— Dame tu maleta, debemos irnos ya
A la mierda con esto.
Saben, ¿Que importa que sea Katsuki? La situación no estaba para pedir gustos sobre quien le gustaría que lo fuera a salvar. Bueno, malo, héroe o villano, realmente daba igual. Dios da lo justo y necesario.
Pidió a alguien y alguien llegó, no tenía porque quejarse.
Su lengua ardía por el castigo en llamas que su madre le había brindado. Saludo con la mano temblando como la de alguien con párkinson, una patética sonrisa que se negaba a ser real y sus esmeraldas formaron murallas de agua salada.
El cenizo se hizo el ciego delante de la señora Midoriya.
El chico le tendió la maleta con las pocas cosas que pudo echar, Katsuki la tomó y se la echó al hombro.
— Te portas bien, iré a recogerte cuando acabe
— No será necesario, lo haré yo — se adelantó a decir el de ojos rubí.
— No se tome tantas molestias, yo se que usted está ocupado — le sonrió gentilmente — Te amo Izu, reza mucho por ti mismo, lo necesitas — beso su frente y el solo asintió.
Izuku fue al lado del párroco, quien empezó a caminar después de ver aquella escena tan asquerosa.
Inko solo vio como disminuía la imagen de ambos con cada paso que daban, hasta que finalmente se esfumaron de su vista.
Katsuki vio de reojo al pecoso y por experiencias pasadas sabía que luchaba a puño limpio con hacerse el fuerte.
— Apúrate que no tengo todo el día — se echo a andar más a prisa, el pecoso apenas le podía seguir el pasó.
A todo esto, Izuku todavía no había caído en cuenta de que él no se había comprometido a ningún retiro, ni siquiera había escuchado de uno en estos días.
Llegaron a la parroquia. Entraron directamente al seminario, específicamente al cuarto del rubio.
Muchos que andaban por ahí los vieron pero no se atrevían a preguntar. Aún así, muchos ya se hacían un par de ideas de lo que podría estar pasando entre aquellos dos, ya que Katsuki hostigaba a ese niño más que a nadie. Daba la sensación de ser algo turbio. Otros lo miraban más por el lado filial, como que eran apegados porque el pecoso no tenía papá y Katsuki por no tener ningún hermano.
Cuando entraron a la habitación del mayor, este puso la maleta con las cosas del pecoso por ahí, mientras que esté solo se quedó parado, temiendo por su seguridad, si hacía algún mal movimiento que provocara al de ojos rubí sus pocas ganas de vivir se irían al carajo. Suicidarse nunca fue una opción pero comenzaba a vacilar.
— Ya suéltalo — se paró frente al pecoso que de poco a poco se derrumbó como una torre de Jenga cuando sacas el bloque izquierdo de abajo.
Abrazo al cenizo y se aferró a las ropas de él con ganas. Todo en silencio, lo más ruidoso que emitía, eran suspiros.
Katsuki acarició con ternura la cabeza de cabellos verdosos que estaba pegada contra su pecho.
Pasado unos minutos, en los que ya se había tranquilizado, lo separó de su cuerpo y se agachó hasta quedar a la altura del pecoso.
Limpio una lagrima imaginaria, ya que todas se fundían con rapidez en el camino que concluía en su barbilla, donde todas se juntaban y una gota enorme caía al piso — Me gusta cuando estás cayado y no estás tartamudeando tus cosas de Nerd, ¿Te comió la lengua el gato o que?
Izuku enseñó su lengua y Katsuki quedó horrorizado. Era una quemadura en segundo grado.
Lo miro mejor de pies a cabeza, recordando algunas marcas que vio cuando venían de camino y que obviamente no revisaría en plena calle a la vista de todos.
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Ave María Purísima
Fanfiction"Sin pecado concebido" Katsuki Bakugou es el párroco de la iglesia del pueblo e Izuku Midoriya es el monaguillo que le ayuda al padre. ⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️ Si este tema te parece moralmente incorrecto o blasfemó NO LO LEAS.