La cena había sido tranquila, pero todo quedó eclipsado por una simple palabra:
—No —sentenció.
Algunos días pasaron desde la pelea entre Catriel y Frank. Los daños fueron tratados casi al instante, pero el mal sabor de boca aún resonaba en los espectadores; en el Mago que había tratado de parar al Pirata, en la Intelectual, por caer en la cuenta de que sin el rey todo parecía seguir un espiral descendiente a la desolación. El Aristócrata consternado por el trabajo de investigar qué había pasado y el chico, que trataba de salir lo menos posible del cuarto, como si eligiese su propia prisión. Nora lo visitaba casi todos los días sin miedo alguno. Siempre comentaba lo interesante que podía ser, básicamente, lo trataba de mascota por lo dócil que era. Aún así, Meya trataba de evitarlo, por miedo a que su hermanita resultase herida. Normandine y Bein eran los que menos interactuaban, apenas aparecían. El Príncipe pasaba la mayor parte del día enviando cartas mediante su mascota Feir, un halcón fantasmal que acudió a él desde el otro plano para cumplir las tareas de su amo, mejor conocido como Buhean. El Doctor, por su parte, gastaba sus horas en inspeccionar las estatuas, tratando de encontrar la razón de la petrificación. A su vez, atendía sin falta a los desmayados Max y Caroline, que tampoco mostraban señal de querer despertar. La Demonio descansaba en el subsuelo del castillo, mientras que el rey Ángel en un cuarto dotado de un vidrio especial capaz de atrapar la luz del sol. Teint decidió que fuera así, pensaba que eso podría llegar a ayudar. Los días pasaban lentísimos. Mucho para hacer no había y la constante tensión que se había generado impedía que las cenas (o la estadía) fuesen cómodas.
Constantine, el Pícaro, le había comentado la charla que tuvo con Frank a Teint cuando lo creyó conveniente, a sabiendas de la respuesta. De todas formas no perdía nada con comentarlo, hasta era una ventaja, podría matar el tiempo enseñándole al chico como usar el arma, siempre cuidándose, claro está. Frank mostró interés en aprender el arte del cuchillo llamado Cámbuj, al igual que Tiara y Altara, eran armas de las sombras. En parte fue precipitado pedirlo. Salvo por Nora, nadie confiaba en él. El ataque de Neleth, el Rey de Mares, por parte del Pirata Catriel Snep había hecho despertar la sed de pelea de Cámbuj que, incapaz de ser usada para el propósito que existía, deseaba volver a encontrarse contra el filo de la espada que parecía desprender agua. Al conocer a la perfección las facultades de dicho elemento de sus armas, podía entender mejor a Cámbuj que Frank, y dadas las circunstancias que envolvían al Reino del desaparecido Maik Finter, consideró factible enseñarle a usarla. No obstante, si un arma de nombre propio no es saciada –más siendo de las sombras y no teniendo un control mayor- podría generar una posesión caótica. Teint recordaba la pequeña oración de amenaza del chico en el interrogatorio, y le preocupaba con creces. Las preguntas eran cada vez más habituales y la solicitud del Pícaro le había generado un dolor de cabeza insoportable. Mantener la seriedad ocultando la preocupación era un infierno; se preguntaba cómo Maik podía soportar todo el tiempo la tensión que ahora recaía sobre sus hombros.
Los días siguientes a la pelea fueron duros, y Teint lo fue más. Ya no reía, ni sonreía. Aquel que vivía en la fantasía del carisma estaba enterrado cientos de metros bajo tierra. A Maile le preocupaba. La Intelectual todo el tiempo estaba abatida, encerrada en la biblioteca releyendo e investigando qué había pasado. Más allá de la solicitud de Constantine, tenía la cabeza en Crow y en la misión secreta que le había encomendado. No volvía y empezaba a impacientarse, a preocuparse más de la cuenta; si los demás Reinos se enteraban de lo ocurrido, caerían con sus ejércitos a arrasar todo lo que viesen.
Simplemente, su cabeza era un caos. Por una parte, mantener el Reino en pie era una tarea difícil. Por otra parte, se preocupaba mucho en la estabilidad de los seres. Tanto el Rey Ángel como la Demonio no habían despertado y ya habían transcurrido varios días desde aquella tormenta. Los seres que estaban a las afueras del Castillo seguían petrificados y los incontables intentos de des petrificar de Bein, no daban resultado. Cada problema resonaba y le producía fuertes jaquecas.
Después de vacilar mucho en darle una respuesta a Constantine, perdido en el mar turbulento de sus pensamientos, resumió todo con un "no". El Pícaro, entendiendo, se calló y siguió disfrutando la pasta que había para la cena. No insistió ni replicó.
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Entre Alas y Sombras
FantasiFrank es un muchacho de diecisiete años en su ultimo año de secundaria. Maik es el rey de un Reino fantástico en un mundo de cuento. Ambos vivieron sus vidas en relativa paz, pero serían sorprendidos por la amenaza de Ercan Kreighter, el Realista...