Y, de repente, el pasado importó.
Desde que la conocí, supe que el amor estaba por encima de todo. Nunca fue una princesa para mí, siempre fue simplemente Anna. Mi espectacular Anna. Aún cuando proclamaba su amor por otro hombre, no podía evitar ver a la increíble mujer que había aparecido ante mis ojos. Aquella valiente y generosa mujer que intentaba ocultar la tremenda ternura que desprendía con una fachada de princesa exigente que, por supuesto, no pudo mantener.
Poco importaba la diferencia de estatus social, y poco le importó a mi corazón que no pudiese ser mía; poco importaba mi propia vida cuando la suya estaba en juego y poco me importaron las miradas de los demás cuando por fin pude sentir sus dulces y apasionados labios al encuentro de los míos.
Siempre supe que éramos el uno para el otro, y que el trabajo, el olor corporal o las extrañas compañías, no eran algo que pudiese interferir en ello; disfrutábamos de nuestra mutua compañía, de cada palabra, de cada silencio, de cada caricia, cada mirada y cada beso.
Entonces, sin verlo venir, de un día para otro fue coronada reina justo después de acceder a ser mi esposa y, por ende, algún día no muy lejano, me convertiría en rey. Y, pese a lo intimidante de la idea y a todo lo que tenía que aprender en el menor tiempo posible, supe que merecería la pena porque nuestro amor va más allá de todo eso. Nada lo tumba, nada lo oprime, nada ni nadie puede acabar con él.
O eso creía hasta entonces. No, eso creo aún hoy. Pero, si es así, si siempre la he amado con todo mi ser... ¿por qué la había alejado de mí? ¿Por qué no lograba encontrarla? ¿Por qué ya no estaba ahí?
ESTÁS LEYENDO
Las cosas que importan
RomanceAnna y Kristoff viajan al Ahtohallan en busca de respuestas, pero encontrarán respuestas que no esperaban. Descarga de responsabilidad: no poseo nada más que mi propia vida.