Trueno desesperanzador

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Solo un poco más pensaba Frank, mientras jadeaba en suelo. Ya habían pasado dos horas desde que había iniciado su entrenamiento diario con el Pícaro Constantine Sergf. Hacía ya catorce días que seguía la misma rutina de calentar la primera hora y después pasar al entrenamiento de físico. Lo que era poco tiempo si se tenía que hablar sobre el uso de un arma de nombre propio.
     Para que un arma de nombre propio sea 100% efectiva, tienes que trasmitirle parte de tu esencia le decía Constantine constantemente. No bastaba solo con saber cómo pararse, defenderse o atacar, sin esencia, el arma estaba incompleta.
     Los entrenamientos eran duros. Corría, ejercitaba y practicaba hasta el cansancio sin tener muchos resultados. No era porque le dificultara ejecutar ataques, ni saber cómo defenderse, de hecho, el estilo de pelea que impartía Constantine era "fácil" para el chico. Una mezcla de engaños y movimientos rápidos generaban una sinergia increíble. La habilidad de materializarse que poseía el cuchillo resultaba ventajosa en peleas de corto alcance. Usando sus dagas, el Pícaro le había dado una demostración de lo que la técnica generaba: clavando en distintos lugares vitales de un objetivo, soltándolas para evitar tener que retirarlas y tenerlas en sus manos antes para repetir los ataques multidireccionales. Pero él tenía dos y sabía bien cómo transmitir su esencia. Frank por su parte solo podía lograr llamar al cuchillo por inercia, más no por su esencia. Un arma de nombre propio elije a su portador y espera que este le dé el arranque perfecto para desentrañar todo su potencial. No saber a qué raza pertenecieras ni qué era lo que movía todo tu interior generaba una completa pérdida de tiempo. Cámbuj terminaba por hacer el trabajo que su dueño no podía. El Pícaro, más de una vez le había dicho que si quería abandonar, que podía, pero Frank no cedía, levantándose fatigado para continuar hasta que su cuerpo perdiese toda energía. Y eso era debido a Caroline Langelotti, la Demonio, quien en sus sueños le insistía para que no dejase de entrenar, dándole consejos y retomando los conceptos básicos de pelea. Sus encuentros con ella eran seguidos, todas las noches charlaban hasta que el chico despertaba. La compañía de aquel ser lo hacía sentirse entre cómodo y satisfecho, ya que parecía entenderlo. Aunque la mayor parte de las veces tenía que reprimir los sentimientos contradictorios que se manifestaban. Se distrajo recordándola, por lo que no bloqueó el ataque de Constantine y terminó recibiendo un fuerte golpe. Frank trató de reponerse pero acabo cayéndose.
     —Suficiente —declaró, envainando una de sus dagas—. Estas demasiado distraído como para seguir.
     Frank trató de levantarse, no pudo. Le quedó mirar a otro lado avergonzado.
     —Ve y date una ducha, mañana seguiremos.
     El chico no objetó, habían acordado que si Constantine decía que era suficiente, la clase se cortaba y hasta el día siguiente no se retomaban. Más de la mitad de las veces, las clases fueron cortadas por la inoperancia de Frank, lo que terminaba haciendo sentir pesar en el chico. Odiaba la idea de ser un inútil.
     Entrenaban en los jardines al lado del castillo, a veces la Artista Nora Borgh los observaba y pintaba, en su mayoría, las incontables derrotas del chico. También Catriel Snep, el Pirata los miraba riéndose del fracaso. En un principio, a Frank le molestaba su presencia, pero no podía decir ni una palabra, con tal de no provocar al Pirata, solo se dignaba a ignorar sus comentarios desalentadores. Normalmente, la mayor de las Artistas, Meya, lo detenía y le decía que parase. Las relaciones se habían fortificado en aquellos días. El Pirata y la Artista pasaban mucho tiempo hablando. Maile Sergf, la Intelectual y Teint Hyeraci, el Aristócrata también hablaban, aunque aquellos se mantenían la mayor parte del tiempo alejados. Desde la noche en la que Maik se le había presentado, la Intelectual no salía de la biblioteca. Salvo por el Aristócrata, ningún otro sabía nada. Había sido un acuerdo mutuo aunque, en el fondo, deseaban decirles la verdad, pero la situación actual no necesitaba que metiesen el dedo en la llaga. Los dos distribuían su tiempo a la investigación de aquel sueño, pero, por más que revisaran una y mil veces los libros recolectados, no encontraban nada útil.

Entre Alas y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora