Mi país estaba gimiendo

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Mi país está gimiendo por dentro. Cada vez que salen a las calles es un intento por destapar una ola de presión que albergaba cargas históricas pesadas. Mi país quiere encontrar la salida, en un puerto de indiferencia, indeterminación, e infinidades de opiniones que no han encontrado consenso alguno. Las páginas de historia se han quedado cortas para describir los capítulos de dolor de un país algo complejo, pero muy bello. Mi país vale oro, pero, por lo mismo, parece que las tenazas del egoísmo, la violencia, y la debilidad humana asotaran su valía.
Mi país se ha quebrado, y aunque el mundo lo sabe, los esfuerzos internacionales se perciben algo pequeños o lejanos... A un contexto de conflicto que solo lo vive o percibe el que respira territorio colombiano. Anteriormente, desde hace 50 años se decía que el conflicto era más presente en aquellas montañas donde el gallo canta, y la brisa moja de madrugada.  Pero ahora, el conflicto que antes era ajeno al citadino, se ha vuelto tema de su interés y preocupación. Pues, debido a un transporte colapsado o la inseguridad social general, las actividades que antes eran normales, se han alejado del disfrute del individuo. Parece que se ha priorizado el "sobrevivir" sobre el "vivir y disfrutar". Mi país gime por dentro por las incontables masacres y desapariciones que solo se viven en el país de los contrastes y, un poco, de las incongruencias. Muchas vertientes multidireccionadas se esbozan en mi cabeza cuando pienso en la situación de mi país. Cada vertiente es una forma de pensar, de actuar, de opinar. Un individuo diferente a su prójimo que ojalá se tolerara desde lo profundo de su corazón. Es el país donde las golondrinas guardan silencio, mientras hombres y mujeres con sus alaridos busca y pide soluciones de humanos.
Aveces puede ser gustoso vivir en un país así... aveces implica sobreponerse y ser super fuerte.
Cuando las críticas sin piedad entre conciudadanos se imponen sin filtro alguno, de por lo menos no hacer al otro lo que no me gustaría que me hicieran, se destruye la armonía, la poca que hay.
Los sonidos de las bocinas son la extensión de los gemidos de un pueblo que no aprendió todavía a dialogar. No porque no pudiera físicamente, sino porque no fue escuchado como debía en su tiempo. Y si hubo intentos de ser escuchado, las voces del pueblo que gime por dentro no encuentran otra salida que decir "basta ya". Un cambio merece mi país.  La historia está para aprender de ella, y para no repetir los mismos errores del pasado. También está para ser reescrita por generaciones de verdadera paz.

El país que está gimiendo.

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⏰ Última actualización: May 26, 2021 ⏰

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