Capítulo 4

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27 de septiembre: 58 días y 3 horas desaparecida.



     Quince minutos más tarde, Shay y yo nos encontramos sentados frente a frente en una mesa en la cafetería, ella estaba riendo por algo que dije y yo me encontraba extrañamente cómodo conversando con ella, dejando atrás la timidez que por alguna razón surgía siempre frente a ella. Teníamos frente a cada uno nuestros pedidos que venían en tazas calientes, yo como siempre ordene un sencillo café con leche al que le agregue solo una cucharadita de azúcar; en cambio Shay tenía la taza de café llena con todas las especificaciones que indico ella hace unos minutos a la camarera que intentaba anotar rápidamente, nunca había conocido a alguien que fuera tan quisquillosa a la hora de ordenar, porque recopilando todo lo que dijo, su orden era algo así: «un café grande con vainilla en polvo, una bebida en base de crema con leche de soya a una temperatura exacta de 34 grados, endulzado solo con miel de agave, o en caso de que no haya usaran azúcar en bruto».

     —Se lo que piensas. Soy... algo obsesiva algunas veces —dice Shay y sé que se refiere a su peculiar orden. Se le nota un poco avergonzada de esto, sus mejillas están algo ruborizadas y no me mira cuando lo dice, sino que mantiene sus ojos enfocados solo la taza que sostiene entre sus manos.

     —No te preocupes, si me parece algo peculiar, pero te entiendo. En realidad no me gusta el café que hacen los demás, tiene que ser café venezolano y debo hacerlo con mis propias manos para que me agrade el sabor, sino le consigo solo defectos... precisamente como el que tengo entre mis manos­ —digo intentando animarla un poco, y lo logro ya que después que hablo sube su mirada hacia mí y puedo ver de nuevo su sonrisa acompañado de una suave risa a la que me uno también.

     Estuvimos dos horas hablando en la cafetería, hablando y riendo la mayor parte del tiempo, y a pesar que la razón de este encuentro era un intercambio de anotaciones de la clase, en ningún momento sacamos nuestros cuadernos o hicimos mención alguna del asunto. Pero aunque estuvimos todo ese tiempo compartiendo solo nosotros dos, no pude evitar sentirme decepcionado por no conocer de ella todo lo que me habría gustado y por lo que me sentía curioso; según pude descifrar, Shay no se mostraba muy interesada en contar aspectos personales, más allá de datos básicos que surgieron en la conversación. Supe que estudiaba la misma carrera y cursaba el mismo semestre que Andrew; tenía 23 años y vivía en Salisbury, Wiltshire —lo cual ya suponía debido a que esa fue la estación en la que abordó el tren ayer—. Lo que más me entretuvo de la charla fue cuando mantuvimos un pequeño debate amistoso acerca de nuestros libros favoritos, ya que al igual que yo, mantenía un gusto especial a la literatura. En el momento que se tuvo que ir, para mi satisfacción prometimos volver a repetir esta ocasión, aunque no le pusimos fecha exacta al próximo encuentro debido a que por el comienzo de las clases, Shay alegaba que estaría muy atareada por las asignaciones, pero que de igual manera nos mantendríamos en contacto a través del celular —dijo esto luego de intercambiar números, por supuesto—.

     Ya eran las 6 de la tarde y soplaba un frio aire en el ambiente, caminando a través del campus con una sonrisa en el rostro pensando en mi más reciente triunfo con la chica linda que había visto en el tren, luciendo tan feliz que seguro daba un aspecto algo escalofriante o gracioso para quien sea que mirara luciendo una sonrisa de oreja a oreja.

     «Buenas tardes cuerpo estudiantil de Kent, se le recuerda a todos los universitarios que deben mantener el código de seguridad pautado y cumplir con la nueva normativa, siendo la más importante el respetar la prohibición de salidas después de las 10 de la noche. A todo aquel que se vea luego de esa hora en el campus, será custodiado por el cuerpo privado de seguridad y tendrá altas consecuencias que pueden llegar hasta la expulsión de la universidad. Así mismo queda completamente prohibida toda clase de reuniones sociales, como fiestas tanto en fraternidades, hermandades o incluso en los recintos alrededor del campus. Recordemos que su seguridad es nuestra prioridad, y necesitamos de su colaboración para lograr que la integridad física de todos los alumnos y personal universitario este intacta. Muchas gracias por su atención y una vez más, bienvenidos a este nuevo semestre en la Universidad de Kent.»

     El comunicado que el decano ha hecho reproducir por todo el campus desde ayer, vuelve a sonar a todo volumen por los altavoces; a todos los estudiantes nos hicieron la entrega en las distintas clases de la información de estas nuevas normas que debemos acatar. Éstas ya las conocía ya que fueron ordenadas de imponer por la alcaldesa del condado, quien como había mencionado antes es la madre de Beth, por lo que ya anteriormente ella nos había puesto al día con este nuevo reglamento. Son básicamente ciertas restricciones para evitar en especial la vida nocturna sin vigilancia entre los alumnos por temor a que una situación como la de la desaparición de una estudiante vuelva a ocurrir. pero igual para evitar propagar más el pánico entre el cuerpo estudiantil, existen ciertas libertades que un son permitidas, por ejemplo, aunque no se puedan organizar eventos sociales en las casas o residencias por la difícil accesibilidad que tenían personas del exterior del campus a estas; seguían abiertas los clubes nocturnos con los que contamos en la universidad, por supuesto no sin antes aumentar la seguridad de esta, y restringir bastante el acceso de ingreso a este, solo permitiendo entrar a estudiantes que comprueben que son alumnos actuales de la universidad, tal es el caso de mostrar nuestro carnet estudiantil. Aunque la situación era bastante preocupante, no podía evitar que una pequeña parte de mí se alegrara de estas nuevas normas, porque eso significaba que no me vería obligado a asistir a la tan ansiada fiesta de Halloween.

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