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Todavía recuerdo las primeras palabras que cruzamos, aún grabadas en mi mente quedan.
Toman forma de una figura escuálida que se pega a mi pecho. Se que las llevaré en mi mente hasta el día que muera.

Era un día demasiado soleado, aunque había mucho viento y esto equilibraba el clima a uno cálido y reconfortante. Estabas sentado en el suelo de aquella cancha del parque. Tan escondido entre calles, que solo fui consciente de que existía por un día que me perdí camino a casa. Llevabas una gorra y camisa de tirantes; el sol te deba directo en la cara, como si de acariciarte fuera su objetivo -tal vez si tuviera brazos, lo haría-. Ni siquiera parecía que te importara que en unas horas tuvieras la piel quemada.

Yo solo llevaba mi balón de basquetbol, sin saber que me esperaría.

Conectamos miradas por un par de segundos. Me esquivaste y no te moviste del lugar. Comencé a botar la pelota, hacia arriba, la lanzaba y encestaba. No me mirabas. Pero algo dentro quería que te hablara, que por fin escuchara tu voz.
Llevaba ya casi dos semanas y aún trataba de idealizar en mi mente cómo sería tu tono.
Algo me decía que te mirara, que fuera y hablara contigo, llámesele destino o curiosidad. Tal vez eso es a lo que le llaman en la vida "correr riesgos". Al hacer acciones que parecen insignificantes o tan alocadas que te causaran estragos tarde que temprano. Pero en ese entonces no sabía que tan grandes serían las consecuencias; por eso fui, por eso te invité a jugar una partida.

—No se jugar.

Suave, baja y liviana. Esa era tu voz. No parecía que una persona con un carácter tan gélido fuera dueña de ella. Quisiera volver a escucharla.

"No se jugar" fue lo que respondiste, pero te levantaste y sacudiste tus shorts.

—Te muestro —comencé a botar aquel balón y tus ojos la seguían —.Solo tienes que tratar de quitármela y que siga botando. Después trata de encestar. 

—Entiendo.

Con los ojos fijos en la red, giraste tu gorra hacia atrás. La pelota iba de un lado a otro y con ella nuestras manos. Con movimientos torpes, ambos tratábamos de quitarnos mutuamente la oportunidad de hacer encestar al otro. La pasabas. Enceste un par de veces y tu tratabas de verte no tan inexperto; a veces tropezabas con tus pies. Caías al suelo y tus rodillas estaban raspadas, parecía no importarte y seguías.
No fui consciente de las horas. Pero cuando el sol cayo, y una corriente de aire frio paso por nuestros cuerpos sudados, me regresaste la pelota con tu rostro de nuevo tan serio y frio, parecía como si hace unos minutos, no hubieras estado saltando y corriendo con tanta energía.

—Me tengo que ir.

Te disculpaste y sin más, te fuiste del lugar. Se sintió como si en realidad nunca hubieras estado. Como si yo fuera en único en este sitio en todo este tiempo.
Tu pequeño cuerpo desapareció por la penumbra y las sombras, como si de un fantasma se tratara. Ya no estabas y aquel encuentro tan extraño, parecía tan bien y peculiar.
Cuando volví a casa, pensé en ese momento. Tan serio, frio y juvenil. Dos jóvenes jugando básquetbol sin ninguna palabra de por medio. Era extraño, pero de alguna manera, eso llamaba mi atención; tu manera de actuar y representarte a ti mismo era un tanto peculiar y a mi subconsciente le atraía. Ninguno de los dos dijo nada sobre volvernos a ver. Pero la mañana siguiente estabas ahí de nuevo y supe que de algún otro modo, quería que estuvieras. Después me entere que tú también esperabas encontrarme.
Sentado en el suelo, bajo la sombra de las ramas que traspasaban la cancha. Ya no llevabas tu gorra y pude ver tu cabello negro y algo largo.
Me acerque, te vi y antes de que dijera algo, te levantaste.

—Investigue sobre como jugar –soltaste tranquilo —.Creo que ya puedo hacerlo un poco mejor.

No hable, solo asentí y te pase el balón. Comenzamos a jugar. Aunque aún te movías torpe, tus acciones eran más certeras. Agregabas tu torso algo agresivo y tus manos iban de aquí para allá.
El sol caliente, las hojas que caían al suelo cada que las golpeaba el aire y aquel cachorro ladrando al fondo, parecían acoplarse al ambiente de nosotros. Como si ese efímero momento fuera natural. Que tu eras normal y yo también.
Alrededor de una hora, encestaste por primera vez y te sorprendiste tanto que permaneciste mirando la red por varios segundos. Yo solo estaba a un metro tuyo, contemplando como tu cabello se tornaba café ante el sol.

—¿Eso cuenta?

—Si.

Seguimos y seguimos.
Antes de que el sol se ocultara, como si de un reloj se tratara, detuviste tus movimientos y de nuevo me entregaste el balón.

—Es hora de irme.

Solo saliste corriendo.









—¿En qué piensas?

—En nada.

—¡Mama, Jungkook no está cenando!

Cuando el grito de mi hermano resonó por toda la casa, salí de mis pensamientos. Su mano pequeña tomo las patatas de mi plato, cuando vio que no proteste, se quejo.

—Estas muy extraño.

—Estoy cansado. —aleje el plato y tome un sorbo de agua.

—Así no es divertido pelear.

Cuando subí a dormir, mi último pensamiento fue dedicado al chico que parecía no importarle su alrededor.

El lunes por la mañana, dentro de la escuela, esperaba encontrarte. No estabas en la entrada, tampoco en los pasillos y mucho menos en el mismo lugar de siempre en la cafetería. Incluso, aunque parecieras ausente todo el tiempo, me parecía inconforme el no verte sentado al fondo. También fui al parque, pero tampoco estabas. Permanecí una hora ahí. No jugué, solo te esperaba, pero no legaste.
Martes. No parecías estar en ningún lado. Por la tarde visite la cancha y espere alrededor de media hora, pero cuando unas gotas de lluvia fueron cayendo, tuve que irme.
Era miércoles y el asiento aún estaba vacío.

—¿Conocen al chico que se sienta allá atrás? –pregunte a los chicos.

—¿Cuál?

—El pelinegro bajito.

—Nunca he visto nadie en ese lugar –respondió Tae comiendo.

—Creo que hablas de Jimin.

Cuando Yoongi dijo aquel nombre, por fin te imagine claramente. Antes pensar en ti era un desafío. Era solo un cuerpo. No sabía cómo era tu voz y mucho menos tú nombre; te escuche y en mi imaginación aun estabas a medias. Ahora se tu nombre y por fin puedo referirme a ti como "alguien" dentro de mis pensamientos.

—¿Qué con él?—pregunto Jin.

—Por nada, es solo ha faltado estos días.

—Que no te sorprenda, ese chico es un problemático —Nam agitaba su jugo —.Viene cuando se le da la gana.

—Mi padre un día lo menciono para darme una lección.

—¿Lección?

—Si, cuando me había involucrado en una pelea. Él dijo que si quería terminar como Park Jimin, estaría acabado —Jin hablaba algo frustrado, como si aún se sentirá mal por esa reprimenda —. Ya saben, él siempre viene con golpes o cosas así.

—No deberíamos juzgarlo. Mi madre es supervisora en la fábrica donde trabaja el señor Park. Una vez dijo que su padre de verdad se preocupa por Jimin, mas desde su perdida, todo ha sido difícil para ambos.

—Min tiene razón, no me imagino que sería de mí sin mi madre.

Había quedado tan perdido entre tanta información. No podía proyectarte a ti en mi imaginación iniciando una pelea, tampoco terminándola. Si, eras alguien muy lejano y más que ermitaño, pero también eras simple, frágil y distraído.
¿Perdida? ¿Habías perdido a tu madre?
Cuando todos guardaron silencio, no me atreví a preguntar lo sucedido. ¿Eras causa de mi curiosidad? Sí, pero no al punto de descubrir que tan quebrado era tu mundo sin que proviniera de ti.



Tu eras el concepto de duda para mi.
Yo era el significado de respuesta que  siempre estuviste buscando.

Pero tú obtuviste más respuestas de las que quisiste y yo llene de dudas mi mundo.

Daddy Issues {Kookmin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora