Capítulo 19

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Aristóteles:

Los seis días sin ver a Cuauhtémoc se sintieron como seis años, y las pocas horas que pasé en el vuelo a Cali me parecieron meses. Estaba tan emocionado de verlo, pero también un poco asustado de cómo actuaría en su propio elemento. ¿Sería como la secundaria de nuevo? ¿No tocarse, tomarse de la mano o besarse en público? Sabía que Cuauhtémoc  no había cambiado de opinión porque hablamos por Skype todas las noches, pero una conversación privada conmigo no era lo mismo que salir a comer en un restaurante. No estaba segura de cómo reaccionaría si regresará el Temo, pálido y distante en público de mi juventud.

Seguí recordándome a mí mismo que tenía que ser paciente con él. Yo había estado fuera durante varias décadas y él había estado fuera durante algunas semanas. Mis emociones estaban por todo el puto lugar, y estaba fuertemente herido cuando mi avión aterrizó. Todas mis preocupaciones se desvanecieron cuando vi a Temo entre la multitud de personas esperando para recoger pasajeros. No fue difícil de hacer con su altura y apariencia distinguida que lo hizo destacar del resto.

Mis ojos lo encontraron primero, así que tuve unos momentos para ver sus emociones genuinas mientras me esperaba. La mirada esperanzada en sus ojos y la forma nerviosa en que se mordía el labio me tranquilizaron. Entonces sus ojos encontraron los míos, y yo estaba envuelto en tanta alegría y amor que me robó el aliento. En toda mi vida, solo Cuauhtémoc me miró como si yo solo creara el universo. Había sido así
desde el momento en que dejó de luchar contra sus sentimientos por mí cuando teníamos dieciséis años. El tiempo perdido y la distancia entre nosotros ya no importaba; nos habíamos encontrado de nuevo.

Lo único más amplio que la sonrisa de Temo cuando me acerqué fueron sus brazos abiertos, listos para abrazarme. Me apretó contra su cuerpo mientras un temblor de conciencia nos recorría a ambos. El sexo por Skype fue divertido y alivió nuestras necesidades físicas, pero no pudo reemplazar la realidad. Luego tomamos un respiro colectivo y nos retiramos para mirarnos a los ojos.

Temo  miró mis labios por un breve momento antes de besarme.
–Asqueroso–, murmuró alguien mientras pasaban, pero ninguno de nosotros prestó atención.

Debo haber lucido tan sorprendido como me sentí porque Temo se rió entre dientes antes de tomar mi mano y llevarme a su sedán de lujo. No me sorprendió el elegante automóvil porque el privilegio y la riqueza rezumaban de sus poros. Hace años, podría haberme sentido intimidado por su éxito y cuestionarme si pertenecía a su mundo, pero ya no. La riqueza no había cambiado las partes de Cuauhtémoc que más adoraba.

–Hablaba en serio cuando dije que ya no me escondía–, dijo Temo cuando me abrió la puerta del pasajero. –No digo que no voy a joder de vez en cuando, pero por favor no dudes de mí–. Como para probar el punto, me besó de nuevo y dejó que sus labios se demoraran lo suficiente como para hacernos gemir suavemente a los dos.

Una vez que se subió al auto, Temo dijo: –Quería tomar un vino y cenar contigo, pero ...–
–Sirvieron una deliciosa cena en el vuelo–. La primera clase tiene algunas ventajas increíbles, y la cena de salmón y arroz salvaje que comí fue una de ellas. –Además, la comida es lo último que tengo en mente en este momento–. Me estiré a través de la consola y coloqué mi mano en su muslo, amando cómo el músculo se agrupaba bajo mi toque.

Temo se rió cuando se incorporó al tráfico que salía del aeropuerto. –Phee quería que tuviéramos una cena tardía con ellos, pero le dije que tendría que esperar hasta mañana.
–¿Piensas atiborrarte de mi cuerpo esta noche para que podamos jugar bien mañana?
–Algo así–, respondió.

Tuve que tomar un vuelo más tarde de lo que quería, lo que significaba que el sol estaba empezando a ponerse cuando el avión aterrizó, fue un hermoso telón de fondo para nuestro reencuentro. Por supuesto, quería ver a Temo en todos los tonos de luz. Eso también significaba que había pasado la hora de la cena y, conociéndolo, había estado demasiado emocionado para comer mucho.

Segundo Aire •|| AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora