11: Ying y Yang rojo

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Kurapika's POV

Mi infancia había sido hermosa. Recordaba cada segundo de mis vivencias con alegría y orgullo, pues no podría haber tenido mejores padres o una mejor educación. Era quien era gracias a ellos y mi formidable persona se había moldeado con cada palabra, abrazo, cariño y hasta regaño de ambos Kurta. Después de todo se trataba de unos descendientes del Clan más bondadoso y hermoso que había conocido. En aquel pueblo en el que milagrosamente me había tocado nacer reinaba la armonía: su pequeñez y lejanía con los asentamientos humanos lo volvían un mágico mundo aparte.

A pesar de no tener hermanos, jamás me había sentido solo. Pairo y la maravillosa Gen Araki -descendiente de otro grandioso clan- siempre me acompañaban en mis aventuras y travesuras. Cada momento a su lado valía más que el oro, las risas y lloriqueos compartidos no tenían precio.

 Pairo era un niño bastante básico y tranquilo, éramos grandes amigos porque nuestros gustos y personalidades eran similares; con Gen era todo lo contrario. La pequeña azabache era un terremoto en movimiento. Vivía saltando, correteando y rompiendo cosas a la vez que nos arrastraba a cualquier tipo de "peligro". Muchas veces nuestras tres personalidades chocaban mucho: Pairo siendo el correcto, Gen la "rompe reglas" y yo el neutral. Los quería tanto a ambos que no podía tomar un lugar.

Esa era mi vida y siempre lo había sido. Levantarme, desayunar con mamá y papá y educarme junto a él mientras que muchas veces mi madre tenía juntadas con sus tan charlatanas amigas -buenas pero algo raras, pues siempre me toqueteaban y mimoseaban-. Por las tardes siempre salía a jugar y "entrenar", Pairo estaba presente todos los días hasta que anochecía, no era así con Gen ya que la azabache se presentaba sólo algunas veces por semana al ser de un Clan algo alejado. 

Los Araki: los planetas se habían alineado para que dos pueblos se amigaran justo a mi edad. Mientras el líder de los Araki paseaba en su auto, terminó cruzándose inevitablemente con el pueblo de los Kurta. No era difícil admitir que ellos estaban muchísimo más "humanizados", la cara de mi padre al ver un auto como el de ellos por primera vez estaba grabada en mi cabeza. 

El auto de el padre de Gen quedó estancado en un pozo de barro ya que el día previo había llovido. Mi padre estuvo ahí para ayudarlo y además para aliar a dos pueblos vecinos que no se conocían: eso trajo la tecnología a los Kurta y también, generó para mí un aumento de familia. En aquel entonces veía a aquellos cuatro como mis tíos reales.

El primer día que conocí a Gen fue cuando fuimos invitados por primera vez a su hogar ya que los Araki deseaban agradecerle a mi padre con un gesto más formal. No esperaba encontrarme allí a una pequeña y adorable muchacha de ojos escarlata al igual que los míos cuando utilizaba mis "poderes". Mientras que yo era un enano y tímido chiquitín, ella era una extrovertida y loca chiquitina. Al verme tan sólo gritó "¡Soy Gen! ¿Vamos a jugar'" y nuestra relación se afianzó al instante.

En cuanto fui creciendo un poco la conexión que para mí solía ser igual tanto con Pairo como con Gen cambió. Era igual, pero algo era extraño: cada vez que me enteraba que Gen venía me alegraba como un loco y ordenaba todo mi cuarto para también asegurarme de estar completamente impecable.

 ¿Eso lo hacía con Pairo? para nada, no me importaba. Para ese entonces no entendía el por qué de eso y me ponía algo triste, ¿Sería que ya no quería tanto a Gen y ya no me sentía cómodo con ella, o acaso la quería más que a Pairo? No deseaba marginar a nadie pero todo se sentía distinto: si pensaba en la azabache, mi corazón latía con rapidez y sonreía al instante o hasta quizás solo me sonrojaba. ¡Estaba loco!

No fue hasta que perdí todo y me tocó madurar cuando lo entendí. Día a día me lamentaba por la muerte de todo mi Clan, mi familia y mi gran amigo. Sentía que no había ninguna clase de esperanza para mi persona. Al recordar a Gen y pensar que quizás aún seguía con vida las ganas de seguir luchando volvían a mi cuerpo. Gen, la hermosa Gen, la persona que alegraba todos mis días. Ella me comprendería, me abrazaría y me daría tranquilidad. Con Gen deseaba pasar el resto de mi vida y por supuesto, ¡Que nadie me la arrebatara!

Gen me gustaba.

Paso tras paso, noches de lluvia, días de sol que te quemaban hasta los huesos, momentos en los que no había nada de comida: ¿Dónde estaba Gen? ¿Estaba bien, estaba cerca, estaba lejos? Jamás había encontrado su cuerpo entre los Araki. Me obligué a buscarla entre ese río de sangre para rendirme, sorpresivamente, jamás la encontré entre ellos. Ni siquiera al lado de Gemma.

Una familia me acogió. Fui alimentado y también me otorgaron los recursos suficientes para educarme y ser entrenado: quería encontrar a Gen y más que nunca, quería ganar fuerza para vengarme de esos atroces monstruos que me habían arrebatado todo: el Gen'ei Ryodan. La ira en mi interior crecía cada vez más con el pasar de los días, la luz de aquella brillante azabache era la única que me sostenía. Si llegara a enterarme que estaba muerta, temía que mi cordura se perdiera. Algo en mí me aseguraba que no.

Después de muchos años tratando de crecer -no sólo físicamente sino personalmente- me tocó afrontar un gran reto para acceder a más información. Los Hunters podían pasar a zonas prohibidas con su registro y también tenían el permiso de matar sin ser juzgados por las grandes fuerzas policiales. Sobre todo, también podían acceder a una gran red de información confidencial que aumentaría mi control sobre la Araña y me daría más posibilidades de encontrar a la muchacha que tanto buscaba.

Con éxito, a los dieciséis años pasé el examen de Hunter y me hice uno hecho y derecho. Conocí también a tres amigos que me dieron su mano en momentos de mucho temor aportándome confianza y bondad. Después de todo lo ocurrido, temía mucho que me volviera a pasar lo mismo pero sin importar qué, Leorio, Killua y Gon se plantaron ante mí con todas sus fuerzas. El amor volvió a mi en menor forma y me dejó algo más blando. Teniendo todo en mis manos deseaba cumplir mis objetivos a toda costa.

Así fue como se me abrieron miles de puertas: trabajar para una millonaria empresa, conocer y vigilar al Ryodan y también tener a gente querida en mi vida. Con su ayuda pude así derrotar a un miembro de aquel asqueroso grupo que tanto repelaba, eso me hizo sentir que llevaba algo que debía aniquilar sí o sí al infierno. Una ofrenda de agradecimiento, y quizás así también la atención de Gen, por donde sea que estuviera, sin embargo, no sucedió.

El tiempo pasó y siguió pasando. Los chicos se mantenían a mi lado así como también nuevas personas que había conocido en la empresa Nostrade: Melody. Una increíble chica que carecía de maldad. El estar rodeado por bondad me hacía sentir presionado. ¿La merecía después de haber dejado solo a mi Clan? ¿Podía sentir aquello sin haber encontrado a mi querida Gen? El hilo que tanto me había sostenido por años comenzaba a opacarse. Ese brillo que luchaba contra mi ira se apagaba cada vez más y más. ¿Cómo podía seguir sin ella sabiendo que estaba rondando por alguna parte del mundo?

En uno de esos tantos simples días cuando la ira me ganaba y mi cordura y paciencia se estaban echando a perder, Gen Araki apareció. Apareció y fui tan estúpido e ignorante como para ¡NO DARME CUENTA! Mi ira me estaba comiendo tanto que ya no era capaz de pensar.

Cuando realmente pude apreciar que era ella -pues la encontré gracias a mis grandes amigos- fue un día en el cual Leorio nombró su apellido. No era un muchacho el cual se fijara en mujeres, decir que le estaba siendo fiel a un amor quizás no correspondido en mi cabeza mostraba mi tan grande ignorancia, por lo tanto, jamás me había parado a analizarla por más que la hubiera visto. Ese día, ese mismo día, el brillo volvió a mis ojos.

Gen Araki, una niña que había crecido para transformarse en una preciosa muchacha de ojos rojo sangre y un larguísimo pelo negro que se mantenía tan negro como la noche. Gen ya no portaba su sonrisa pero sí portaba sus hermosas facciones, su afinada nariz, finos pero carnosos labios y su perfecta piel blanca tersa como la de un bebé. Gen no había crecido sólo físicamente, sino que ya era toda una mujer poderosa y fuerte. Su mirada lo mostraba, las preciadas Katanas que todavía conservaba. Sin dudas se trataba de mí mujer.

Quedé sin aliento. Estaba viva y en frente a mis ojos. A pesar de llamarla y llamarla a gritos nunca había venido, ¡la vida me la había traído! ¡todo había valido la pena! hasta que... descubrí que no recordaba nada.

Quizás me haya decepcionado, y mucho. Quizás haya llorado, y muchísimo. Pero después de tan largo camino no había tiempo para eso. Gen Araki sería mía me recordara o no, tuviera a Killua detrás suyo o no: le haría recordar cada detalle del pasado con besos. Muchos besos.

Complementos [Hunter x Hunter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora