi corazón se aceleró, César seguía durmiendo tan plácidamente, ignorante de lo que pasaba.
-Por cierto, bonito bebé, ¿Sabes de cuál de los dos es, puta?- no aguanté más y le respondí con una hostia, le picó, lo sabía por la cara que puso.
-No soy una puta, César es hijo de Bean. Los niños nacen del amor, no de una violación, tú no podrías, jamás, tener algo tan bonito y tan precioso, las personas que tienen un corazón podrido, no sacan nada bueno de sí mismos. Además debería de avisar a los jueces de que estás vivo de nuevo-dije con tono amenazante.
-Hazlo y acabaré contigo y César al instante- dijo mientras me miraba a los ojos donde solo podía ver odio.
-Atrévete, Bean te matará- dije desafiante.
-No me hables así- desplegó sus alas y éstas rompieron su camisa negra, había conseguido alas pero, ¿Cómo?.
Me sacó de quicio el tono que puso al decirme eso y le grité.
-Bean no está, César es lo único que me queda de él- dije al mismo tiempo que me arrepentía de haber cometido tal error como ese.
-¿No está?, interesante, entonces podré hacer esto...- sonrió.
Me cogió fuerte del cuello ahogándome, había olvidado su brutalidad. Las cosas empezaban a verse borrosas en mi mente, apenas tenía fuerzas para sostener a César. Pesaba mucho. Todo desapareció.
Me desperté en mi cama, con el cuello dolorido, casi no podía respirar, fui corriendo a la cuna de César no estaba. Empecé a buscarle por toda la casa y tampoco estaba, la sirvienta no sabía nada. Mierda-pensé.
New era un cabrón.
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Sí o No
RomanceUna joven llamada Martina D'Amico ha viajado a Roma en busca de trabajo, pero sin esperárselo se ve envuelta en un pentágono amoroso compuesto por cinco personas, del que le será muy díficil decidir con quién enamorarse de verdad. Cuando al fin deci...