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Ladybug seguía intentando. Luchaba con la pesadez de su cuerpo, con el pitido en su cabeza,  y con sus ojos que se negaban a enfocar de nuevo. No sabía si había quedado inconsciente, ni por cuánto tiempo, pero al menos aún seguía con vida. A su alrededor todo era borroso, como si estuviera envuelta en la bruma que acompaña las peores pesadillas. Sacudió la cabeza un par de veces, como si eso pudiese reiniciar correctamente todas sus funciones.

Tardó un par de segundos en darse cuenta; apenas podía moverse, su cuerpo dolía tanto como podía ser posible. A pesar de llevar el traje, la mayor parte de ella estaba llena de marcas, golpes y heridas que eran mudos testigos de la peor de sus batallas. Pero al menos lo seguiría intentando, hasta el último latido de su corazón.

 Al final ¿No es eso lo que hacen los héroes?

Trató de poner ambos antebrazos en el piso para erguirse, hacer el esfuerzo por ponerse de pie a pesar de seguir sin ver con claridad, pero tratando de no poner demasiado de su peso en la herida abierta junto a el codo izquierdo. Sabía que cada segundo en el suelo era una oportunidad para ser asaltada de nuevo por su contrario, cosa que no podía permitir. 

Sus brazos resbalaron en el pavimento húmedo. Lanzó un grito de dolor tan bajo como le fue posible para no ser descubierta, no pudiendo callar del todo la agonía de sus heridas. Con ambas manos cubrió su boca, para no dejar que otro inoportuno quejido saliera de ella.

La lluvia mojando su cuerpo le hacía mas difícil cada movimiento, y también le dificultaba escuchar a su alrededor con claridad. Justo esa noche parecía que el cielo acabaría por caerse en forma de una violenta tormenta, como si las nubes supieran que era la última noche que se les permitiera llover. 

Afianzó la cuerda de su yoyo a una de las vigas de la torre Eiffel. Se encontraba justo debajo de ella, en la base que había quedado a medio deshacer. Los estragos de la batalla eran cada vez más evidentes a su alrededor, tanto que todo había quedado reducido a escombros.

No había planes, no había estrategia. Todo se había reducido al juego de esconderse para ser perseguida. Estaba sola, tan sola que el mundo a su alrededor había enmudecido por completo. Las calles se mantenían en total penumbra; ya no había risas infantiles en las plazas, o sonidos de automóviles en las avenidas, o la alaraca de la multitud que se encaramaba para posar frente al monumento. Todo había desaparecido; salvo su verdugo, que por alguna razón jugaba a esconderse entre las sombras como si le fuera necesario . A ratos la hacía sentir que para él, todo era un simple juego.

- Quédate quieta.

Una repentina luz iluminó su alrededor como el flash de una cámara de fotografía, mientras la petición venida de una voz grave y seca a su espalda, acompañada del sonido de un trueno que cayó cerca del área la hizo ponerse alerta,  lo suficiente para que la mayoría de sus sentidos volvieran a ella junto a los disparos de la adrenalina. 

Un escalofrío recorrió su cuerpo. La descarga eléctrica viajó desde su cerebro por toda su columna vertebral, hasta terminar en la punta de sus dedos que actuaron por instinto y jalaron la cuerda del yoyo para elevarla hacia la punta de la torre, en un inútil intento por seguir escapando. Tuvo que soportar el dolor nuevamente cuando la cuerda jaló con fuerza su cuerpo hacia arriba, llevándola en vuelo como una muñeca de trapo.

Cayó en desesperación al ver que todo intento de fuga fue inútil. Lo supo cuando sintió como una mano aprisionaba su tobillo y era jalada de una de sus piernas estando en el aire, y una fuerza sobrehumana la hacía soltarse del yoyo para caer con fuerza de nuevo en el pavimento, resquebrajándolo otro poco a su alrededor con la fuerza de impacto. Un sabor acerado se apoderó de su boca, y vio caer de ella al piso un par de gotas rojas que se mezclaron de inmediato con la lluvia.

Aquí no hay héroes #MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora