H E A R T E C H

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Soy un hombre del mundo, vago desde las arenas de Shurima hasta las heladas mortales del Freljord, todos los lugares tienen su encanto, aunque de algunos probablemente ni salga con vida, es la adrenalina de la aventura, siempre estuvo en mi sangre. Pero, siempre regreso al mismo punto, el lugar en donde nací: Piltóver, la ciudad del progreso. Llevaba años sin verlo sin embargo, se siente como si hubiese estado fuera por menos tiempo.

En la entrada de la ciudad estaban los mercaderes, soltando "ofertas" por sus bocas.

—¿¡Ezreal, eres tú!?

Si no me conocieran bien en esta ciudad pensarían que soy un vagabundo por el aspecto que tengo ahora.

—¿¡Encontraste algo!? ¿¡Tienes algo para mí!?

Me deshice de la tela y los googles que cubrían mi rostro.

—No, Sifus, no tengo nada para ti, sólo estaré aquí un rato y me iré.

—¿¡No te interesa comprarme algo!? ¡Robé algunas cosas de los riquillos de Piltóver!

Simplemente por curiosidad le eché un vistazo a su puesto.

—Esta vez sí encontraste cosas buenas, pero no es lo que me interesa...—Agarré una joya que captó mi atención, un anillo dorado con tres diamantes azules, el del centro era más grande y tenía grabado "E & S" dentro de este.

—¿¡Te interesa!? ¡Las extranjeras son fáciles de manipular con un anillo de estos a la mano!—Han pasado años y nunca creí que volvería a verlo.

—No—Escupí abruptamente. Lo solté sin cuidado y él lo agarró como si fuera el más preciado tesoro.

—¡Cuidado con mi mercancía!—Me sacó la lengua, y sólo me retiré para al fin poder descansar de un largo viaje en mi mansión.

Por las calles, varias personas me saludaban, otras me veían como si realmente fuera un pordiosero mientras se tapaban sus fosas nasales.

—¿Ezreal?

Reconocí la voz de dos personas.

—¿Vi? ¿Cait?

—Cuánto tiempo—Nos acercamos uno al otro.

—¿Estuviste afuera como un año?

—Tres, creo.—Mencioné.

—Este es tu viaje más largo—Vi se cruzó de brazos.

—No realmente.

En pocos años las personas pueden cambiar mucho, eso lo tengo más que claro, ellas dos se veían bien, noté que en la mano izquierda de ambas tenían un anillo dorado.

—¿Se casaron y no me invitaron?—Sonreí ante la posibilidad.

—Aún estamos en eso. Aún quiero ver si la puedo aguantar bajo el mismo techo—Dijo la sheriff.

Reí ante el comentario.

Los tres realmente no nos llevábamos tan bien hace muchos años, ellas eran la ley y yo un joven aventurero y rebelde que metía sus narices en todos lados. Me alegra poder llamar amigas a estas dos personas que me apoyaron en los momentos más difíciles.

—¿Te gustaría acompañarnos en la cena? A Vi le toca cocinar... Pero báñate primero, has de oler a alguna criatura extraña que te tragó y te tuvo que escupir por tu mal sabor.

—Je, gracias, pero sólo estoy de paso—Me rasqué la nuca.

—Anda, hace mucho que no te vemos—Me golpeó amistosamente el hombro.

—Bien, ok, pero sólo porque amo cómo cocinas.

—No te preocupes por estar solo con nosotras, invitamos a Jayce también.

H E A R T E C HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora