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Llevaba atado a ese palo más de cinco horas, con la mirada de esos niños sobre él. Todos formando un círculo con las manos y sonriendo felices. Emocionados, expectantes. Sino fuera porque esos niños lo habían raptado, amarrado y doblegado sin ayuda alguna, entonces tal vez se estaría riendo con amargura. ¡Vaya!, el temible General Fantasma se había reducido a un saco de huesos amarrado y manipulado a voluntad de unos chiquillos.

—¡¿Por qué la gente teme de ti?!

Uno de los niños, de los más pequeños que habían, terminó gritando después de cinco horas en la misma posición. Si le preguntaras a Wen Ning la razón por la cuál no se había desatado y había puesto un límite a todo eso era porque estaba anclado a ese palo, con esas cadenas con las que había sido detenido durante trece años en las regiones de la secta Jin. ¡Ah! Recuerdos incómodos. 

Trató de sonreír amable, no queriendo ofender ni revelar el lado agresivo de los niños. Antes de abrir la boca, otro de ellos gritó por detrás de su espalda.

—¡Se supone que no debemos hablar con él! ¡Debemos asustarlo!

—¡Está muerto! —Chilló una de las niñas. —¡Él ya no siente nada!

—¿Puedes hablar?

Otro niño pequeño le cuestionó, con esos ojos gigantes y llenos de curiosidad. Estaban en esa etapa de su vida, en donde las dudas abundaban y mientras más información absorbieran más felices serían. Él no se molestaría por contestarlas, por lo menos si no se encontrara en esa situación. 

De nueva cuenta se vio obligado a guardar silencio cuando otro niño exclamó: —¡Claro que puede hablar! ¡No es un inútil!

—Entonces, ¿Por qué no habla?

—¡Porque no lo dejas hablar!

—¡Cállate!

Más gritos comenzaron a resonar por los altos troncos de los árboles, justo en mitad del bosque espeso donde la luz de la luna no era capaz de alumbrar. Un sitio abandonado por lo dioses, desolado, tenebroso y, sino fuera porque estuviera muerto, tal vez se hubiera echado a temblar y llorar del susto. 

—¡¿Qué creen que están haciendo?!

El escándalo debió atraer la atención de los residentes cercanos porque, entre los troncos y matorrales, caminó una mujer esbelta, con su cabello largo amarrado en dos trenzas adornadas de lazos rojos. La túnica se arrastraba por la tierra pero no se manchaba. La piel blanca, pálida, falta de color. Mirada demandante. 

—¡Señora!

Wen Ning la analizó, tratando de encontrar algo que estuviera fuera de lugar, algo que no cuadrara dentro de ese perfecto marco de túnicas oscuras. 

—¿Por qué no han empezado? —Inquirió la mujer, voluntariosa. —Van atrasados.

—¡Estábamos a punto de comenzar!

Una de las niñas con túnica blanca gritó, con una sonrisa tatuada en su boca. Los otros gritaron en coro palabras indescifrables. Cosas sin sentido ante sus oídos. 

—Bien.

Regresando sobre sus pasos, la túnica oscura se perdió. Los niños rieron cautelosos, como si acabaran de realizar una travesura y ningún adulto se hubiera percatado de ello. 

—¡Comienza tú!

Un niño de túnicas rojas alzó la mano aún aferrada a la de la niña de túnica blanca a su lado. Todos siguiendo un patrón. Rojo, blanco, rojo, blanco. Niño, niña, niño, niña. Todos descalzos y unidos de las manos delgadas y frías. 

—¡No, comienza tú!

—¿Comenzar qué?

Callaron ante la incógnita, la voz de Wen Ning quedando sola en el vacío. Los chiquillos lo miraron asombrados, aturdidos por escucharlo hablar por primera vez después de tanto tiempo guardando la distancia prudente para con ellos. 

—¡Le prometimos a Da-ge que no diríamos nada!

—¿Da-ge?

Da-ge nos obliga hacer esto. —Una niña susurró despacio, como quien no quisiera ser escuchado.

—¿Hacer qué cosa? ¿Secuestrar personas? —QiongLin bajó la voz, tratando de unirse a los pequeños susurros de los niños, ahora temerosos. No quería asustarlos porque, un movimiento en falso significaba el final de una información que apenas iba saliendo. 

—Se enojará cuando se entere. —Atrás, con la cabeza baja otro niño habló.

—No, no. —Negó con la cabeza suavemente. —Él no se enterará de esto, pueden confiar en mí.

—Siempre se entera.

—Y siempre se enoja. 

Dos niños gemelos alzaron la voz, con la mirada oscura y perdida. Las sonrisas habían desaparecido y las risas que antes gobernaban el bosque ahora solo dejaban en su lugar esa tensión en el ambiente. Esa crudeza que hacía a los árboles temblar al compás del viento que susurraba. 

—No se enojará porque jamás lo sabrá. —Wen Ning trató de hacerlos reflexionar, cambiar una idea que tal vez ya habían decidido. —Se los prometo, su secreto está a salvo conmigo. No les hará daño.

—Lo mismo dijeron esos señores. —Una niña frunció el ceño. —Ellos nos prometieron cuidarnos, sacarnos de aquí. Liberarnos. 

—¡Pero se fueron!

—Esos ancianos nos mintieron. Da-ge tiene razón, no podemos confiar en ustedes.

—Nosotros, ¿Quiénes? —No podía dejar que dieran marcha atrás, bien sabía que la verdad estaba a unos cuantos empujones. Los niños podían flaquear con cosas burdas y, si hacía una promesa, haría lo posible por cumplirla siempre y cuando le ayudaran. —¿A qué se refieren con nosotros? ¿Los viajeros?

—¡Los humanos!

—¡Cállate Xue!

Da-ge nos va a matar, igual que a ellos. 

—¿Ellos quiénes? —Si estuviera vivo sentiría la desesperación carcomerlo vivo, pero estando muerto, ni sentía ni vivía. Estar presente jamás había sido tan frustrante en cierto modo. 

—Nuestros hermanos.

—¡Liu!

—¡Los mató! —El mismo niño, Liu, gritó. Sus ojos viajaron hasta los del General Fantasma antes de retomar la palabra. —Ellos quisieron ayudar a los ancianos pero después de ser traicionados, Da-ge los colgó en la punta de los pinos, con el estómago abierto y sin ojos. 

—Él dijo que no tenían el derecho de ver las bellezas de nuestro plano. —Una niña se le unió a su hermano. —Dijo que aquellos que no quieran ser parte de aquí entonces sufrirían las consecuencias. 

—Si me liberan —Tanteó Ning.—, Si me dejan ir, entonces podré ayudarlos. Suéltenme y déjenme encontrar a mi compañero. Los liberaremos y encontraremos un nuevo hogar para ustedes. Ninguno morirá estando conmigo.

Todos agacharon la mirada, fijos en sus pies sobre la tierra. Sus plantas manchadas de polvo y algunas con piedras diminutas enterradas en ellas. Cada uno pensaba en lo suyo. Cada uno temiendo lo propio. 

Asustada, una de las pequeñas jaló la manos derecha del niño a su lado. Negando con la cabeza, temiendo a lo que sea que el General Fantasma no podía ver, decidió rechazar la oferta. Comenzando a caminar hacia su derecha, provocando un círculo vicioso donde todos los chiquillos se veían en la necesidad de moverse con un solo impulso, Wen QiongLin se dio cuenta que había perdido la batalla. 

Una de las niñas que se había mantenido callada, estalló en carcajadas. Una reacción en cadena donde todos se sumergieron. Wen Ning se vio rodeado de un círculo de puntos blancos y rojos, echando risas incontenibles. Unos corrían y otros brincaban en una sola dirección, divirtiéndose.




AlexG.

Tu-tu-tu-tú [MDZS].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora