Capítulo 14. Compartiendo techo

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Pidieron unas pizzas porque era tarde y a Adriana no le apetecía cocinar.

Lo primero que hizo Adriana fue enseñarle a Gabriela la habitación de invitados donde iba a dormir. Era una habitación muy sencilla pero a la vez acogedora.

Gabriela aún no se creía que fuera a pasar unos días en casa de Adriana. Ni en sus mejores sueños lo hubiera imaginado. Aunque a decir verdad, le decepcionó que Adriana le dijera que iba a dormir en la habitación de invitados. Pensaba que después de lo que había pasado entre ellas en esa consulta, ella daba por hecho que dormirían juntas. Pero estaba claro que se equivocó. No sabía si sería capaz de poder pegar ojo sabiendo que tenía a la cirujana a unos pocos metros de ella, y no poder tocarla, besarla ni abrazarla.

Adriana también tenía unas ganas inmensas de dormir con Gabriela. Estaba desesperada por dormir abrazada a ella y sentir todo su cuerpo pegado al de ella. Pero no quería que pensara que sólo la quería para eso. Así que declinó la idea de preguntarle si quería dormir con ella.

-Gabriela, ¿quieres ducharte antes de que lleguen las pizzas? - si necesitas ayuda, lo haré encantada.

-Gracias Adriana. Necesitaré una toalla. Y bueno, lo voy a intentar sola. Si veo que no puedo, te aviso- Si Adriana la había tirado prácticamente a los brazos de Alba, quizás lo mejor era no complicar las cosas e intentar no tener nada más con Adriana. Necesitaba pensar. Además, si llegaba a tener a Adriana con ella en el baño sabía que sería incapaz de hacerse cargo de sus propios actos.

-¡Si, por supuesto! Iré a cambiarme de ropa y si me necesitas, pega un grito - le contestó Adriana.

Adriana estaba dolida todavía con las palabras de Gabriela. Pero lo que ella no sabía es lo que sabía Gabriela de boca de Alba, que Adriana le había ayudado a Alba para que ésta saliera con Gabriela.

Igualmente Adriana se moría de ganas por ver desnuda a Gabriela, por ayudarla a ducharse, por pasar sus manos llenas de jabón por todo su cuerpo...¡Joder! otra vez tenía las bragas húmedas. Tendría que pensarse seriamente en meter en el bolso otras bragas de recambio cada vez que tuviera cerca a Gabriela.

Lo que había pasado en la consulta, la tenía loca. Había sido maravilloso e incomparable. No podía quitárselo de la cabeza. Ya empezaba a tener más clara su sexualidad con todo lo ocurrido. No le quedó ni la más mínima duda de que le encantó lo que pasó en la consulta con la morena y para ella había sido la experiencia más especial y sensual que había vivido en su vida. Desde luego Gabriela era una máquina sexualmente hablando. La ponía a mil. Que la auxiliar hubiera tenido el control de su propio orgasmo la había excitado muchísimo. Tuvo que reconocer que le encantó que Gabriela la dominara y mandara. A lo largo de su vida, había tenido ella el control de todo lo que pasaba a su alrededor, pero ahora con Gabriela, en el terreno sexual, no le importaba ser sumisa y dejarse llevar por lo que la otra le pidiera. Estaba descubriendo un mundo totalmente nuevo para ella. Lo que había tenido con Gabriela no se podía comparar a cualquier encuentro que hubiera tenido con cualquier hombre. Cualquier beso o incluso roce con los labios de Gabriela ya superaba con creces a cualquier acto sexual que había tenido con sus ligues masculinos.

Gabriela comenzó a ducharse. Caía sobre ella un buen chorro de agua caliente. Empezó a enjabonarse como pudo, ya que le dolía todo el cuerpo y con el potente chorro golpeando su piel, podía llegar a ver las estrellas. El dolor que sintió no le impidió pensar en lo que había pasado en la consulta con Adriana. ¡Carajo! ¿cómo una mujer podía empaparse tanto?. Se había excitado muchísimo tocando y besando a Adriana. Su cuerpo la extasiaba. Aún sentía el olor de los fluidos de Adriana en su mano,o eso pensaba. Rápidamente empezó a humedecerse, se masajeó con ambas manos los pechos y soltó algún gemido que otro. Por lo que acabó por masturbarse pensando en Adriana, en sus suaves labios, en su lengua juguetona, en sus pechos firmes y grandes, en sus duras nalgas y sus muslos también consistentes. Lo que no sabía es que Adriana justo pasaba por el pasillo y justo escuchó el primer gemido de ella, por lo que pegó el oído a la puerta que se encontraba cerrada y empezó a imaginarse a Gabriela masturbándose. Creyó que se iba a correr ahí mismo solo con oírla. Sin ni siquiera llegar a tocarse.

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora