- VII -

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Séptimo Recuerdo

Se encontraba de camino a una ubicación que le habían mandado al móvil en un coche perteneciente al FBI. Ese día iba vestido de pantalón de cargo, una camiseta de manga larga, y botas militares, todo de color negro. En los asientos traseros, había dejado un chaleco azul con unas grandes letras amarillas que revelaba la organización a la cual pertenecía. Portaba también una máscara que cubría totalmente su rostro, del mismo color que las otras prendas.

Cuando llegó al lugar, había un sujeto enmascarado y de traje esperándolo recargado en la pared de un edificio. Con un gesto de su mano le indicó que subiera al coche.

— ¿Qué tal M? — le preguntó el sujeto al momento de cerrar la puerta del copiloto.

— Bien, bien, ¿tú que tal? — contestó mientras ponía en marcha el coche.

Comenzaron su charla del día sobre aquellos equipos de fútbol que tanto le emocionaban al sujeto de traje, rieron y bromearon sobre muchas más cosas, mientras recorrían la ciudad en dirección a la sede del FBI. Ebaristo le había mandado un mensaje esa mañana, informándole que tenía que hablar con él sobre algo que había ocurrido hace unos días, por eso habían decidido reunirse.

Cuando llegaron a la sede, bajaron del coche y se ubicaron en las escaleras. El federal había tomado asiento en los escalones, retirándose la máscara, esperando a que Ebaristo le comentara sobre lo ocurrido, que había decidido permanecer de pie, frente a este.

— Hace unos días, me encontraba con la señorita Dakota en el Gabriela's comprando comida — inició —. Había un chaval que se me acercó y me preguntó si me llamaban España, yo le pregunté que si quien era y como sabía ese nombre — tomó aire y continuó —. El chaval me dijo que días anteriores había personas preguntando por España y con mi descripción — terminó de relatar un poco preocupado por la situación.

El federal que había permanecido callado y escuchando atentamente lo que el otro contaba, se levantó de las escaleras con el ceño fruncido.

— ¿Hay personas preguntando por ti en la ciudad? — el otro asintió — ¿Por qué?

— No lo sé M, esto es muy raro y me da muy mala espina.

— ¿Podrían ser los sujetos del otro día? — preguntó, pero al ver que Ebaristo no sabía a quién se refería continuó — ¿No recuerdas al tipo que le apunté para hablar con él, y después me llevé esposado?

— ¡Ah! Si, ahora recuerdo, ¡el amigo de la señorita Dakota! ¿Cómo se llamaba? ¿Javier? ¿Ja..Jacinto?

— Jaime — afirmó el federal

— ¡Ese mismo!, pero M ¿Por qué me está buscando, si no he hecho nada? — le preguntó Ebaristo llevándose una mano a la barbilla para rascarla.

El agente frustrado pasó una mano por su cara, soltando un suspiro cansado — Pues probablemente para hacerme daño a mí.

— ¿Usted lo conoce? Bueno, si ha de conocerlo como para que quiera hacerle daño ¿no?

— 10-4, le conozco, y también con los que trabaja — suspiró — digamos que no tenemos una buena relación y es probable que quieran matarme.

— ¿Matarle? ¿Pero estamos locos? ¿Cómo van a matar a un federal? ¿O no saben que lo eres? — preguntó exaltado Ebaristo.

El federal frunció su ceño — Lo saben, saben que soy Federal y no van a parar hasta acabar conmigo.

— Entonces no hay que quedarnos esperando M, vamos a por ellos, yo le ayudo —sugirió con seguridad.

— Joder Ebaristo, sí que tienes mucha energía como un buen español — dijo mientras soltaba una risa cansada.

— ¡Por supuesto! Un buen español no va a esperar tranquilamente a que lo maten.

Horacio soltó una risa ante las ocurrencias de su compañero — De acuerdo, vamos a darles caza — dijo mientras se volvía a colocar la máscara y emprendía camino al coche con Ebaristo siguiéndole.


El plan era simple, conseguir información sobre Jaime, recorriendo los lugares más visitados por la ciudadanía y preguntarles intentando pasar desapercibidos. El chico le había hablado un poco más a Ebaristo sobre la organización a la que creía que pertenecía Jaime, La Cosa Nostra. Le informó todo sobre los posibles miembros y el paradero de su jefe, Dominic.

Estuvieron vestidos de civiles en el 24/7 en Sandy en el Norte de la isla durante toda la tarde, ambos habían decidido separarse para que no los relacionaran. Preguntaron a las personas que se encontraban en el establecimiento por Jaime y Dominic, y sobre alguien que les pudiera conseguir metanfetamina. Ahora estaban en el coche del FBI estacionados detrás de una tienda de ropa también del norte, pero sin la ropa de civil. El federal suspiró cansado, habían pasado todo un día de infiltrados y no habían conseguido absolutamente nada, al parecer iba a ser más difícil de lo que parecía.

Iba a dirigirse a Ebaristo pero un sonido molesto lo distrajo. Al parecer había tiroteo en la ciudad, por lo que decidió asistir, al menos para tener algo emocionante para acabar su día. Tomó el chaleco que reposaba en los asientos traseros y se lo colocó, mientras le indicaba a Ebaristo que tomara el arma que estaba en la guantera y el chaleco del maletero. Tomó la radio y sintonizó con la frecuencia de la LSPD. Una vez que su compañero entró al vehículo emprendió camino al lugar del aviso. Cuando iba a hablar por la radio para informar que acudía como refuerzo, una voz, que reconoció al instante por su acento marcado, lo dejó congelado.

— Mando acude como 10-32, Z-20 y Z-40 acudan también — ordenó el jefe de la LSPD.

— Z-10 se encuentra en la zona, hay sujetos de verde y de morado — informó un agente por radio.

— 10-4, ir con 10-3 — contestó el ruso.

— ¡Abren fuego! — se escuchó al agente agitado — ¡QRR! ¡QRR!, ¡Nos abren fue...! — alcanzó a decir antes de que la radio se cortara.

— Z-10 envíen 10-20 — pidió el ruso —. Z-10, 10-20 — repitió al no recibir respuesta —. Mando a 100 metros de la alerta.

Horacio, al escuchar que el comisario se encontraba cerca de la zona del tiroteo, pisó aún más el acelerador del coche, y más cuando siguieron llegando alertas de disparos.

— Aquí Subcomisario Collins, ¿necesitan refuerzos? — se escuchó la voz calmada del sheriff a través de la radio.

— 10-5 Collins, está todo controlado — le contestaron.

— ¡Hay dos sujetos de verde llevándose a los heridos en un Kamacho! — informó un agente por radio —. ¡Se están retirando!

— ¡Deténgalos! — se escuchó a otro agente.

— ¡Nos abren fuego! ¡QRR!

— ¡Han abatido a un compañero! ¡Se da la fuga en una moto!

— ¡Abran fuego!

La radio de la LSPD en ese momento era un completo caos, pero el agente federal tenía rato sin escuchar al del acento ruso. Se puso nervioso al pensar que uno de los agentes abatidos podía ser él. Por lo que hundió aún más su pie en el acelerador para llegar inmediatamente a la zona y comprobar el estado del ruso.

〖 Don't say it again 〗- VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora