24. Epílogo

993 58 22
                                    

Epílogo

Romina e Isabel, estaban terminando de hacer la cena mientras los chicos hacían sus deberes.

Si en algo eran estrictas, era en la hora de hacer las asignaciones del colegio. Llegaban a las 4 a la casa, les permitían una hora de descanso y luego, mínimo una hora o dos para ponerse al día con lo que tuvieran pendiente. A las 7 era momento de cerrar los libros y descansar para el día siguiente.

No había sido sencillo llegar a esa rutina, pero los resultados, habían sido suficiente para convencer a los chicos que trabajar de esa manera, les ahorraba trabajo extra y les daba tiempo para disfrutar de los fines de semana o de tiempo libre en la semana cuando terminaban sus asignaciones sin carreras. Así que había dejado de ser un problema desde hacía mucho.

Por lo general, la que llegaba primero hacía la cena, pero cuando ambas llegaban juntas, el trabajo era compartido. De allí que esa noche, las dos estaban en la cocina.

Habían pasado 16 años ya. Brianna y Diego Andrés, eran unos adolescentes maravillosos. Con sus altos y bajos como siempre, pero buenos chicos. Muy unidos entre ellos y con una buena comunicación con Isa y Romina.

Ambas eran algo sobreprotectoras, sin embargo, trataban de contenerse mutuamente para evitar llegar a los extremos. En cuanto a disciplina, Isabel era sin duda la que llevaba la batuta. No por ser la mala de la casa, sino porque Romina resultó ser alcahueta con los morochos. Le hacían ojitos o pucheros y ella cedía o los cubría cuando podía, así que había sido algo con lo que Isabel había tenido que aprender a lidiar. A regañar a todos cuando la situación lo ameritaba. Sin embargo, los regaños o molestias duraban muy poco, pues después de decir lo que se requería, se calmaba y luego con cabeza fría, se sentaba a hablar para exponer y escuchar los argumentos de cada uno y entender y hacer entender, las razones de porqué no o porqué sí, en determinadas situaciones. Romina también aportaba a ello, siendo mediadora cuando debía serlo o apoyo cuando se ameritaba.

La otra cara era, cuando Romina se molestaba. Todos habían aprendido a darle su espacio, cuando el lado ogro de Romina se despertaba. Pasaba muy poco, pero cuando sucedía, Isa se hacía un lado hasta que la veía con la disposición de hablar sin malas caras. Los morochos, optaban por irse a sus habitaciones o en su defecto, trataban de distraerla hasta que retomaba su ánimo de siempre.

- ¿Estás lista allí? _ Preguntó Isabel

- Sí, listo _ Respondió Romina.

Esa noche, cenarían hamburguesas, así que mientras Isabel cocinaba las carnes, Romina había picado todo y preparado los panes para sólo armar cada hamburguesa cuando la carne estuviera lista.

- Busca a los chicos entonces mamor.

Romina se acercó por atrás de Isa, le besó el cuello y salió a buscar a los morochos.

Brianna estaba saliendo de bañarse y Diego, estaba guardando sus cuadernos y libros, así que en pocos minutos, ambos salieron hasta la cocina para sacar las cosas hasta la mesa.

Brianna, se había desarrollado temprano y por ende, estaba en la flor de su adolescencia. Su cuerpo bien definido debido a que prácticaba Voleibol, cabello castaño, ojos marrones, rasgos finos y voz suave. De personalidad era muy dulce y amigable, pero cuando se enojaba, era de armas tomar. Le gustaba ayudar a todo a quien podía, detalle que la hacía ser muy conocida entre sus amigos y allegados. Así fuese sólo de referencia. Diego Andrés, era todo un galán. Practicaba natación y eso le había permitido desarrollar espalda y brazos fuertes y bien definidos, cosa que sin duda alguna, llamaba la atención de las niñas. Era un chico lindo, pero era su personalidad tranquila, súper caballeroso con sus amigas y súper atento, lo que le encantaba a quienes pertenecían a su círculo de amistades. Era tímido en sí, pero cuando se ganaban su confianza, resultaba ser buen conversador y muy bueno escuchando.

The OneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora