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Con cada gota que caía, pequeñas hondas en el agua se formaban, y las paredes devolvían a los oídos de Hoseok el sonido en forma de eco.
Abrazó con fuerzas sus piernas bajo en agua, manteniendo la mirada perdida en cada gota que caía sobre la bañera. Sus delgados y azabaches cabellos permanecían mojados , y al igual que aquella llave, dejaban caer delgadas y delicadas gotas de agua.
Su boca estaba medio abierta, y a pesar de estar completamente empapado, no quitaba el hecho de que sus labios se sintieran secos y cortados.
Su tono de piel era un poco blanquecino, y lo que eran sus hombros, sus codos, sus rodillas, sus talones y sus manos parecían estar pintados de rojo carmesí. Y esas manchas moradas y amarillentas adornaban cada parte de su cuerpo, convirtiéndose en los recuerdos de la peor pesadilla que estaba viviendo.
—Ese maldito cinturón.— Escucho susurrar aquella voz grave y ronca que había conocido hace muchos años.—
Su cabeza se volteo para ver a través de la puerta del baño, observando a ese ser de piel pálida salir una y otra vez de aquel par de habitaciones en el pasillo.
— No encuentro ese maldito cinturón.— Volvió a susurrar el hombre, deteniéndose justo en medio del pasillo donde Hoseok podía ver lo que ocurría, poniendo sus manos en jarra sobre su cintura y frunciendo el ceño claramente molesto. — No lo encuentro en ningún lado.—
Y por primera vez ese par de ojos gatunos lo miraron. Una sonrisa apareció en el rostro del hombre justo al presenciar el amor de su vida. Camino rápidamente hacia el baño, sin ningún momento quitar la vista de aquellos ojos rasgados que lo miraban de vuelta, sumisos y temerosos.
— Mírate, Hoseok.— Susurro al estar a solo un metro de distancia de la bañera, en donde Hoseok alzaba sus piernas. — Estas Hermoso.—
El bello doncel no dijo nada, presenciando a su pareja sentarse en el borde de la tina, mirándolo esos ojos llenos de amor que le habían enamorado cuando era joven.
— Hoseok, cariño.—Lo vio ladear la cabeza frente a el, queriendo mirarlo con ojos medios entristecidos.— ¿Has visto mi cinturón? No lo encuentro.—
Hoseok negó aun sin quitar la vista de aquellos ojos.
—Cariño.— La delgada y larga mano pálida se estiro para acariciar la mejilla húmeda y regordeta de Hoseok.— Sabes que necesito ese cinturón, ¿Cierto.—
El mas pequeño no hizo más que agachar la cabeza abrazando con mas fuerza sus piernas a su pecho.
Yoongi sonrió, mirando el agua que se había tornado de un color grisáceo o blanco tal vez por todo el jabón que había usado su pequeño esposo al bañarse, metió su pálida mano al agua, quitando el tapón, haciendo que el agua se fuera poco a poco por el drenaje.