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«Ocurren maravillosas cuando una persona, aunque sea una entre un millón, se detiene a observar a su alrededor.»


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Siempre tuve la urgente necesidad de sentirme entendido, o mínimamente, acompañado.
Todavía no tuve la dicha, sin embargo.
Los adolescentes no son los mejores seres humanos si juntamos pubertad, mala enseñanza de casa y traumas generados en la misma familia, generalmente. Esta ecuación que parece sencilla, desencadena el infierno para muchos de nosotros que sólo nos encontramos en el lugar equivocado y existiendo (también) en un mismo tiempo equivocado, dando como resultado: el bullying que nos cae de golpe y sin piedad.
Desde que tengo uso de razón me encuentro en el ojo de la tormenta, corriendo durante años de este tsunami que parece querer acabar con la poquísima salud mental que me queda.
Aunque últimamente es más díficil salir (y más fácil ser arrastrado hacia el centro del caos).
Lo rescatable de esta situación agobiante es que al menos mi madre está empeñada en no dejar que esto me afecte demasiado por mucho tiempo.
Recuerdo cada una de las cartas de quejas redactadas con furia contenida que ha tenido que entregar a los directores de las escuelas vez tras vez (y sin tener ningún resultado verdaderamente postivo) antes de que optaramos por mudarnos a una diferente ciudad para intentar comenzar de cero.
Mamá ha sido, desde muy pequeña, una de las guerreras más destacada de su época, una de las primeras feministas con las agallas suficientes para gritar que la liberación acarrea lucha constante, resistencia organizada y mucho sacrificio.
La admiro con lo más profundo de mi ser, abandonó la carrera de Leyes cuando se enteró que estaba embarazada de mí.
Mi padre nunca la quiso, mis abuelos la desterraron pues una hija suya jamás daría a luz bajo su apellido de soltera.
Decidió partir de su casa, dejando atrás su vida entera y terminó casada con un hombre que la violentó constantemente hasta que yo nací y tomando nuestras cosas, jamás volvió.
Mamá suele decirme que se volvió feminista por su propia historia de vida.
No suele hablar de mi padre y la historia de cómo fui concebido es un poco difusa pero estoy casi seguro de que no es un relato agradable de contar, estoy seguro de que la palabra «amor» no está de por medio, más teniendo en cuenta que ella era una joven de a penas dieciocho años y él le llevaba más de quince.
La adoro, nunca he tenido dudas de su amor por mí, sin embargo he sabido desde siempre que la maternidad la condenó injustamente de por vida.
Por eso corremos de Estado en Estado cada vez que una nueva oleada de bullying azota nuestro hogar queriendo derrumbar todo nuevamente. Porque me ha enseñado que desistir ante el opresor jamás es una opción.

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La verdad, no entiendo qué componente tiene mi sangre que atrae a todo tipo de abusador.
Es como si mi simple presencia en una sala pudiese atraer con el olfato a los más viles y crueles seres humanos.
Suspiro.
No soy el típico chico que se ve en las películas que es blanco de burla por su estereotipo de "nerd".
Me visto normal, camino normal, mis notas son normales, mis gustos son mundanos, me baño y peino como todos los demás... soy uno más... Hasta que ellos me encuentran.
Esta es la segunda Universidad a la que me reasigné en el año.
Independientemente de cómo salga, esta vez no me voy a ir. No puedo.
Mamá se reinscribió en una Universidad de Leyes a unos cuantos kilómetros de aquí y vivimos juntos en una casa comprada en cuotas que nos queda a ambos de camino.
Nunca me deja irme lejos por mucho tiempo y esta vez me propongo no causar un alboroto mayor. No puedo continuar depositando carga de mi vida en ella ni en nadie más que no sea yo mismo.
Tomo valor y me adentro en el gran salón de conferencia donde la clase de Química Avanzada va a desplegarse, aún está vacía y aprovecho el espacio para elegir un lugar lo suficientemente apartado para poder retirarme rápidamente en caso de ser necesario.
No soy un cobarde pero ya estoy acostumbrado a tener que huir y esto siempre me pone triste porque mis calificaciones y aptitudes me dan tanto o igual derecho de estar aquí como cualquier otro.
Cierro los ojos y mi cabeza cae hacia el respaldo de mi asiento, estoy agotado y sólo llevo una semana de empezadas las clases, si sigo así voy a morir de estrés.

obsérvame ↝ mark leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora