Capítulo 4: la verdad

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El niño que había visto en la ventana el día que llegaron

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El niño que había visto en la ventana el día que llegaron. Sorprendida, lo miró de arriba a abajo: llevaba la misma ropa que le había visto ese día, con la diferencia de que esta estaba rasgada y con manchas de algo así como sangre seca. Su pelo estaba ligeramente alborotado, y sus pies descalzos, a pesar de que hace unos día había llovido y aún estaba algo fresco.

Ojeó su rostro, y encontró un moretón morado en su ojo izquierdo, al igual que arañazos en sus pómulos. Venía acompañado de su madre, la vuál lo tenía de la mano. A ella también la miró de arriba a abajo: su largo vestido transparente de un color celeste, estaba también levemente manchado con gotas de sangre. Otra cosa que había notado ojeando su rostro, fue que ella también tenía moretones en su frente y pómulos. Y, ante eso, frunció el ceño. ¿Como puede ser que una mujer y un niño estén tan golpeados?

-¡Lucía! -saludó su madre.

-Hola, Alice -le devolvió el saludo Lucía.

-¡Que sorpresa! ¿Qué hacen por acá? -le preguntó, algo confundida.

-Vine a traer a Manuel -lo señaló -ya sabes... por lo que te conté -la miró comprensiva, y Alice asintió.

Bia las miró confundida. No sabía que es lo que Lucía le había dicho su madre pero, por las miradas que se dieron, tenía que ser algo confidencial.

-Ok, claro, no hay problema, pasa -Alice se hizo a un lado, y Manuel, algo inseguro, le soltó la mano a su madre, pasando. La mamá de Bia, cerró la puerta y volteó.

-Sientéte como en casa, Manuel. Bia, ¿porqué no lo llevas a la sala? -le preguntó a su hija y Beatriz asintió.

-Claro, ven -le pasó por un lado, y se dirigió a un pequeño pasillo. Manuel, que todo este tiempo se había mantenido con la cabeza baja, sin levantarla ni siquiera para saludar, la siguió, sin quitar su vista del suelo.

Al llegar a la sal, Bia llamó su atención.

-Bien, aquí está el sofá, puedes tomar asiento y ponerte cómodo -la levantó e inspeccionó la sala, la cuál era hermosa: las paredes eran blancas. Cuadros, que parecían hechos a mano, colgaban de ellas.

A unos pasos de distancia, estaba el sofá, también blanco, decorado con cojines rosado pastel,. Frente a este, estaba posicionada una mesita de té, con un hermoso florero en el centro. De la mesita de té en frente, sobre un modular con cajones, había un enorme televisor que parecía de dos pulgadas mínimo.

Miró hacía arriba, encontrándose con un enorme y brillante candelabro de vidrio, posicionado en el centro y eso si que le sorprendió. Era la primera vez que entraba a esa casa. Siempre la había visto por fuera pero, desde que se mudó la familia Laguardia, el hpgar había quedado solo, hasta que llegaron ellos. Se sintió algo sorprendido pues, la casa era muy lujosa y, eso lo llevó a preguntarse: ¿vivían las dos solas allí en esa enorme y lujosa casa?

Cambiaste Mi Vida (Binuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora