Amor bajo sospecha

Prólogo

            —¡Oh, Jake! ¡Sigueee, no paressss!
            Jake embestía una y otra vez con violencia, consiguiendo entre tanta fogosidad que los talones de la muchacha acariciasen sus hombros con deliciosa sensualidad. Aunque él apenas notaba nada, tan concentrado como se hallaba en pleno acto sexual. En aquella postura, con la mujer abierta de piernas por completo y tan receptiva como en su día se dejaron embaucar tantas otras por una máquina de amar como él, Jake se encontraba en su ambiente natural. Él era quien ostentaba el poder, era quien las tenía a sus pies, el cazador de mujeres más duro y atractivo de Los Ángeles.
            Se veía a sí mismo como un león, como el rey de aquella especie de selva multicultural en la que ejercía como teniente de policía por el día y como bestia hambrienta de carne por las noches. Sus dóciles presas se dejaban atrapar fácilmente por la fiera en que se convertía cuando asomaban en la lejanía las sombras de los rascacielos angelinos, bastante retirados de su hábitat natural, más conocido como Santa Mónica. No intuía por entonces que su vida iba a cambiar por completo en muy poco tiempo. De hecho, en ese preciso momento, mientras él seguía follando como un poseso con aquella rubia desconocida, no muy lejos de allí estaba comenzando a cambiar. Pero él seguía ajeno a todo, continuaba embistiendo sin vacilar, manteniendo la misma intensidad de principio a fin. Por eso era el rey de la selva, el cazador intratable e indomable. O eso creía.
            No era consciente de estar mutando para dejar de ser el rey de la selva y con ello convertirse en un lobo salvaje, siempre sumiso al poderoso influjo de la luna. La luna más hermosa e inquieta que llegaría a su vida para hacerse con el control de su mente y de su cuerpo.
            Pero él continuaba ajeno y embistiendo como el rey de la selva que era, de momento…