Esta Vez Se Ha Pasado Doctor...

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Capítulo 9.



Natalia levantó los dos brazos y los movió enérgicamente para que su amiga la viera a pesar de la distancia. A Armando casi se le rompen los tímpanos con el grito que dio:

Natalia: ¡BEEEEEEETYYYYYYYY! ¡ESTOY ACÁAAAAAAAAAAA! –Girándose hacia Armando que le había dado la espalda- Quiere venir a buscarme, dice que yo no puedo con los tres jugos… Ja ja ja ja…
Armando se gira con disimulo y observa que efectivamente, Betty se está acercando a ellos. Da una torpe disculpa a la niña y se aleja de allá como alma que lleva el diablo.

Cuando Betty llega hasta el bar la niña está sola y el camarero está cobrando los tres jugos de naranja que le acaba de servir.

Natalia: -Riendo- Betty… ¡viniste de todos modos! Ya te dije que yo podía sola…

Betty: -Tomando en su mano dos de los vasos de jugo de naranja y sonriéndole a la niña- ¡Ni modo! ¡No te iba a dejar sola…! –Y casi sin pausa le pregunta- ¿Con quién hablabas?
Natalia: Con un señor muy raro… Bien bello, pero con una camisa horrible…

Betty: -Con un tono de suave reproche- No debes hablar con desconocidos… ¿No te lo ha dicho tu papá?

Natalia: Sí… pero…

Betty: ¿Dónde está ese señor?

Natalia: De repente se marchó… Debió ver a alguien conocido… Se fue casi sin despedirse…

Betty mira en dirección al hotel a ver si localiza a ese hombre tan extraño, pero no consigue verlo.

Betty: Ven, vamos a la playa que tu papá debe de estar sediento…

Natalia: -Echando a correr con un vaso de jugo en la mano- A la última le toca ponerle la crema a papá… Ja ja ja ja…
Betty: Espera… Natalia… Nataaaaaaaalia…

Pero la niña ya se había alejado de ella y por supuesto ganó el desafío.

Armando se había metido precipitadamente dentro de los aseos del bar. Desde allí, con la puerta entreabierta pudo ver más de cerca a Betty. ¡A él le iba a dar algo! Si en la foto estaba bella, contemplarla al “natural” y de cerca era de infarto… La miró de arriba abajo con embeleso y todo su cuerpo se tensó, principalmente su entrepierna… No pudo contener el impulso de hacerle una foto… Estaba en una posición privilegiada desde donde podía verla perfectamente sin ser visto. Estuvo tentado a salir de su escondite y acercarse a ella. Lo que le provocaba era estrecharla entre sus brazos, sentir su cuerpo cálido pegado al suyo, besarla apasionadamente…

No supo cómo pudo contenerse. Quizás pensar en el cabreo monumental que ella se llevaría si se enteraba que él había roto su promesa y había venido a verla… ”Fue una promesa absurda… Ella no debió obligarme a prometerle eso… ¿Cómo puede pensar que yo voy a cumplir algo así…?”
Cuando vio que las dos muchachas se alejaban, volvió a situarse en su posición estratégica del bar, desde donde podía contemplarlas en la distancia sin ser visto. No se pudo contener y dirigió su cámara fotográfica hacia ellas, y siguió haciéndole fotos a Betty…

…Caminando hacia la orilla con los dos vasos de jugo… ¡Oh, cielos! ¡Esta mujer me va a matar…! ¿Desde cuando mueve de ese modo las caderas al caminar…?

…Entregándole un vaso de jugo a Luis Granados… ¡Quién fuera Luis en estos momentos…! Ella le ha sonreído, estoy seguro… Porque él le está sonriendo también… ¡Vaya usted a saber qué impertinencias le ha dicho…!

…Bebiéndose el jugo lentamente y sacando la punta de la lengua de vez en cuando para limpiarse los restos de la comisura de los labios… ¡Oh, Betty…! ¡Como sigas haciendo eso me vas a matar…!
Acercándose más a Luis y… ¡¡¡¡ ECHÁNDOLE CREMA EN LA ESPALDA…!!!! ¡Un momento!, ¿por qué Betty tiene que manosear a ese tipo…? ¡Será descarado el señor! Se aprovecha de una muchacha inocente… Sería más apropiado que le untara la crema su hija… ¡Sí! La niña es perfectamente capaz… pero claro, al tipo lujurioso le gusta más que sea una triplemamita quien lo acaricie…

Estuvo a punto de levantarse del asiento y dirigirse a ellos para interrumpir esa escena. Tuvo que apretar los puños con fuerzas y tensar la mandíbula para poder contenerse… ¡Como él empiece a untarle la crema a ella, lo mato…! ¡Eso sí que no puedo consentirlo!
Observo sin pestañar la continuación de la escena… Betty se levantó el pelo para dejar su espalda al descubierto, se sentó de rodillas en la tumbona y… la niña empezó a untarle crema en la espalda…

Armando casi se cae de la banqueta donde estaba sentado al relajar de golpe su cuerpo. Casi automáticamente siguió haciéndole fotos. Ahora se había recogido el pelo en una cola de caballo alta que le favorecía muchísimo. Estaba tan ensimismado en su tarea que cuando sintió una mano fuerte encima de su brazo se sobresaltó y estuvo a punto de dejar caer al suelo la cámara de fotos. Una potente voz en inglés le inquirió:

Policía: Seguridad de la playa. Identifíquese.

Armando: -Abriendo lo ojos como platos por la sorpresa- Se… seguridad… Este…

Policía: ¿No me ha escuchado? Identifíquese.
Armando buscó y rebuscó en sus bolsillos el pasaporte pero no hubo modo de encontrarlo. Nervioso, le respondió al policía en un correcto inglés:

Armando: Vea, agente debo habérmelo dejado en el hotel… Si usted quiere puedo ir a buscarlo…

Policía: ¿Sabe que está sancionado circular sin identificación? ¿En qué hotel se hospeda?

Armando: En… en el Hilton…

El agente lo miró de arriba abajo inquisitivamente con una expresión muy seria.

Policía: ¿Me deja su cámara de fotos?

Armando: ¿Mi… cá… cámara de… de… fo… fotos?

Policía: Sí, eso he dicho… Vea, hemos recibido una denuncia anónima según la cual está usted fotografiando a menores de edad sin su consentimiento…
Armando: Me… menores… de edad… no… vea… eso no es cierto… Yo… yo a quien fotografiaba era a mi… a mi… a mi novia…

Policía: -Con extrema seriedad- ¿Me permite la cámara?

Armando, muy nervioso, le entrega la cámara digital al agente. En ese momento se acerca una mujer vestida también con uniforme de la policía y se dirige a su compañero.

Mujer policía: Según dice el barman estuvo hablando con una niña que vino a comprar unos jugos y no ha dejado de hacer fotos todo el rato…

Armando: Vea, señorita, yo no hacía fotos a la niña… estaba retratando a mi novia…

Mujer policía: -Mirándolo de arriba abajo- ¿A su novia? ¡Vaya! ¡Qué raro que esté usted acá en este bar y su novia en la playa…!
Armando: Es que… verá… ella y yo estamos… disgustados… y no quiere que me acerque mucho…

Mujer policía: -Sin sonreír- ¿Está acosándola?

Armando: ¡NOOO! ¿Cómo cree? ¡Para nada…! Es sólo que…

Policía: -Interrumpiéndole y dirigiéndose a su compañera- Las fotos no son de la menor… Son todas de una muchacha joven pero que ya ha alcanzado la mayoría de edad…

Armando: ¡Lo que yo les digo! Son de mi novia… De mi Betty…

Los dos agentes se quedan mirándole con rostro ceñudo.

Policía: ¡Vamos a su hotel! Debe identificarse… ¿Reside usted en los Estados Unidos?

Armando: No… vea, soy empresario colombiano… Tengo una empresa de modas… Tenemos una sucursal acá en Palm Beach… Ecomoda, no sé si la conocerán… He venido por… negocios…
Mujer policía: Será mejor que vayamos al hotel y se identifique…
Dos horas más tarde Armando vagaba sin rumbo por los alrededores del hotel. Menos mal que los del hotel le conocían de las otras veces que se había hospedado y pudieron dar referencias a los agentes. Con todo y eso, insistieron en subir a su habitación y registrar su equipaje. Al no hallar nada comprometedor y no tener en qué basar su denuncia, finalmente se fueron.

”Hermano, ha venido de un pelo que no lo detuvieran por fotografiar a una menor… Menos mal que usted y su cámara no tenían ojos más que para Betty… De hecho la niña apenas salía en una foto con Betty… ¿Quién habrá hecho la denuncia? ¿El mismo barman? ¿O sería aquella pareja de mediana edad que lo miraba con suspicacia? ¿Se imagina que va a parar a la cárcel en Palm Beach?”
Lo peor no era el susto que se había dado al verse interrogado por dos agentes de la policía en un país extranjero. No. Lo peor era que cuando regresó a la playa Betty, Granados y su hija ya se habían ido. Ahora iba a ser muy difícil poder verla sin que ella lo descubriera… Pensó por unos instantes en la posibilidad de presentarse en casa de Granados. Tenía la dirección en su billetera. Se trataba de tomar un taxi y pedir que le llevara a esa dirección. Valoró los pros y los contras de su acción y finalmente decidió no revelar su presencia. Betty se podía molestar muchísimo y lo menos que quería él en ese momento era enfadarla más… Bastante irritada ya estaba con sus e-mails y sus llamadas.

Siguió paseando por una zona comercial cercana al hotel cuando de repente se detuvo en seco. Un cachorro de raza Beagle lo miraba fijamente desde el aparador de una tienda de animales. Sin darse cuenta se quedó embobado mirándolo y le sonrió. El perro empezó a ladrar y retorció todo su cuerpo con impaciencia. Estuvo un buen rato mirándolo sonriente, pero poco a poco una idea fue invadiendo su mente…
El lunes por la mañana Betty llegó junto a Luis Granados a las oficinas de la sede de Ecomoda en Palm Beach y saludó a las secretarias que se hallaban trabajando en sus respectivas mesas. Se dirigió directamente a su propia oficina y segundos más tarde se abría de nuevo la puerta dando paso a una de las secretarias.

Secretaria: Doctora, han traído esto para usted.

Betty miró con desconcierto a la muchacha que acababa de entrar a su despacho con una cesta de mimbre dentro de la cual había una extraña caja de cartón bastante grande y llena de agujeros.

Betty: ¿Quién lo ha traído?

Secretaria: Un mensajero… Trae una tarjeta…

De repente un extraño sonido procedente de la caja de cartón hace que la secretaria suelte la cesta que cae sobre la mesa de Betty. Ésta, también sobresaltada, automáticamente se aparta de la cesta todo lo posible.

Betty: ¿Qué… qué es eso?
Secretaria: -Con el rostro demudado por el susto- No lo sé, doctora…

Betty: Será mejor que avisemos a Luis Granados… ¿No le parece?

Secretaria: -Feliz de poder salir de ese despacho y alejarse al máximo de la sospechosa entrega.- Enseguida le digo. Con permiso.

El cuerpo de Betty tembló al verse sola delante de tan peculiar y misterioso obsequio. Haciendo equilibrios para no acercarse mucho, se decidió por fin a tomar en sus manos el sobre rectangular que había también dentro de la cesta. Temblorosa, lo abrió y sacó una cuartilla de papel blanco con una nota escrita a mano. La letra le resultó extremadamente familiar y ya antes de leerla supo quién la había enviado.

A pesar de que se tranquilizó al descartar que el supuesto regalo fuese en realidad algún objeto explosivo como sospechó al principio, notó que su cara ardía de indignación por el atrevimiento de don Armando. Porque como muchas de vosotras habréis adivinado ya, la nota estaba escrita de puño y letra de Armando Mendoza. Y decía así:
Estuve acá… Ya sé que rompí mi promesa… Pero no me riñas… Era muy fuerte el deseo de verte en persona… No pude resistir la tentación de comprar esto para ti… Cuando lo recibas ya habré regresado a Bogotá… Te ama, Armando.”

Luis: -Entrando en el despacho de la muchacha- ¿Qué ocurre, Betty?

Betty: -Haciendo una mueca de disgusto con la cara- Pues… no sé lo que contiene esa caja… pero ya sé quién la envía… Es de don… de Armando Mendoza…

Luis arquea las cejas sorprendido y la mira interrogante, pero ambos se sobresaltan cuando ven cómo la caja que hay dentro de la cesta se ha movido y escuchan una especie de gemido. Perplejo, Luis le pregunta:

Luis: ¿Qué te ha mandado?

Betty: -Un poco asustada- No lo sé… Pa… parece algo… vivo…

Con determinación, Luis Granados se acerca a la cesta y abre la caja de cartón, de donde sale un precioso cachorro Beagle que empieza a ladrar con energía al verse liberado de su “prisión”.
A pesar de la sorpresa que se llevan y del susto que han pasado con el sospechoso envío, ambos sonríen ante la mirada tierna del cachorro. Con un impulso irresistible, Betty lo saca de la cesta y lo acerca a ella mirándolo con una sonrisa.

Betty: Es precioso. –Dice sin poder contenerse.

A pesar de estar indignada con don Armando, la visión de ese bonito animal que la mira con cara indefensa, le puede. ¡Ya arreglará ella cuentas con su jefe! El pobre animalito no tiene ninguna culpa.

Luis: -Sonriente- Espera que lo vea Natalia… Ella hace tiempo que quiere que le compre uno.

Betty se debate entre enseñarle o no la nota a Luis. Sabe que él está extrañado con la relación tan poco habitual que tienen don Armando y ella, pero lo menos que quiere es tener que darle explicaciones, y si Luis lee lo que hay escrito en esa nota le va a tocar explicarle por qué Armando Mendoza ha estado en Palm Beach y no se ha presentado ante ellos. Sabe que un día u otro le acabará contando al menos una parte de la historia, pero en ese momento no se siente con fuerzas, así que de forma un poco apresurada y nada sutil, le sugiere a Granados que la deje sola.
Betty: Será mejor que me ponga a trabajar que ya he perdido mucho tiempo con esto del cachorro… Perdona que te llamara, pero estaba asustada…

Luis: Hiciste bien, ese paquete era muy sospechoso… -Pero captando la indirecta que le lanzó Betty, se despide- Estaré en mi despacho si me necesitas.

Cuando se quedó sola con el animal, lo primero que hizo Betty fue estrecharlo contra su pecho. A ella no le gustaban mucho los perros, más que no gustarle es que les tenía miedo… pero aquel animalito tan pequeño y tan tierno que la estaba mirando fijamente con esa carita dulce, le había robado inmediatamente el corazón.

Sonriente encendió la computadora y se dispuso a iniciar la jornada laboral. Como era de esperar, tenía un mensaje de Armando en su correo electrónico y sin soltar al cachorro lo abrió. Decía así:
Mi amor,

Desde ayer me siento mucho más acompañado. Parece que mi soledad se ha mitigado. ¿Sabes por qué? Porque estoy rodeado de imágenes tuyas…

En realidad lo que quisiera es tenerte a ti, en persona, a mi lado, en mis brazos… pero como de momento eso no va a ser posible me conformo con tus fotos… No sólo las que me mandó Granados. Ahora tengo muchas más que, tengo que confesarte, tomé sin tu consentimiento el sábado en la playa…

Estuve allí, Betty. No te lo iba a decir pero he decidido que no voy a mentirte nunca más. Desde que contemplé tu imagen en la foto que mandó Granados supe que tenía que ir a verte. ¡Estás tan cambiada! ¡Tan linda!

Incluso hablé con la hija de Granados. Es una niña encantadora y sociable a la que según pude ver estás muy unida. Tuve que contenerme para no acercarme a ti y abrazarte. Pero tuve miedo a tu reacción. Temí que te enfadaras conmigo y me rechazaras o peor aún, que me trataras con frialdad… Fui cobarde, lo reconozco… pero es que cualquier gesto tuyo de rechazo o desaprobación me afecta mucho…
Sé que te vas a enfadar por haber incumplido mi promesa… Debes de estarlo ya de antes de abrir este mensaje, si como me dijeron mi regalo te llegó puntual… Cuando lo miré no pude resistirme… Tuve que comprártelo… Es tan tierno… Quiero que lo cuides tú sola durante un tiempo, pero confío en que sea nuestra mascota cuando nos casemos… Ya sé que vas a decir que esa posibilidad no existe, pero yo estoy seguro de que será una realidad en un futuro próximo…

Ya ves que soy optimista, mi amor, de lo contrario me hundiría en la más profunda melancolía. Porque yo sin ti me muero, Beatriz… Aunque tú no me creas…

Quiero que me contestes… Por favor… aunque sólo sea para decirme que te gustó mi regalo… Porque te gustó, ¿cierto? Estoy seguro que sí… A esa carita tierna no hay quien se resista… También me gustaría saber si te has enfadado mucho conmigo… Espero que no… Podía habértelo ocultado y no te habrías enterado nunca… pero quiero que entre nosotros no haya engaños ni dobleces… Sí, ya sé que vas a decir que no di la cara y que en cierto modo eso es como un engaño, y tienes razón… He sido un cobarde… Perdóname también por eso…
Hasta pronto, mi amor. Seguiré soñando contigo.

Te amo.

Armando.”

Después de leer el e-mail de Armando, de releer la tarjeta escrita de su puño y letra y de contemplar al cachorro que tenía en sus brazos, Betty no supo si echarse a reír, a llorar o dar gritos de desesperación.

Algo estaba claro: Armando Mendoza no pensaba cumplir lo que le había prometido de mantenerse alejado de ella. No lo había hecho en ningún momento. Si bien físicamente era la primera vez que viajaba a Palm Beach, desde que ella salió de Colombia no había dejado de asediarla con sus mensajes y sus llamadas. Además conocía absolutamente todos los pasos que ella daba al más mínimo detalle.

Respiró hondo en un intento de controlarse. Su cuerpo era un caos invadido por emociones fuertes y contradictorias. Quizás la que predominaba era el enfado, con una mezcla de desconcierto, inquietud, ternura y agitación.
Esta vez se ha pasado, doctor…” Se dijo a sí misma. ”Si lo que quería es que le escribiera, lo va a conseguir… Me ha provocado tanto que no pienso quedarme callada. En esta ocasión me va a escuchar… ¡Vaya si me va a escuchar!”

Resopló con energía, dejó al cachorro en su regazo y se dispuso a contestar el mensaje de su jefe.

El corazón le latía con fuerza mientras movía el cursor del ratón hasta situarlo encima de la pestaña “Responder”. Cuando tuvo a su disposición la pantalla para escribir la respuesta, vaciló durante unos segundos. ¿Y si no le contestaba? ¿Y si dejaba que se cansara de insistirle? ”No se va a cansar nunca… Tienes que poner fin a este acoso, Betty. Si no llegará un momento en que no lo podrás controlar… Pero… ¿acaso puedes controlarlo ahora? ” -Se preguntó con escepticismo- ”No seas ilusa… Esto hace mucho tiempo que se escapó a tu control… Y hasta que le devuelvas la empresa no va a cesar… Pero al menos que no vea que lo aceptas pasivamente… Demuéstrale que tú también sabes enfadarte… Al fin y al cabo él te prometió algo que no ha cumplido…”

Animada por esos pensamientos, se dispuso a escribir la respuesta.
No tuvo dudas de cómo llamarlo. Nada de confianzas. “Doctor” o “don Armando”, tal y como lo había hecho siempre… Al final se decidió por la primera opción. Era aún más impersonal.

”Doctor,”

Bien, ¿y ahora qué? ¿Qué más le iba a escribir? Por un instante se dejó llevar por sus verdaderos sentimientos e imaginó que le escribía un mensaje en los siguientes términos:

”Mi amor,

No sabes lo que sentí no poder verte el sábado. Me habría encantado que te atrevieras a acercarte a mí… pero no te lo reprocho… Sé que fui muy insistente cuando te hice prometer que por nada en el mundo vinieras a verme… Y ya sé que doy miedo cuando me enfado… oj oj oj oj …

Tú tienes fotos mías, pero yo no tengo ninguna tuya… Bueno… sólo aquella pequeña que aún guardo en algún rincón del monedero pero que no he querido ni buscar para no torturarme.
Me encantó tu regalo. Es el cachorro más lindo que he visto en mi vida. Y sólo de pensar que lo tuviste en tus brazos, me hace estimarlo aún más. A veces creo percibir tu perfume al acercarlo a mi cara… Ya sé que es una ilusión… pero ¿qué otra cosa me queda a la que aferrarme?

Espero que vuelvas muy pronto por acá para poder darte esos abrazos y esos besos que tanto anhelo.

Te quiere,

Betty”

”Eres una imbécil, Beatriz Aurora… Sólo una persona estúpida le escribiría un mensaje así a su propio verdugo… ¿A dónde fue a parar tu inteligencia y tu dignidad?“

En un arranque de rabia por su propia debilidad, aunque sólo fuese de pensamiento, se puso a escribirle el mensaje que iba a enviarle en realidad que estaba escrito en un tono bien diferente.

”Doctor,
Cada vez se puede confiar menos en usted. Le dije que no quería verlo por acá, y me prometió que no vendría, pero como a usted le da igual lo que yo piense o desee, lo primero que hizo fue incumplir su promesa. ¿De qué me extraño? ¿Acaso no ha se ha basado siempre en el engaño su relación conmigo?

Debería demandarlo por tomarme fotos a escondidas y sin mi consentimiento. Pero lo menos que quiero es entrar en un proceso judicial con usted… Seguro que eso le daría excusas para volar de nuevo a Palm Beach y por nada en el mundo quisiera que eso volviese a suceder.

Espero que tenga la sensatez de no volver a pisar el estado de Florida mientras yo esté por acá. De lo contrario voy a tener que renunciar a Ecomoda y buscarme trabajo en otra empresa.
No se angustie, don Armando, en su momento le devolveré su empresa y hasta el último peso. No pienso quedarme con nada que sea suyo… me quemaría los dedos… En cuanto al cachorro, lo cuidaré porque sería imperdonable que lo rechazara sólo porque lo ha comprado usted, pero descuide, que cuando usted quiera también se lo devolveré… Me he reído a carcajadas con su “deseo” de compartir conmigo la crianza del cachorro. Es de lo mejor que he leído en “ciencia ficción”.

Le rogaría que en el futuro se abstuviera de enviarme mensajes personales y se limitara a la inevitable relación laboral.

Saludos,

Betty.”
Releyó el mensaje y estaba a punto de accionar el botón de “enviar”, cuando decidió escribir una postdata.

”PD/ El cachorro es encantador. Descuide que no le haré pagar a él lo que usted me ha hecho a mí… Sería muy injusto para el animalito.”




Las cartas sobre la mesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora