Capítulo 11. Alba conoce a Gabriela

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- ¿Si? ¡Ya voy!- Gritó Adriana desde la cocina. Parecía como si hubiera corrido cinco kilómetros en quince minutos, estaba jadeando. Consiguió tranquilizarse en unos segundos y abrió la puerta.

-¡Hola guapísima! Pasaba por aquí y he pensado en venir a verte. Hace días que no nos vemos.

-Hola Alba. ¡Qué sorpresa! Pasa.

¡Joder! Alba iba a ver a Gabriela en su casa. ¿Y qué le iba a decir? ¿Por qué estaba Gabriela en su casa? Tenía que pensar en algo creíble sino quería cagarla con Alba. No quería que pensara que le quería levantar a su amor platónico.

- Alba, ven, tengo que presentarte a alguien- se lo dijo sonriéndole, quería distraerla, estaba claro.

- ¿A quién? Por favor, vamos.

Iban las dos hacia la cocina cuando Alba se fijó en una silueta de mujer bastante despampanante. Cuando se acercó más a ella y la miró a los ojos, palideció.

- Mira Alba, ella es Gabriela. Trabaja en trauma.

- Gabriela, ella es la doctora Alba y es mi amiga. También trabaja en la clínica.

Se dieron besos en las mejillas y Gabriela sintió como las mejillas de Alba quemaban, o mejor dicho, abrasaban y cómo sus ojos la observaban de una forma muy especial.

-¡Encantada, doctora!- dijo con vergüenza Gabriela. Bueno, yo ya me iba- No quería quedarse con las dos doctoras ni un segundo más- nos vemos en la clínica.

- ¡Lo mismo digo Gabriela!- contestó Alba muy sorprendida de haber visto a la auxiliar en casa se su amiga.

Adriana acompañó a la salida a Gabriela y se despidieron con un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios de ambas. Otra descarga eléctrica hizo su trabajo en el cuerpo de la doctora y en el de la auxiliar. Adriana le susurró que sentía que hubiera llegado sin avisar su amiga, y que se quedara sin tomar café por segunda vez. Y antes de que la auxiliar se marchara, la cirujana la atrajo hacia ella cogiéndola del brazo, y le dijo al oído:

-Gabriela, por cierto, tenías razón cuando me dijiste que nadie me lamería los labios como tú…

Gabriela se fue con la sonrisa más bella y sincera que Adriana podría haber visto en la vida.

Cuando volvió al salón, donde la esperaba Alba, se fijó que Alba no se movía. Parecía un bloque de hielo.

-¡Joder, Adriana! necesito sentarme porque creo que voy a acabar en el suelo y tendrás que reanimarme. No tengo palabras para describir a esa diosa, porque es una diosa. ¿Esa mujer es real?¿o la acabo de soñar?

- Vaya, ya te lo dije, que te gustaría.

- ¿Que si me gusta? Es más guapa y llamativa de lo que yo pensaba. Tener a esa mujer en la cama, tiene que ser un pecado. Con esa sensualidad que desprende, y esos ojos cuando te miran... Vamos, tengo a esa mujer en mi cama y tienen que venir a sacarme de la cama. ¡No saldría nunca!¡Por Dios!¡Qué polvazo tiene!

Adriana sintió una punzada de celos. Y eso que la había visto vestida. La llega a ver en ropa interior como ella la había visto... No quería que Alba hablara así de Gabriela. No quería que la deseara como la deseaba ella. No quería compartirla con nadie. Pero entendía que Gabriela llamara la atención de todos los que la veían. Esa mujer era un torbellino en la vida de cualquiera.

-Bueno Alba, está bien que te guste, pero esa mujer no es sólo un trozo de carne. Así que por favor, habla con respeto cuando la nombres- le dijo Adriana a su amiga algo enfadada, ya que ahora que empezaba a sentir mucho por ella, no quería que nadie hablara de ella mal.

-¿En serio, Adri? ¿Y qué más te da a ti que hable de ella como hablo?. Yo no sé si es buena mujer, lo que sí sé es lo que mis ojos ven. Y ¡Joder!, Esa mujer es capaz de enamorar hasta a mujeres heterosexuales. No me digas que no.

- Es muy guapa, sí. Yo la estoy conociendo, y te aseguro que no es sólo un cuerpo bonito.

- Por cierto Adriana, ¿qué hacía ella en tu casa? Y si sabías que iba a venir, ¿por qué no me invitaste? La he conocido de casualidad.

- Perdona Alba, no sabía que iba a venir. Javier me dejó tirada así que al final me trajo ella. No me apetecía coger el autobús. Y por cierto, me trajo en moto- dijo pícaramente.

-¡Joder! ¡En moto con esa mujer!. ¡Qué suerte tienes! A ver si algún día me lleva a mí. Te juro que la asfixiaré porque la pienso agarrar con todas mis fuerzas de la cintura. ¿Entonces os estáis haciendo amigas? Pues se me ocurre algo, invitala a cenar. Bueno, haz una cena en tu casa, o donde sea, y para que no se note mucho, invita a alguien más. Y así me das la oportunidad de conocerla. Por favor hazlo por mi- Alba estaba casi suplicando.

- ¡Está bien!. Hablaré con ella. Pero no te prometo nada- ¡Joder!¿Iba a organizar una cena para que Alba la conociera?¿Y si se gustaban?¿Y si Alba acababa con Gabriela? ¿Cómo podría ella llevar esa situación? Eso la mataría. ¡Ahora sí que la iba a cagar!.Porque Alba no era como ella. Alba sí se atrevería a hacer lo que fuera con Gabriela. No se lo pensaría ni dos veces. Y de sólo imaginárselas juntas en la cama, le salía humo por las orejas.

Estuvieron hablando hasta la madrugada, y mientras tanto, las dos tenían a la misma persona en la cabeza.


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