Canción de Caos

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En la oscuridad, alguien se movía y miraba todo. Planeaba en silencio su ruidoso aparecer, pero tenía que esperar a que sea el momento perfecto para ejecutar su plan. Un error podría significar que todos sus planes se fueran al infierno. Se movía de lado a lado en su prisión, no había custodia porque no iba a poder salir. Nadie podía escuchar lo que balbucease y así, solo, iba a poner todo de cabeza. El ser miraba por las múltiples ventanas que se mostraban independientes en su cuarto.
     Ya había visto demasiado. Saboreaba el tiempo que le quedaba en esa asquerosa cárcel que la misma Realidad había hecho para él. Ya no más atemporalidad a su alrededor, no más planes e intentos fallidos de escape. Su hora había llegado.
     La Canción de Caos empezó a sonar con un leve silbido, deseando extenderse a una gran melodía amenazante, cambiando mundos y Realidades y más allá de las mismas, moviendo a seres cuya propia existencia representa el horror y la depravación misma. Su objetivo estaba fijado. Sólo un poco más decía. Antes de que se den cuenta, haré mi jugada, si, la haré. Y todo aquel que se cruce en mi caminó conocerá la furia de mi encierro.
     Se cruzó de brazos y, con una sonrisa malévola, hizo honor a su infinita paciencia.

-o-

     El castillo estaba en su momento más ruidoso. Los numerosos sirvientes hacían todas las tareas de decoración tal y como la Artista, Meya Borgh, comandaba. Meya era una amiga de Maik petisa y algo rellena, no lo suficiente como para ser gorda y no lo suficiente para ser un esqueleto, con el pelo corto teñido de distintos colores simulando un arcoíris y una expresión siempre animada, acompañada de unos ojos mezcla del azul y el violeta. Por último, su boca era chiquita, casi diminuta. Cada vez que el rey la necesitaba para que lo ayude con una fiesta, espectáculo, reunión, ella asistía. Era una de las mejores y residía ahí mismo, cerca de la mansión del Aristócrata, Teint Hyeraci. El Reino de los Artistas es un lugar que siempre está en constante cambio, debido a que sus propios habitantes así lo querían, no por nada son conocidos como los más pintorescos y animados de Tharatia. Los Artistas son así después de todo. Música, comedia, teatro, decoraciones, ¡Ellos eran los mejores!, y, con la ayuda de su hermanita (un calco casi exacto de Meya, solo que más chiquita) Nora Borgh, el castillo iba quedando de una forma que todos los invitados de honor iban a poder disfrutar. Pero no solo ellas estaban trabajando. Por su parte, Maile Sergf, la Intelectual, estaba terminando el papelerío que su rey no había tocado. Teint Hyeraci, el Aristócrata, ya había terminado de hacer la administración de gastos que producía la celebración, que no era problema, ya que él era uno de los más adinerados de su clase y todo salía de su bolsillo como un regalo, bueno, todo era un regalo y sin él el Reino hubiese sido un sueño lejano.
     El Rey Ángel Max rondaba las fronteras del Reino, esperando a que llegasen todos los invitados, los de honor y los acompañantes, aunque algunos ya se encontraban en el castillo, esperando a sus iguales. Otro se asomaba en el horizonte y otros, por desgracia o por suerte, no iban a poder asistir. Él conocía a la mayoría, después de todo, era alguien que estuvo al lado de Maik desde los comienzos, un amigo –si se quiere llamar así- que lo "salvo del fuego" en una o dos ocasiones.
     De los que ya se encontraban en el castillo, estaba Ghej Fafkor, el Mago y Constantine Sergf, el Pícaro. Ambos eran de los invitados de honor que iban a poder participar de la cena principal. El Mago recorría los pasillos buscando a su amigo, que por el momento, no encontraba. El Pícaro, por su parte, buscaba a su hermana Maile Sergf, la cual, al terminar el trabajo, estaba tomando un café en la amplia y rica biblioteca que tenía el castillo.
     Al encontrarla, ella cambio la expresión distraída que tenía por una de desagrado, sabía que su fastidioso hermano iba específicamente a molestarla.
     —Siempre leyendo hermanita —dijo, mientras se acercaba al sillón donde estaba sentada.
     —Siempre molestando, Pícaro —respondió con despreció, mirándolo de reojo.
     Constantine Sergf era para muchos, un idiota. Un idiota rubio y creído, pues estaba en su naturaleza serlo, con sus armas de nombre propio siempre a la vista, ropa apretada que dejaba ver los músculos de su brazos y ese tono acido que a más de uno daba ganas de gritar. Su mirada inspiraba desconfianza, con esos ojos anaranjados y chiquitos. No era tan alto, ningún Pícaro lo era.
     —Que linda forma de saludar eh, tampoco es que vengo a molestarte.
     —Puedo apostar lo que sea a que esa es tu principal misión.
     El Pícaro vaciló un poco antes de echar a reír por la buena intuición que había tenido la Intelectual.
     —Bueno, por ahí si sea verdad que vengo a molestarte, pero hace mucho que no te veía hermanita. Mamá y papá te mandan saludos. Te extrañan —paró y levantó los brazos, como para abrazarla—. Ahora dale un saludito a tu hermanito.
     Maile se dio cuenta de que diga lo que diga, su hermano no iba a darse la vuelta e irse así que decidió bajar la severidad de sus palabras. Pero el tono burlón ya la estaba sacando de quicio (y eso que no había pronunciado más de cincuenta palabras).
     —Está bien, Constantine, ¿Cómo está yendo todo por el Reino de papá? —dio poca importancia al comentario, estaba hablando más por inercia que por otra cosa.
     —Aburrido —se sentó a su lado—. Como siempre, no hay mucha diversión. Tenemos todo en orden, los de mi clase se la pasan haciendo cosas de Picaros, ya sabes, practicando el sigilo, robando corazones de doncellas —paró y sonrió con picardía, pero borró el gesto—. Los Intelectuales parece que nacieron para estudiar toda su vida, son aburridos. Los Príncipes, por su parte, y bueno, padre se encarga de algunos asuntos y el Reino espera a que Normandine... —hizo una pausa, como con miedo—. Normandine está cerca de convertirse en rey.
     —¿Va a venir?
     El Pícaro volvió al tono burlón de antes.
     —Seguro, también es un invitado de honor. Y tú, hermanita, ¿vas a confesarte?
     Casi escupe el café. Propinó un golpe que él esquivó sin mucho problema, su mirada se dirigió a otra dirección. Constantine pudo notar que su hermana todavía le afectaba mucho el tema por lo roja que se había puesto, pero decidió insistir.
     —Ay ay, sabes que no podes estar toda tu vida ocultándolo, ¿No?
     —No es asunto tuyo, Sergf —dijo dispuesta a levantarse y abandonar el cuarto (y a él). No la dejó.
     —Si fuera tu me aseguraría de cerrar el tema, sabes que van a venir muchos invitados y entre ellos, muchas hembras que se fascinarían por estar con un rey como Maik. Ejemplo son las Picaras, se estuvo diciendo por las calles de mi Reino que iban a robar su "corazón" —decía todo entre risas, él era el que más se reía entre palabra y palabra—. Acúrdate que no solo Picaras, Princesas, Humoristas, Magas, Medicas, vas a tener mucha competencia.
     —¡Constantine Sergf! —gritó y trató de pegarle de nuevo, erró—. ¿Tu cerebro no piensa en otra cosa que no sea molestar y decir cosas inapropiadas?
     —Soy un Pícaro, esta mi sangre ser así. Son solo chistes. Pero como decimos en mis tierras y en la de los Ladrones "roba antes de que te roben".
     —Lógica de descerebrados.
     —Obvio.
     Constantine rió por lo alto, lejos de ofenderse pero en el fondo sintiéndose mal por poner a su hermana en una situación incómoda. Dio un salto sobre el sillón, que por un error de cálculo, tropezó y casi cae de cara al piso, pero de nuevo, se atajó sin mucho problema. Parecía que había sido apropósito, para no hacer que la Intelectual llore.
     Su conversación no se prolongó ya que entro el Mago al cuarto, con su pelo gris y sus ojos marrones, vistiendo una túnica adornada de celeste, violeta y algunos símbolos arcanos. Había estado rondando en busca de alguien conocido ya que no tenía pista alguna de Maik. Los hermanos se quedaron como si nada hubiese pasado. Ghej entró, miró fijamente a Constantine, éste se quedó enfrenté como si lo estuviese desafiando. Ambos se miraron y olvidaron la presencia de Maile, la cual no había hecho ningún movimiento ni emitido sonido alguno. Un Mago y un Pícaro, dos seres con habilidades capaces de desatar caos sin mucho esfuerzo... pero ese no era su objetivo, en el pasado pudo haber sido así, pero ahora, lo único que hicieron fue darse un abrazó como los grandes amigos que eran.
     —Siempre tienes esa mirada de confianza en tu magia, Ghej.
     —Y tú esa estúpida expresión provocativa, Constantine —su voz era suave, como la de alguien tranquilo que no busca resaltar. No como el Pícaro.
     —Los dos sabemos que más que su expresión, él es un estúpido —agregó Maile.
     Después de un "fue un largo tiempo sin vernos", se saludaron debidamente. Salieron de ese cuarto lleno de libros y comenzaron a caminar. Ghej era un Mago que siempre estaba entrenando sus poderes para llegar a un mayor rango; en el Reino de los de su clase, todos los años, los que se crean que están aptos para pasar la prueba de U.M.A. (Uso de Magia Avanzada) podía obtener el título de Avanzado y obtener algo de reconocimiento, suficiente para entrar en un buen trabajo. Él estaba cerca de poder conseguir ese logro, pero eso no le impedía poder ir a la tierra de Maik.
     Mientras el trio se unía a Nora Borgh para ayudar en lo que pudiesen, su hermana Artista caminaba por calles buscando a Max, el cual estaba sentado en un banco esperando a que los suyos bajen del Reino en el Cielo. Meya lo encontró y se le unió en su espera, él la saludó con calidez y en silencio, esperaron. Los Ángeles son bastante obstinados, nunca salen de su Reino ni dejan que alguien que no tenga alas blancas entre. El Rey Ángel se la pasaba más tiempo en las tierras de Maik que en las suyas, al ser lo más cercano de entre los suyos a un Arcángel podía permitirse ausentarse el tiempo que quisiera.
     —Siento que no es muy buena idea que vengan tantas razas a un mismo lugar... —dijo mientras miraba a la Artista.
     —¿Por qué decís algo como eso?, en esta tierra no se puede usar ningún poder sin autorización del rey...
     —Lo sé, no es eso lo que me preocupa. En toda la historia de nuestro mundo, pocas o casi nulas veces muchos se reúnen en un mismo punto. Es como si juntaras mucha pólvora en un cuarto y dejaras caer un poco de fuego, entonces eso desataría una catástrofe capaz de arrasar todo por lo que hemos trabajo.
     —Pero hasta el fuego puede ser privado de la pólvora, Max. No necesariamente tanto material dañino puede cumplir su función. Siempre y cuando todo se traté con arte y fineza.
     Tras las palabras de su compañera de banco, el Ángel se calmó y cambió su expresión. De hecho que pensara así era porque el Reino en sí era joven. La tierra en la que fue levantado era rica en muchas cosas, ahora en propiedad de un único rey. También estaban los rumores que venían de arriba, de donde Max fue concebido; los Ángeles podrían llegar a ser los idiotas más difíciles de tratar en todo el mundo. Sacó la pipa de su traje y encendió la punta, saboreando un fino tabaco.

Entre Alas y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora