Capítulo 34

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Advertencia: Este capítulo contiene escenas de sexo, si no quieres leer esta parte se la pueden saltar

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Pamela Cárdenas

Llego a las canchas de tenis 15 minutos tarde de la hora acordada. Veo a Ángela parada contra el coche de mi novio con una falda de tenis negra y una playera tipo polo blanca.

—Pensé que ya no iba a venir— me reprocha mi amiga.

Llevamos de conocernos más de dos años y esta no se entera de que yo siempre llego tarde, pero llego.

—Solo fue un pequeño retraso, no es nada— la saludo con un beso en la mejilla. —¿Por qué traes el carro de mi novio?

—Culpa de Natalia—contesta la castaña mientras voy dando vuelva viendo detenidamente todo el vehículo—¿Qué haces?

—Reviso que no tenga ningún golpe o algún animal atrapado entre las llantas.

—¿Qué te pasa? Yo manejo bien.

—Si bien, pero bien mal— le digo con burla. —Me sorprende que quisieras manejarlo.

Ángela odia manejar, según ella se le da bien, pero la verdad es que se pone muy nerviosa y le entra el pánico. Haber llegado hasta aquí debió ser todo un reto.

—Tuve que, era eso o quedarme en la casa del horror con el imbécil de Crocetti.

La mención Alessandro quita mi concentración del auto.

—¿Entonces estabas con el Dios Italiano esculpido por los demonios del inframundo de Alessandro? Espero que haciendo el trabajo si no me pondré muy celosa.

—Pamela bájale 2 rayitas a tu intensidad que pensaría Diego si te escuchara hablando así de él.

Estaría completamente de acuerdo conmigo, pienso, pero no lo digo.

—Está bien perdón, es que me acuerdo de tremenda cosa que vimos en la fiesta y se me hace agua la boca.

—Cambiemos de tema por favor— me dice un tanto incómoda como si a ella no se le antojara también.

En fin, la hipocresía.

Entramos a las canchas y nos preparamos cada una con sus pelotas y empezamos a calentar a corta distancia.

—De hecho, creo que descubrí algo de él, que puede ser interesante— comenta Ángela mientras me lanza la pelota y practicamos boleas.

—Ahora si nos estamos entendiendo— me voy más para atrás para empezar a jugar de verdad.

—Creo que le gusta Natalia— anuncia mi amiga cuando saca directo hacia mí.

—¡¿Qué?! — la pelota pasa a toda velocidad enseguida de mí, pero estoy tan impactada que ni me muevo de mi lugar para contestarle el saque. —¡¿Estás segura?!

Entre besos y engaños. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora