Había insistido tanto en ir que, cuando al fin aceptó, los nervios me aplacaron. Él, por su parte, se veía tranquilo. Como si todo este tiempo en el que insistí sin parar, lo hubiera usado para hacerse a la idea.
Escogí la ropa interior más sexy que tenía, era relativamente nueva, no recordaba haberla estrenado aún. El encaje se amoldaba a mi piel como si perteneciese a ella. El negro hacía contraste con mi tez blanca, dándome un aspecto sensual y elegante a la vez. Me gustaba la imagen que me devolvía el espejo. A Lucas, mi novio, también le gustó. Lo podía ver por cómo me veía desde el umbral de la puerta. Estaba deseoso, pero apostaba a que el deseo de esta nueva osadía se llevaba el premio. Si no ya me hubiese despojado de mis dos finas prendas y estaría en la cama con él teniendo sexo ahora mismo.
Arriba me puse un vestido que iba entallado al cuerpo, aunque no lo suficiente como para que se marcase mi ropa interior, también de color negro.
Cuando llegamos al lugar, me sorprendió lo normal que parecía. Si pasaba por la calle sin prestarle demasiada atención, podía ser un bar cualquiera de la ciudad. Sin embargo, las pruebas estaban allí, en todos lados. Dos chicas besándose y manoseándose junto a la barra. Un hombre disfrutando del espectáculo mientras se acariciaba la entrepierna. En otro espacio del amplio bar, dos parejas intercambiaban palabras mientras las dos mujeres se miraban con clara lascivia.
—Este lugar está lleno... ¿Dónde nos espera Minerva? —Me consultó mi pareja. Me encogí de hombros a la vez que estiraba mi cuello y barría el espacio con mi mirada en busca de Minerva. Ella era quien organizaba estos eventos, y era ella quien te ayudaba a buscar lo que querías para tu noche. Lo nuestro era simple: queríamos un chico bisexual, una habitación para los tres y alcohol.
—Ahí está, vamos—. Tiré de su brazo en cuanto la vi y nos encaminamos hacia ella. Nos sonrió con simpatía, como si nos conociera, aunque realmente no lo hacía. Esto, simplemente, formaba parte de su trabajo: hacer sentir a la gente cómoda.
—¡Hola, chicos! ¿Puedo ayudarles en algo?
—Si... Veras...—Fui torpe con mis propias palabras. Ahora mis nervios estaban a flor de piel.
—Queríamos una noche con un chico, bisexual de ser posible...—Tomó el control mi compañero.
—Claro, puedo ayudarlos. ¿Cómo se llaman?
—Yo soy Ana y él es Chris...—Dije mintiendo en nuestros nombres y haciendo alusión a cincuenta sombras de Grey. Me sentí idiota apenas escuché mi idea en voz alta. Si Minerva se dio cuenta de mi mentira, no lo demostró.
—Bien, Ana, Chris, veré que puedo hacer por ustedes. Hoy vino mucha gente, seguramente alguien esté dispuesto a pasar la velada junto a ustedes. ¿Trajeron los certificados? —Asentí y le extendí los dos papeles sellados por nuestro médico de cabecera. Eso es lo que me había convencido de este lugar entre los demás que había en la ciudad: se aseguraban de que, si entrabas, estabas libre de cualquier ETS. Después de eso, cualquier otro cuidado corría por tu cuenta.
Usar preservativo estaba en mis planes, por supuesto que sí. Lo que no estaba en mis planes es que me dieran sexo oral con un plástico entre nosotros. Ni yo darlo de esa forma.
Al cabo de unos momentos, un hombre de unos treinta años se aproximó a nosotros. Era guapo, alto, de ojos negros y cabello rubio. Se notaba que iba al gimnasio, pues la camisa que llevaba se ceñía a través de sus músculos.
—Hola ¿Son Chris y Ana? —Ambos asentimos y saludamos al recién llegado. —Soy Hunter. Me alegro de conocerlos... ¿Qué tenían planeado para esta noche? Quiero asegurarme que estamos en la misma... onda—. Terminó pensando por demás la última palabra.
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Tabú - Historias Cortas |+21 años
Short StoryAdvertencia: Historias cortas sexuales, que contienen o pueden contener: escenas sexuales explícitas, lenguaje inapropiado, violencia, o drogas. Lectura recomendada a partir de los veintiún años.