Te Vas A Casar Con Betty?

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Capítulo 16.

A la salida de la escuela la llevó a una heladería. Se hallaban padre e hija ante dos enormes copas de helado coronadas con sendas sombrillas de papel. Natalia no cesaba de parlotear divertida mientras disfrutada del dulce manjar. Luis en cambio había hecho poco honor a su copa y se limitaba a mirar el contenido y a darle vueltas con la cucharilla.
Natalia: ¡Ummmmm! ¡Está divino, papá! –Mirando por primera vez a su padre en mucho rato y dándose cuenta de que su copa estaba casi intacta- ¿No te gusta?
Luis: Sí… sí… claro que me gusta…
Natalia: -Con la boca llena de helado- Tenías que haber pedido que te pusieran una bola de chocolate como a mí… ¡Ummmmmm! Me muero por el helado de chocolate…
Luis Granados no contestó y se quedó sumido en sus pensamientos. La niña, ante la ausencia de respuesta, volvió a levantar la cara y lo miró:
Natalia: Papá, ¿te pasa algo?
Luis: Es que… tengo que decirte una cosa, hija… y… y… no sé si te va a gustar…
Natalia dejó de saborear el helado al ver la cara de preocupación de su padre y con voz compungida le preguntó:
Natalia: ¿Estás… estás enfermo?
Luis: -Sonriéndole ampliamente- ¡NOOOOO! ¡Para nada! ¡Estoy más sano que nunca…!
Natalia- Devolviéndole la sonrisa- ¡Ahhhh! ¡Entonces no te preocupes por mí…!
Luis: -Suspirando antes de decidirse a hablar- Sí, hija… sí me preocupo por ti… Te quiero mucho y quiero que seas feliz…
Natalia: -Ampliando su sonrisa y dejando por un momento de prestar atención a lo que estaba comiendo para gesticular con las manos- ¡SOY feliz, papá! Te tengo a ti, tengo a Betty, tengo a mis amigas del cole… ¡Y tengo una copa de helado! ¡Ja, ja, ja, ja!
Luis se queda serio y le dice de repente:
Luis: ¿Te gustaría tener un hermanito o una hermanita?
Natalia por un instante se queda paralizada, como si no hubiese entendido la pregunta de su padre o ésta fuese demasiado sorprendente como para asimilarla de golpe. Durante unos segundos que a Luis se le hicieron eternos, no respondió, y cuando lo hizo formuló una pregunta que a quien dejó estupefacto fue a su papá:
Natalia: ¿Te vas a casar con Betty?
Luis: ¡NOOOOOOOOO!
La negativa sonó tan tajante que Natalia dio un salto en el asiento y miró a su padre con los ojos bien abiertos. No entendía por qué su papá le preguntaba si le gustaría tener un hermanito si no pensaba casarse.
Natalia: ¿No?
Luis: -Cada vez más nervioso- No, hija… Betty y yo no vamos a casarnos… Ella está enamorada de otra persona…
Natalia: -Sin poder ocultar su asombro- ¿Entonces quieres adoptar un niño?
Luis suspiró e intentó relajarse. En la mentalidad de su hija él únicamente podía casarse con Betty, no contemplaba otra posibilidad. Se temía que iba a ser un impacto para ella cuando supiera que quería casarse con otra persona… ¡Y que esa persona era Miriam Sullivan! Cuando habló, intentó que no se notara su inquietud en sus palabras.
Luis: No, Natalia. No vamos a “adoptar” un niño… Verás, hija… no sé cómo explicártelo… Yo… sí… quisiera… me gustaría… casarme… pero no con Betty… Betty es nuestra amiga y yo la quiero mucho… pero ella y yo no estamos enamorados…
Natalia: -Casi en un susurro- ¿Y no podrías enamorarte de ella, papá? Es que… Betty es tan guay… Sería fantástico que ella fuese mi nueva mamá… ¿sabes?
Luis: -Tomando una mano de la niña entre las suyas- Cariño, yo sé que tu quieres mucho a Betty y ella será siempre tu amiga… nuestra amiga… pero ni Betty quiere casarse conmigo ni yo con ella… Tienes que entender eso…
Natalia lo que entendía es que su papá le estaba queriendo decir que se iba a casar con alguien que ella no conocía, y eso la angustiaba, así que no se dio por vencida.
Natalia: Pero es que Betty…
Luis: -Poniéndose serio- Natalia, no me voy a casar con Betty…
Natalia: -Intentando ocultar un hipido- Está bien… ya… ya lo entendí… Pero… ¿entonces con quién te vas a casar? –preguntó temerosa.
Luis: Tú… tú la conoces… -”y ese es el problema”, se dijo a sí mismo.
Natalia: ¿La… la conozco?
Natalia tenía los ojos sospechosamente húmedos y a su padre le daba la impresión de que se iba a echar a llorar de un momento a otro. Con un nudo en la garganta, le dijo:
Luis: Hija, yo ante todo quiero que tú seas feliz, pero tienes que entender que papá…
No sabía cómo seguir. Fue la niña la que completó la frase.
Natalia: Te has enamorado…
Luis: -Suspirando y mirando a su hija a los ojos- Sí, Natalia… Me he enamorado… Pero eso no quiere decir que te quiera menos a ti, hija… ¿Lo entiendes?
Natalia: -A punto de llanto- Sí…
Y ahora faltaba lo peor. Decirle que se había enamorado de una persona a la que ella detestaba. Luis habría dado cualquier cosa por no tener que darle ese disgusto a la niña, pero ella tenía que entenderlo… no era justo que él tuviese que renunciar a Miriam… Además, estaba lo del bebé… Sabiendo que probablemente lo del hermanito era la única “buena noticia” que le iba a dar a su hija, decidió explicarle eso primero.

Luis: No me contestaste lo que te pregunté antes… ¿Te gustaría tener un hermanito o una hermanita?
Natalia: -Sin mucha convicción- Sí…
Luis: -Esforzándose en sonreír- ¿Sólo “sí”…? ¡Ummmm! Yo que creía que estabas loca por que hubiese un bebé en la casa…
Natalia: Pero un bebé solo…
Luis: -Respirando hondo- ¡Ah, entiendo! Tú quieres que el bebé no tenga mamá… ¿Es eso?
Natalia: ¡NOOOO! –Protestó enérgicamente- Todos los niños deberían de tener mamá… Yo echo mucho de menos a mi mamá…
Esta última frase la dijo en un tono de voz tan desvalido que a Luis Granados se le encogió el corazón, pero tratando de sobreponerse le dijo:
Luis: ¡Y yo, Natalia! Yo también la echo de menos… pero hija… no dudes de que mamá querría que tú y yo fuéramos felices…
Natalia: ¿Y tú eres feliz con esa… con esa… mujer?
Luis: -Mirando a la niña a los ojos- Sí, Natalia…
Natalia: -Sorbiendo por la nariz y con la cara muy seria- Entonces no me importa que te cases con ella… -De repente se da cuenta de que no sabe de quién están hablando- Papá… me dijiste que yo la conocía… ¿quién es?
Luis Granados no separó los ojos de los de su hija cuando le dijo casi en un susurro:
Luis: Miriam Sullivan… Tu… tu profesora de matemáticas…
La cena de esa noche había sido la más silenciosa de todas las que Betty había compartido con la familia Granados hasta ese momento. Natalia no había abierto la boca más que para comer algún que otro bocado y en cuanto pudo se levantó de la mesa y se encerró en su habitación, sin dar ninguna excusa. Luis Granados no había levantado la cabeza del plato que permanecía prácticamente intacto y Betty estaba tan preocupada por la enfermedad de Armando que apenas se dio cuenta de que algo no iba bien entre padre e hija.
Desde que Luis Granados había pronunciado el nombre de la profesora de matemáticas como su futura esposa, su hija Natalia parecía haber perdido el habla. Su padre hubiese preferido que gritara, que protestara, incluso que le insultara… Pero ella no había hecho nada de eso. Se había limitado a mirarlo con cara de pena y había enmudecido. Por más que él le había insistido, Natalia no había dicho absolutamente nada, ni a favor ni en contra del matrimonio de su padre con Miriam Sullivan.
Cuando llegó la hora de recoger los platos, fue que Betty se percató de que Luis no había comido absolutamente nada.
Betty: No has probado la cena. ¿Estás enfermo?
Luis no le contestó. Lo cierto es que ni siquiera se había dado cuenta de que ella había hablado. Betty insistió:
Betty: Luis, ¿te ocurre algo?
Luis: -Levantando la cabeza lentamente- ¿Qué?
Al ver la expresión de su rostro Betty se empezó a preocupar seriamente, dejó a un lado los platos de la cena y se sentó junto a él dispuesta a averiguar qué era lo que estaba sucediendo.
Betty: ¿Qué pasa Luis?
Luis: Natalia no lo aceptará nunca…
Betty se dio cuenta enseguida de lo que quería decir su amigo y también de que no sería fácil convencer a Natalia para que aceptara que su papá se casara con su profesora de matemáticas. Respiró hondo para darse ánimos a sí misma y le preguntó lo que era evidente:
Betty: ¿Se lo has dicho?
Luis: Sí…
Betty: ¿Y cómo reaccionó?
Luis: ¿No la has visto? Desde entonces no ha vuelto a dirigirme la palabra… -Ocultando la cara entre sus manos- ¡No sé qué voy a hacer, Betty! Yo… quiero casarme con Miriam… Y además está lo del bebé… No puedo dejarla botada… pero… pero… me duele profundamente hacerle daño a mi hija…
Su voz sonó tan desesperada que Betty espontáneamente tomo las manos de él entre las suyas en un intento de demostrarle que no estaba solo, que ella le iba a ayudar en esa situación tan difícil.
Betty: Luis, Natalia lo entenderá… Pero necesita tiempo… Piensa que de repente le dices que te casas, que la persona elegida es alguien a quien ella detesta y que además va a tener un hermanito… -Mirándolo interrogante- Le has dicho también lo del bebé, ¿cierto?
Luis: -Suspirando- Sí… lo del bebé no parece ser un problema… -Mirando a Betty y esbozando una sonrisa- ¿Sabes que ella querría que tú y yo nos casáramos? Eso la haría muy feliz…
Betty: Oj, oj, oj, oj…
La risa de Betty era nerviosa. A pesar de que ella no tenía ningún tipo de interés sentimental por su amigo, la situación le resultaba un poco incómoda.
Luis: Cuando le dije que era Miriam… con quien pensaba casarme… se quedó como en shock… Desde entonces no me ha dirigido la palabra… De hecho no ha vuelto a hablar…
Betty se sintió culpable por no haberse dado cuenta de la situación de tensión que había habido durante la cena. En aquel momento ella estaba tan preocupada por Armando que no prestó atención a nada ni a nadie. Suspirando, le dijo a su amigo:
Betty: Yo iré a hablar con ella. Ya verás como poco a poco lo va aceptando…
Luis: Yo no quiero ver sufrir a mi hija, Betty… Ella es lo único que tengo desde que murió mi esposa, pero…
Betty: Luis, tú tienes derecho a rehacer tu vida y Natalia tiene que entenderlo…
Luis: El problema es que no puede soportar a Miriam… y no sé por qué… Nunca he sabido por qué…
Betty: Yo… tengo alguna sospecha… -y sin dejarle hablar, añadió intentando imprimir un tono de humor a sus palabras:- ¡Me he librado de recoger los platos de la cena…! Voy a hablar con Natalia.
Luis se limitó a mirarla con consternación.
Betty: -Abriendo la puerta que estaba entrejunta y entrando en la habitación- ¿Se puede?
Natalia no le contestó. Estaba estirada en la cama mirando al techo y con los ojos sospechosamente húmedos.
Betty: ¡Ummmm! Si no me contestas quiere decir que sí… No me has contado nada de lo que hiciste esta tarde en el centro comercial…
Natalia continuó sin moverse y mirando al techo. Betty siguió hablando en tono humorístico:
Betty: ¡Vaya! Habían oído que a veces los helados provocaban afonía, pero no había conocido ningún caso de mudez absoluta…
Natalia se limitó a mirarla pero no dijo absolutamente nada.
Betty: ¡Y este caso parece de los graves!
Betty se había acercado a la cama y se había sentado en el borde. De repente Natalia se arrojó entre sus brazos sollozando y se abrazó a ella.
No era el momento de grandes discursos. Las dos permanecieron en silencio durante un buen rato, abrazadas estrechamente. Betty le acariciaba el pelo con una mano y la niña no dejaba de sollozar.
Cuando se calmó el llanto, fue la niña quien rompió el silencio.
Natalia: ¿Por qué no te casas tú con mi papá?
Betty no pudo evitar sonreír y abrazarla aún con más fuerza.
Betty: Porque no estoy enamorada de él, ni él de mí… ¿Quieres que te confiese un secreto?
Natalia, aún con la cabeza escondida en el pecho de Betty asintió con la cabeza.
Betty: Estoy enamorada de “otra persona”…
Natalia: -Casi en un susurro- ¿De Armando? ¿El que te regaló el perro?
Betty: Sí… de él…
Natalia: Pero… si no quieres ni verlo… si te enfadaste cuando te regaló a Mandi y cuando te mandó un pijama igual que el mío…
Betty no pudo evitar sonreír ante esas palabras.
Betty: Precisamente por eso… ¿Sabes una cosa?
Natalia negó con la cabeza.
Betty: Nos enfadamos con las personas a las que más queremos…
La niña miró a Betty con el ceño fruncido.
Betty: Sí, no me mires así… ¿Acaso no estás enfadada en este momento con la persona a la que más quieres en este mundo?
Natalia hizo una mueca con la boca como queriendo indicar que le fastidiaba esa situación.
Betty: Contéstame una pregunta, Natalia.
Natalia. –Con voz de niña regañada- ¿Qué?
Betty: Tú quieres mucho a tu papá, ¿cierto?
Ella asintió con la cabeza con fuerza provocando una sonrisa de Betty.
Betty: Lo sabía… sólo quería confirmarlo… Entonces, si lo quieres, querrás que él sea feliz, ¿cierto?
En vez de contestarle la niña soltó todo lo que la preocupaba.
Natalia: Pero esa mujer no le va a hacer feliz… Ella no me gusta… Y tendré que vivir en la misma casa que Tony… ¡Yo me quiero morir! –Acabó diciendo en tono dramático.
Betty: -Abrazándola de nuevo y acariciándole el pelo- Aquí nadie se va a morir –le dijo suavemente.- Lo que vamos a hacer es hablar como personas razonables. –Y separándose un poco de ella para mirarla a los ojos le preguntó- Porque tú eres una persona razonable… ¿cierto?
Natalia dijo que sí con la cabeza.
Betty: -Como si se sintiera muy aliviada ante esa situación- Menos mal… Porque yo no puedo soportar a esas personas intransigentes que se les mete una idea en la cabeza y no hay quien las haga razonar… Tampoco me gustan las que tienen prejuicios… ¿Tú no tendrás prejuicios, Natalia?
Natalia: ¿Pre… pre qué?
Betty: ¡Ummmm! Veo que no sabes lo que es eso… Tener prejuicios es juzgar a alguien antes de conocerlo bien…
La niña no le contestó.
Betty: Es que me parece que te precipitas al juzgar a tu profesora de matemáticas…
Natalia: ¡Yo la conozco bien! ¡Ella me detesta!
Betty: ¿Por qué crees eso?
Natalia: Por el modo como me trata… Y su hijo es aún peor…
Betty: ¡Vaya, su hijo! Sobre él también quería hablarte…
La niña hace una mueca de desagrado con la boca pero no contesta.
Betty: Es que… ¿sabes una cosa? La relación que tienes con Tony, me recuerda a la que tengo yo con Armando…
Natalia: ¿Qué… qué quieres decir…?
Betty: Sólo cuando alguien nos gusta de verdad nos apasionamos tanto…
Natalia: ¡YO NO ME APASIONO! ¡Y A MÍ NO ME GUSTA TONY!
Betty: Natalia, mírame, soy Betty… A mí puedes decírmelo…
Natalia: ¡TE DIGO QUE NO ME GUSTA! ¡LO ODIO! ¡Y ODIO A PAPÁ PORQUE ME VA A OBLIGAR A VIVIR CON ELLOS!
Natalia había vuelto a estallar en sollozos y Betty la abrazó y la recostó contra su pecho intentando confortarla. No iba a ser nada fácil conseguir que Natalia aceptara la boda de su padre con Miriam Sullivan.
No había pegado ojo en toda la noche. Por una parte estaba todo el problema de Luis Granados y su hija que le preocupaba sobremanera. Natalia no estaba dispuesta a ceder y Luis se hallaba dividido entre sus sentimientos por Miriam, con quien iba a tener un hijo, y su hija a la que no quería hacer daño.
Pero había otra persona que también preocupaba a Betty en esos momentos: Armando Mendoza. Hubiese llamado a la oficina para preguntar por él, pero era domingo y no encontraría a nadie, así que le tocaba esperar hasta el lunes para tener noticias suyas o bien…
Esa idea le había rondado toda la noche por la cabeza, pero si en un momento le parecía magnífica, acto seguido la rechazaba por completo. ¿Debía llamarlo a su casa?
Lo más seguro es que le respondiera al teléfono doña Margarita o don Roberto… o quien quiera que lo estuviese cuidando… También podría ser que él se sintiera mejor y respondiera al teléfono personalmente… En cualquier caso, ¿qué iba a decir?
”Preguntas cómo está, Betty. Tú sabes que está enfermo porque te lo dijo Sofía y te lo confirmó don Roberto. A nadie le extrañará que llames a su casa para interesarte por su salud… Al fin y al cabo es tu jefe…”
¡NO! -se dijo con energía- ”Es mejor que lo llame Luis…”
Pero enseguida se dio cuenta de que no podía sobrecargar a Luis con más problemas, ya bastantes tenía con todo el tema del embarazo de Miriam y el rechazo de Natalia a aceptarla.

Desayunó sola en su apartamento. Natalia seguiría durmiendo porque la noche anterior no se había quedado dormida hasta muy tarde y no quería despertarla. Luis también debía descansar.

Cuando acabó de desayunar, se estiró en la cama y abrió su computadora portátil. Lo primero que hizo fue comprobar que no tuviese un mensaje de Armando. No lo había, pero había recibido un mensaje desde el servidor de tarjetas virtuales indicándole que su tarjeta había sido leída. ¿La habría abierto él o alguien se encargaba de revisarle el correo?
Intentó concentrarse en la lectura de un informe económico sobre la empresa, pero su pensamiento estaba en otra parte y no lo logró. Estiró un brazo para alcanzar el celular que estaba en su mesita, pero no llegó a tocarlo y volvió a retirar el brazo.
”Llámalo, tonta… No pasa nada… Si contestan sus papás no se van a extrañar porque te intereses por la salud de tu jefe… Es lo más normal… ¿Y si contesta él…? Pues… mucho mejor… así sabes que está bien…”
Con un impulso, tomó en sus manos el celular, buscó en la agenda de llamadas y se detuvo ante el número de Armando Mendoza. Respiró hondo antes de pulsar el botón de llamada, pero finalmente lo hizo y esperó que se estableciera la comunicación. Segundos más tarde escuchó la voz de la persona que respondió al teléfono:
Voz: ¿Alò?


Continuará...





Creado por:Cata

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