4. Una Delgada Línea

10 1 0
                                    

—Me explicarás todo volviendo a casa —ordenó Willy, intentando parecer rudo.

Hubiera logrado intimidarme si el tono de su voz no lo hubiera delatado. En el fondo, estaba preocupado por lo que le dije, él era nuestro “hermano mayor” y nos debía proteger, incluso si eso fuera una enorme carga para él. Me sentía culpable por ello, el negro tuvo que sacar mil veces el pecho por nosotros y las estupideces que hacíamos.

—Bien, pero vinimos a estudiar, así que cállate y quémate las neuronas el resto del día —respondí intentado bajar la tensión.

—Estudia tú, mocoso —contestó intentando no reír—. Siendo un delincuente no lograrás nada.

—Apuesto a que sí.

—Ja ja ja lo dudo.

Dejamos la moto en un callejón cercano, le pedimos a un amigo de la banda que la cuidara. Por suerte, el lugar estaba cerca de la escuela y sólo nos costó una picada hasta allá. Cuando volvíamos, vi a Manrick sudado entrando por la puerta principal, era gracioso porque estaba empapado de sudor y parecía como si le hubieran lanzado agua.

—Gordick, ¿cómo te sentó hacer ejercicio? —pregunté acercándome corriendo a él.

—Igual de bien que soltar un pedo guardado —respondió mientras sacaba una toalla pequeña de su mochila y se secaba la frente—. A la siguiente yo voy en la moto.

—Mmm no creo, por cierto, ¿dónde dejaste la bici? —esta vez preguntó Willy.

—En tu culo, ahí estará bien guardado —respondió a la ofensiva.

—Vaya, ¿y con esa boca besas tu almohada?

—Ja ja ja —reí fuerte—. Recuerden, debo mantener mi imagen de desadaptado social, así que no me hablen hasta la salida.

—Okey, desadaptado social —atacó Manrick.

William fue caminando hasta el otro patio donde estaba el laboratorio. Manrick y yo entramos al salón de clases luego de acomodar nuestros uniformes. En uno de los primeros asientos estaba la chica que mencionó Manrick en la casa. La ventana estaba abierta y el viento que entraba por ella agitaba ligeramente su largo cabello azabache. Tenía ojos azules y en sus manos blancas y heridas sostenía un libro.

No era el tipo de chica que me gustara, yo mucho menos sería su tipo. Avancé hasta la mitad de la fila de asientos y me senté, dejando la pesada mochila en el suelo. El salón era pequeño pero cómodo, lo único malo era que podía escuchar todo lo que se hablaba en el salón. No había secretos entre nosotros, al menos si hablábamos aquí.

—¿Qué te pasa, Ari? —preguntó una de las chicas.

—¿No viste las noticias? Ayer Sofía fue asesinada en un callejón —respondió la otra con dolor en su voz.

Mierda. Fui bastante descuidado ayer, tuve suerte de que no pasó nadie que pudiera dar evidencias. Aunque si encontraron el cadáver de los dos, sería mucho más fácil que den conmigo y, en el peor de los casos, si hay algún participante que trabaje con la policía, lo más probable es que vengan a buscarme más rápido de lo normal.

—¿Y ya se sabe quién fue el culpable?

—Pues… las cámaras de las esquinas captaron a cuatro posibles sospechosos, pero no hay nada confirmado aún.

Demonios. Ese hubiese sido el peor de los escenarios porque no sólo me metería en problemas yo, también involucraría indirectamente a los demás, cosa que no quería. Pasaron un par de minutos hasta que llegó el profesor, un viejo decrépito que apenas podía caminar y enseñaba historia.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 22, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

G-Game "El juego de Dios" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora