Parte I: Capítulo 3

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Después de su visita a la universidad, había contactado a Sandrine Weisz, su tutora, para que le ayudara a recolectar todos los documentos que le estaban solicitando, dándole toda la información que le habían proporcionado. Afortunadamente, su tutora entendía más de todo eso que ella misma.

Sandrine era joven, lo que le valía que muchas personas dudaran de su capacidad como tutora debido a su edad, sin embargo, era capaz de callarle la boca a cualquiera que dudara de su conocimiento. A Circe le encantaba que lo hiciera, odiaba que la gente juzgara por mera apariencia y Sandrine siempre había podido mantenerlos a raya cuando se sentía menospreciada por ese hecho.

Había casi 15 años de diferencia entre ellas, pero Sandrine tenía una apariencia tan jovial que parecía tener menos edad y cuando ambas llegaban a salir, parecían simplemente un par de amigas; hubieran podido parecer hermanas, pero Sandrine tenía características físicas bastante diferentes a las de su alumna: Una lacia melena de cabello rubio y ojos almendrados de color café, lo único que compartía físicamente con Circe era su baja estatura, lo cual también ayudaba a su look juvenil.

Se había hecho cargo de la educación de Circe desde que tenía 12 años y se había dado por sucesión, la tutora antecesora a ella había sido su amiga y, al tener que mudarse de residencia, le pidió que se encargara de la pequeña, era a la única que consideraba capaz de seguir con su labor, debido a la peculiar situación. Tenía poco tiempo de experiencia cuando comenzó con la educación de la niña, no obstante, se esforzó mucho por continuar aprendiendo mientras iba enseñándole.

Cuando había aceptado el trabajo de tutora y su amiga le había dicho que era un ambiente peculiar, pensó que quizá exageraba, pero poco tiempo después de haber comenzado con su enseñanza, realmente creyó que la familia White era un poco rara. Circe únicamente tenía a su madre y a su tía, ya que para el tiempo en que llegó a su vida, su abuela ya había muerto y nadie mencionaba a su padre. Cuando trató de indagar sobre ese asunto con Glenda White, le dijo que eran temas que no eran de su incumbencia y que nada tenía que ver con la educación de su hija, algo con lo que no estaba de acuerdo, pero aun así, decidió no volver a preguntar sobre el tema.

Su casa era enorme, era de dos pisos con fachada color crema, detalles en blanco y techo de tejas en color ladrillo. Mirabella, la tía de Circe, podría haber vivido ahí sin problema alguno, tenían espacio suficiente para las tres, aunque el hecho de que las hermanas White vivieran separadas era otro de los temas que no debían tocarse en la casa por orden de Glenda. Cuando visitaba la casa para impartir la clase, generalmente sólo pasaba a la biblioteca o a la sala, algunas veces a la cocina, si Circe o su madre le ofrecían algún refrigerio; en ocasiones, que cada vez se volvían más frecuentes, Circe insistía en que estudiaran en el enorme jardín trasero o en su propia habitación, que se encontraba en el primer piso.

Circe siempre había sido una niña bien portada, casi rozando en lo retraído, por lo menos en presencia de su tutora, aunque, para su alivio, con el tiempo había ido abriéndose a ella poco a poco, a pesar de que nunca tocaba temas demasiado personales. Su habitación, de hecho, siempre estaba totalmente ordenada, todo estaba invariablemente en su lugar cada vez que visitaba la habitación: Todos sus juguetes ordenados y divididos en estantes, un librero repleto con los libros acomodados por tamaño, la cama siempre estaba hecha, su clóset con la ropa acomodada por colores y los zapatos en sus respectivas cajas.

Algo de esa perfección a su alrededor dejaba a Sandrine algo inquieta, además de que, a pesar de que la niña solía mostrarse más bien entusiasta cuando estaba con ella tomando las lecciones, la había observado atentamente cuando se encontraba cerca de su madre y, por lo general, siempre estaba en silencio, con la mirada ausente y sin alguna expresión que pudiera delatar los verdaderos sentimientos que guardaba hacia ella. Por su parte, Glenda se mostraba la mayor parte despegada de su hija, lo cual parecía tener algún efecto en su comportamiento perfeccionista.

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