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Sexto Recuerdo

Habían estado de esa forma por varios minutos, el menor ya había soltado todas las lágrimas que había estado reteniendo por tanto tiempo. Ahora se daba cuenta de la cercanía que tenía con Volkov, por lo que sus mejillas ardieron de la vergüenza. Volkov no le dio importancia, porque pensaba que el sonrojo era debido al llanto reciente.

— Lo siento — volvió a decir el chico, a pesar de haberlo repetido cada que su voz le permitía.

— Joder, Horacio, ya le he dicho que no fue su culpa — repitió el ruso soltando una pequeña risa ante lo obstinado que era el menor.

A pesar de haberle repetido durante los últimos minutos que no lo culpaba, el chico seguía disculpándose, y ya no sabía qué hacer para que dejara de hacerlo. El menor se le quedó viendo embobado al ruso, por la risa que había soltado, aumentando su sonrojo cuando se vio descubierto por el otro. El ruso al percatarse de que las lágrimas del menor se habían deteniendo, retiró ambas manos que habían estado quitando las lágrimas de sus mejillas.

— Escúcheme Horacio — pidió viéndolo directamente a los ojos —. Sabía que usted estaba pasando bajo mucha presión, y sé que usted es una persona muy amable—. Tomó una bocanada de aire para continuar — Es por eso que creo que el disparo no lo hizo con mala intención.

— Yo solo intentaba que usted se alejara, pero —carraspeó para quitarse el nudo en la garganta— no esperaba que "Pogo" tuviera un arma—. Desvió la vista del ruso y continuó— No pude hacer nada cuando lo vi sacar el arma, me quede paralizado, lo siento mucho Volkov.

El mayor puso una mano en la rodilla del chico, apretándola, captando su atención — Si vuelve a disculparse, me va a tener que comprar una botella de vodka, y de las caras.

El sonrojo del menor aumentó por la acción del ruso, y solamente pudo asentir dirigiendo su mirada al suelo, totalmente avergonzado.

— Es tarde — dijo viendo el reloj en su móvil. — ¿Le llevo a su casa? — Levantó la vista para ver al otro, esperando su respuesta.

El menor dudó por un minuto, pensando que probablemente las llaves que dejó en el piso de las escaleras ya habían sido recogidas por algún guardia de turno, y tendría que dar muchas vueltas por las instalaciones con tal de solicitarlas de vuelta. Por lo que solo asintió levemente al ruso. Al obtener respuesta del menor, Volkov se levantó del sillón arreglándose un poco la ropa que había quedado arrugada. Siendo seguido por el menor que realizó la misma acción.

Se dirigieron al coche del ruso y emprendieron camino rumbo a la dirección que daba el menor. Durante el trayecto no hablaron de mucho, ni se dirigieron la mirada, hablando solamente cuando el ruso pedía algunas indicaciones del camino al menor. Cuando llegaron al destino, el chico le agradeció por todo, recibiendo un "no hay de que" del ruso con una pequeña sonrisa en sus labios. El menor aturdido por la sonrisa del otro, se bajó del coche y caminó hacia su casa. El ruso se retiró una vez que se aseguró que el menor se encontraba dentro de su casa. Esa noche, el federal no necesitó ingerir alcohol para poder dormir, porque haberse desahogado toda la noche lo cansó tanto que en cuanto hizo contacto con su almohada se introdujo a un sueño profundo y sin pesadillas que lo atormentaran.


Pasaron tres días desde ese momento que compartieron en las oficinas del FBI. El federal aún no se reportaba para la reunión pendiente, y Kovacs ni Volkov querían presionarlo con ello. Preferían esperar a que él se sintiera preparado para realizarla.

Kovacs se encontraba haciendo perímetro alrededor de un badulaque, revisando los tejados de los edificios colindantes en busca de un posible tirador. Se trataba de un Código 3, que tenía pinta de terminar en persecución por la Hakuchou estacionada frente a la puerta de la tienda y de los cuatro rehenes que se encontraban dentro del recinto. El encargado de las negociaciones, en este caso, era el actual Jefe de la LSPD, Viktor Volkov.

〖 Don't say it again 〗- VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora