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Hace mucho tiempo, a orillas de las grandes aguas, en el oeste, vivían un hombre joven y su esposa.

No tenían hijos y estaban aislados de otras personas, en una isla no lejos de la costa.

El hombre pasaba mucho tiempo pescando en las aguas profundas del océano o arponeando salmones en ríos lejanos. Con frecuencia se iba durante días y su esposa se sentía muy sola en su ausencia. No tenía miedo, porque poseía un espíritu fuerte, pero al atardecer era muy triste, sin nadie al lado, mirar el cielo gris plomizo y oír el ruido del agua al chocar contra las rocas de la playa. Así que día tras día se repetía:

"Me gustaría tener hijos. Serían una buena compañía para mí cuando estoy sola y mi esposo está lejos"

Una tarde al caer el sol, se sentó en arena de la playa y miró a lo lejos. Hacia el oeste el cielo era de un gris pálido; en aquel país el cielo siempre estaba sombrío y gris y ni siquiera cuando se ponía el sol había una luz suave. En su soledad, la mujer se dijo a sí misma:

"Desearía tener hijos que me hiciesen compañía."

No lejos de allí, un martín pescador rodeado de sus hijos buceaba en busca de pececillos. Y la mujer dijo:

— Oh, pájaro  marino del blanco collar, desearía que tuviéramos hijos como tú.

Y el martín le respondió:

— Mira entre las conchas, mira entre las conchas — y se alejó volando.

La tarde siguiente la mujer se sentó de nuevo en la playa y miró el sombrío cielo gris hacia el oeste. No lejos de allí una gaviota volaba sobre las olas en medio de su parvada de hijos. Y la mujer dijo:

— Oh, blanco pájaro marino, desearía que tuviéramos hijos como tú para que nos hicieran compañía.

Y la gaviota respondió:

—Mira entre las conchas, mira entre las conchas — y se alejó volando.

Las palabras de ambos pájaros habían sorprendido mucho a la mujer. Mientras seguía allí sentada, pensativa, oyó un extraño grito que provenía de las dunas detrás de ella. Se acercó y descubrió que el grito salía de una gran concha marina que había en la arena. Levantó la concha y dentro había un niño diminuto que lloraba con todas sus fuerzas.

Estaba encantada con su descubrimiento y llevó al bebé a su casa y cuidó de él. Cuando su marido volvió del mar, también se sintió feliz al encontrar allí al bebé, Porque sabía que ya no volverían a estar solos.

El bebé creció rápidamente y pronto supone andar y moverse a su antojo. Un día la mujer llevaba un brazalete de cobre y el niño le dijo:

—Quiero tener un arco hecho del cobre que llevas en el brazo.

Para complacerlo, ella hizo un pequeño arco y dos pequeñas flechas con el brazalete. Enseguida el niño salió a cazar y, día tras día, volvía a casa trayendo pequeños pájaros marinos, y se los daba a su madre para comer.

Cuando se hizo mayor, el hombre y la mujer notaron que la cara de su hijo tomaba un tinte dorado más brillante que el color dorado de su arco de cobre. Y que donde quiera que fuese habla un extraña luz. Cuando se sentaba en la playa y miraba al oeste, el tiempo siempre era tranquilo y había raros destellos brillantes sobre el agua. Sus padres adoptivos estaban muy sorprendidos ante aquel insólito poder.  Pero el muchacho no decía nada;cuando hablaban de ello, él se quedaba silencioso.

Sucedió una vez que los vientos soplaron con fuerza sobre las grandes aguas y el hombre no pudo salir a pescar por la turbulencia del mar. Durante muchos dias se quedo en tierra, porque el mar, que generalmente estaba en paz, parecía sacudido por una gran furia y las olas se levantaban a gran altura sobre la playa. Pronto empezó a faltar pescado para la comida. Y el muchacho dijo:

—quiero salir contigo, Porque yo puedo vencer al Espíritu de Tormenta.

El hombre no quería ir, pero al fin escuchó los ruegos del muchacho y juntos salieron hacia el mar embravecido.

No habían ido muy lejos cuando encontraron el Espíritu de la Tormenta, que venía enloquecido del suroeste, donde moraban los grandes vientos. Trato de hacer zozobrar la barca,  pero no tenía ningún poder sobre ella, Porque el muchacho guiaba la frágil embarcación a través del agua y a su alrededor el mar estaba tranquilo y en calma. Entonces el Espíritu de la Tormenta llamó a su sobrino Nube Negra para le ayudara y lo vieron llegar deprisa por el sureste en ayuda de su tío. Pero el muchacho dijo al hombre:

— No tengas miedo Porque yo puedo competir con el.

Y Nube Negra desapareció rápidamente cuando vio al muchacho. Entonces el Espíritu de la Tormenta llamó a la Niebla del Mar para que cubriera el agua, Porque pensaba que el bote se perdería si él escondía la tierra para el hombre y el muchacho. El hombre se asustó mucho al ver acercarse una especie de vapor gris a través del agua, porque de todos sus enemigos del mar era este al que más le temía. Pero el muchacho dijo:

—No puede hacerte daño mientras yo esté contigo.

Y efectivamente, cuando la Niebla del Mar vio al muchacho sentado en el bote y sonriendo, desapareció tan deprisa como había venido. Y, enfadado, el Espíritu de la Tormenta se fue a otra parte y ese dia no hubo más peligros.

El muchacho y el hombre sanos y salvos al punto de pesca. Y el muchacho enseñó a su padre adoptivo una canción mágica con la que podía atraer a los peces a sus redes. Antes del atardecer el bote estaba lleno de pescado y se dirigieron a casa. El hombre dijo:

—Dime el secreto de tu poder.

Pero el muchacho contestó:

—Todavía no es tiempo.

Al día siguiente, el muchacho mató muchos pájaros. A todos les arranco la piel de un chorlito, se elevó en el aire y voló sobre el mar. Y abajo el agua estaba gris como sus alas. Después bajó y se vistió con la piel de su arrendajo y levantó el vuelo de nuevo.  Y el mar sobre el que volaba cambio enseguida a un azul como el de sus alas. Cuando regresó a la tierra, se puso la piel de un petirrojo con el pecho color de cobre dorado como el de su cara. Después voló muy alto, y por debajo de él la olas reflejaron enseguida un color semejante al fuego, y en el océano aparecieron brillantes destellos de luz, y en el oeste el cielo se puso rojo dorado.

El muchacho volvió volando a la playa y dijo a sus padres adoptivos:

— Para mi ha llegado el tiempo de dejarlos. Yo soy el hijo del sol. Ayer mi poder fue probado y ahora tengo que irme y no me veran mas. Pero al atardecer aparece para ustedes muchas veces por el oeste, en el cielo crepuscular. Y cuando en las tardes el cielo y el mar tomen el color de mi rostro,  sabrán que no habrá vientos ni tormentas y que al día siguiente el tiempo será bueno. Pero aunque me vaya, les otorgaría un poder especial. Y,siempre que me necesiten, déjenme saber sus deseos por medio de blancas ofrendas, para que yo pueda verlas desde mi casa, allá lejos en el oeste.

Después regaló a su madre adoptiva un maravilloso vestido. Dijo adiós a sus padres y se alejó hacia el oeste, dejandoles entristecidos. Pero la mujer aún conserva una parte del poder que él le dio y, cuando se sienta entre las rocas de la playa y desabrocha su maravilloso vestido, el viento se aleja deprisa de la tierra y el mar se alborota con la tormenta; y cuanto más desabrocha el vestido más fuerte es la tempestad.

Pero al final del otoño, cuando la nieblas frías vienen desde el mar y las tardes son heladas y el cielo sombrío y gris, ella recuerda la promesa del muchacho. Y hace para él una ofrenda con diminutas plumas blancas arrancadas del pecho de los pájaros. Las lanza al aire y se levantan como copos de nieve, que el viento se apresura a llevar hacia el oeste para contar al joven que el mundo se pone gris y aburrido cuando suspira por la vista de su faz dorada.

Y entonces él se aparece cuando el sol se ha ido, hasta que el cielo crepuscular se tiñe de rojo y por el oeste el mar lanza destellos de luz dorada.

Y así las personas saben que no habrá viento y que al día siguiente el tiempo será bueno, como el prometió en un día ya lejano.

El Muchacho Que Nacío Del Crepúsculo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora