Ronquidos

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La guerra finalmente había llegado a su fin y podía respirarse con tranquilidad. El gran comedor una vez más estaba lleno de estudiantes recién levantados, algunos más despiertos y animado que otros. Finalmente era el séptimo año de nuestro trio dorado quienes tomaban su desayuno en la mesa de Gryffindor como era habitual. Hermione leía de manera tranquila el diario El Profeta mientras tomaba su desayuno. Harry estaba concentrado en comer su cereal de avena en lugar de usarlo de almohada debido al sueño que aún tenía, la noche anterior se había desvelado mirando el mapa del merodeador mientras observaba el nombre de una serpiente en particular. Ron, por más raro que parezca, comía sus huevos fritos de manera distraída y lenta sin apartar la mirada de la mesa de las serpientes.

La bruja del grupo dejó el profeta a un lado para tomar su té y en ese instante se percató de la extraña actitud de su pelirrojo amigo. Se mostró un poco desconcertada al ver la falta de interés de su amigo por la comida, por lo general en aquellos momentos para Ron solo existía la comida, se concentraba en devorar lo que se sirviese frente a él pero en ese preciso momento la comida estaba en un segundo plano.

—¿Ron, estás bien? —preguntó Hermione preocupada.

Harry miró de reojo a su amigo tras la pregunta de la chica de cabello castaño. Se percató de que el chico miraba fijamente a algo o alguien detrás de él. Giró de manera sutil, entonces se dio cuenta que Ron miraba a Draco Malfoy y sus amigos fijamente. Frunció el ceño sin comprender qué sucedía.

—Sí, Hermione, estoy bien —respondió Ron antes de tomar un bocado y masticar lentamente.

—¿Seguro? —preguntó esta vez Harry no creyendo del todo, Ron no solía guardar silencio cuando miraba al trio de plata.

—¿Crees que Malfoy ronque mientras duerme? —preguntó Ron a sus amigos sin apartar la vista de Draco—. Digo, fue criado por una maldita familia rica y noble.

Hermione pestañeo confundida por las palabras de Ron.

—Hmm, creo que...

—Sí lo hace —interrumpió Harry a Hermione, dejándola sorprendida—. No muy fuerte pero lo hace. Es tierno.

Ron asintió comprendiendo lo que decía Harry.

—Oh, entonces es como nosotros, nada muy...

Ron se calló de golpe y miró confundido y perplejo a Harry.

—¿Amigo, tú cómo sabes eso? —preguntó sorprendido el pelirrojo.

Harry se sonrojó al percatarse de su desliz. Comenzó a toser de manera exagerada fingiendo ahogarse.

—¡¿Harry, estás bien?! —preguntó Hermione preocupada por su amigo, creyendo que lo rojo de su cara era por ahogarse con el desayuno.

Alzó la mano para darle tranquilidad a su amiga, pero su mente trabajaba rápido en una excusa creíble para sus amigos.

—Estoy bien —dijo tras beber el vaso con agua que le ofreció su amigo.

—¿Y bien? —insistió Ron al ver que su amigo estaba recuperado y no moriría.

—Solo fue casualidad Ron, Malfoy se quedó dormido en la biblioteca y pasé por ahí y lo escuché.

—Oh, entiendo, amigo.

—Pero Harry, si dices que no lo hace muy fuerte debiste estar muy cerca y el tiempo suficiente para...

—Hermione, no tenías una clase particular con McGonagall temprano —recordó Harry de pronto.

La chica guardó silencio y miró a Harry un instante antes de comprobar la hora.

—Sí, y si no me apresuró llegaré tarde —dijo la chica guardando El Profeta en su bolso antes de marcharse.

—Harry...

—Yo iré al dormitorio, olvidé mi tarea de runas —dijo el moreno levantándose de manera apresurada y alejándose de Ron antes de que siguiese con el tema.

—¡Pero si nosotros no vemos runas hoy! —gritó Ron en dirección de Harry cuando recordó aquél pequeño detalle.

El moreno salió rápidamente del comedor, caminó con prisa por los pasillos hasta llegar a un lugar poco concurrido. Caminó un poco más calmado, tratando de apaciguar su acelerado corazón. Camino rumbó a la biblioteca, sinceramente no le apetecía ir a clases ese día. Busco una mesa al fondo donde nadie lo molestaría. Colocó su bolso y agitó su cabello, desordenándolo aún más. Tomó asiento y liberó un suspiró. No sabía cómo sobreviviría a aquél año sin decirle a sus amigos que estaba saliendo con Draco. Aun no llegaba a la media mañana y ya estaba agotado, enterró el rostro entre sus brazos tratando calmarse. Escuchó al alguien sentarse junto a él y a los pocos segundos una mano se enredaba en su cabello y comenzaba a rascar su cuello cabelludo, liberó un suspiro de pura satisfacción.

Giró el rostro para encontrar a Draco sentado junto a él, leyendo un libro con calma y una pequeña sonrisa.

—Cualquiera diría que estás enamorado de mi si viera como me miras, Potter —dijo Draco colocando su libro en la mesa con cuidado de no perder la página.

—Me gusta cuando me dices Harry.

Draco dejó escapar una pequeña risa antes de apoyar su codo en la mesa para recargar su rostro en la mano, todo sin dejar de acariciar el rebelde cabello de Harry con la otra.

—Sí, pero tú y yo sabemos qué pasa cuando te llamó por tu nombre, y creo que la biblioteca no es el mejor lugar para ello —dijo Draco con una sonrisa lasciva, Harry rio por lo bajo.

—Sí, tienes razón.

—Potter, yo siempre tengo razón, nunca lo olvides.

Se miraron el uno al otro en silencio, disfrutando la compañía. Harry sonrió, tal vez era momento de que todos se enterasen de ellos. Y cuando el día acabase y tuviese a Draco entre sus brazos podría escuchar esos tiernos ronquidos que lo enternecían. 

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