Busquen pañuelos, los necesitarán.
El sol comienza a ocultarse al final de la calzada, la brisa se torna gélida y las farolas comienzan a obedecer a la oscuridad, iluminando por sectores la calle en la que Elsa vive.
Ha vuelto temprano del trabajo, no porque quisiera, fue por volver a colapsar en medio de otra reunión. El cansancio y la falta de comida decente en su estómago le pasaron factura en el momento menos adecuado.
Edna, lejos de molestarse por mentirle en que ya estaba apta pata volver, la envió a casa con una amonestación. Una de sus mejores modelos estaba pasando por un mal momento, lo mejor que podía hacer era mandarla a casa temprano. Sin saber lo mucho que eso le afectaba a Elsa, su trabajo era la barrera que tenía entre ella y los recuerdos amargos, y ahora que no tenía eso para resguardarse, se acercó a lo más profundo de su dolor.
Con cansancio, abre la puerta de su casa... su gran casa vacía.
Cierra momentáneamente los ojos, intentando imaginar el fulgor amarillo de la luz de la cocina, probablemente el olor a salsa inundaría la casa y una canción de los Beatles amenizaría en ambiente, intercalados con baladas cursis y el chicloso pop que a él solía encantarle. Si agudizaba el oído, podría jurar escucharlo tararear las canciones por lo bajo.
Pero cuando abre los ojos de nuevo, todo es frío, gris y perturbador. No hay luz amarilla, olor a salsa o canciones, sólo silencio. Su nuevo mejor amigo.
El silencio tomó la forma de un larguirucho, que la abrazaba al llegar a casa mientras le susurraba al oído que ya nadie estaba ahí con ella, con melena negra como la oscuridad que rodeaba cada habitación de la casa que aún tenía restos del aroma a felicidad que alguna vez hubo, pero comenzaban a desaparecer y apenas y recuerda cómo se sentía cruzarlos sin querer romper a llorar por lo anchos que eran los pasillos sin nadie a su lado para atravesarlos.
"Sé fuerte, las tormentas no son eternas" le diría Anna, con una sonrisa confortante seguido de uno de esos abrazos que jamás sería capaz de volver a sentir.
"Míralo por el lado amable, hay más espacio para ti al caminar" diría Kristoff, luego Anna lo golpearía en las costillas por ser tan nefasto con sus chistes y Elsa reiría por lo menos una vez. Pero él tampoco estaba, y no volvería jamás.
Sus padres se habían ido siendo más joven, a los 18, un accidente se los llevó y ahora apenas recuerda la voz de su madre. Se cerró en sí misma cuando ocurrió, pero le consoló pensar en Anna y Kristoff, que aún estaban ahí a sus costados para sostenerla sobre sus pies. Unos ángeles que la acogieron de nuevo a la felicidad, y le ayudaron más tarde a encontrar a su otro ángel... pero de ese dolía más hablar.
Anna y Kristoff fueron sus ángeles por mucho tiempo, presentes en cada casting, prueba, incluso cuando saltó a la fama estaban ahí. Nunca la defraudaron, y la protegieron... hasta sus 24, cuando el tren en el que iban se desvió del riel y sus cuerpos casi ni los reconocieron de no ser por las sortijas de compromiso que Elsa misma ayudó a Kristoff a conseguir.
La pérdida fue aún más fuerte, pero no estaba sola tampoco. Aunque sólo eran amigos en ese momento, él estuvo ahí.
Jack....
Compañero de Kristoff en la secundaria, los presentó. A ella como la modelo de la que todos hablaban en las revistas, y a él como la joven promesa del hockey que todos los equipos locales codiciaban. La atracción fue inmediata.
Él era todo luz y felicidad, ella era sensualidad, melancolía.
Los besos y las citas no tardaron en llegar justo cuando pensar en Anna y Kristoff no dolía tanto. Pensó que sería cosa de un par de meses, un año a lo mucho. Porque nunca esperó encontrar en Jack Frost su alma gemela, su mejor amigo y al amor de su vida.
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Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]
Fiksi PenggemarPorque amo las historias de amor, sobretodo si son cortas y porque Jack y Elsa son mi OTP. -Historia totalmente mía. -Para adaptaciones primero contactarse conmigo . -Es inadmisible cualquier copia parcial o total. -Los personajes no me pertenecen. ...