Sin Rostro.

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-Es que ya estoy en mi puto límite, no puedo, simplemente no puedo ser siempre quien tiene que asumir toda la responsabilidad en esta relación. Es cansado y desgastante.

-No tienes toda la responsabilidad, lo que pasa es que siempre buscas excusas para dejarme e irte a coger con medio puto mundo.

-¿Por qué siempre todo se trata de ti? Piensas que todo el chingado planeta planea una conspiración inmensa sólo para chingarte, pero no, es sólo tu puto ego desmesurado, por favor ya-ma-du-ra.

-No tienes porque hablarme así...

-Me acabas de decir que soy una puta, ¿es que en serio no te escuchas? Estás tan en ti que ni siquiera mides tus palabras.

Trato de explicarme qué pasó, por qué, cómo. En qué momento todo se desmoronó. Es injusto, lo único que me queda de ti está en mi mente y es muy difuso, a veces llevas un vestido azul, a veces es verde y otras rojo. Estoy atrapada, encerrada en mi mente, en los recuerdos porque es lo único que me queda para sentirte, para viajar a momentos precisos de mi vida y arreglar las cosas, porque sólo ahí es donde las puedo arreglar. Encuentro el confort, vuelvo a sonreír pero abro los ojos y todo se desvanece y regreso a mi estúpida realidad y me siento miserable y ya no aguanto más este bucle en el que estoy atrapada, estoy atrapada pero, la verdad es que no quiero salir.

-¿Por qué no me puedes querer y ya?

-Güei, es que yo te quiero, te amo con todo mi ser, pero no por eso voy a dejar pasar todo lo malo que no es poco.

-Bésame, por favor.

-No puedes solucionar todo así.

-Por favor, ven.- Toma su mano y la acerca a su pecho mientras opone resistencia. -Tócame, por favor, ¿es que ya no te gusto?

-¡YA! Carajo, ya. ¡NO TODO PUEDES RESOLVERLO ASÍ! - Se safa bruscamente, entra al baño y azota la puerta.

Quiero encontrar tu rostro, quiero recordar cada detalle con precisión porque te pienso y no veo nada, todo es borroso, no hay un rasgo distinguible, no hay ojos, no hay boca, no hay nada, ya no puedo distinguir tu mirada o si quiera si me miras, ¿Me estás mirando? Sin embargo la sensación persiste, porque creo que me miras y me siento bien, me siento feliz. Te di tanto de mí y me dejaste tan poco. Te necesito, tu presencia en mi vida me llenaba de jubilo, me hacía sentir completa, suficiente. Tu mirada me llenaba de vitalidad, me da un sentido, algo a lo que aferrarme y no perder las ganas de seguir con mi vida. Porque estar contigo era como no ser alguien, porque me libraba de esta carga tan absurda que es ser yo, porque ser yo es horrible, no entiendo como alguien como tú podía soportar esto que soy yo. ¿Por eso te fuiste? Desperté, desperté y ya no estabas, ese día hubiera preferido no volver a despertar.

Toca la puerta. -Oye.

-Por favor, déjame en paz. - Dijo con la voz quebrada.

-Sal, ándale.

...

-Me siento sola. - Al borde del llanto.

El silencio inundó el lugar.

No es fácil sobrellevar esto, tu ausencia. Entre más pienso, menos estoy aquí, me desapego cada vez más y más de la realidad y sobrevivo en lo onírico, en pensamientos nebulosos que no llevan a ningún lugar, no sé qué tan cuerda estoy o si ya estoy totalmente fuera de la razón. Ya no hay sentido, no me queda nada más que yo y no vale la pena. No hay peor martirio que la soledad, cuando te sientes y te sabes sola. No soporto este vértigo al mirar en mis adentros, buscándome a mí y no encontrar nada porque todo está negro y hondo, y si está ahí, seguramente nunca la encontraré, porque no me queda nada, no soy nada.

Cuentos de un adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora