Y así como dijo el castaño, lo había trasladado al palacio, como decirlo, simplemente dio la orden y se lo llevaron al palacio, sin darle explicación a nadie del bar, pero por la cara de la gente sabían que su tesoro se les sería arrebatado, por el sultán que odiaban injustamente o eso quería pensar el castaño.
Al simple hecho de llegar, Oda lo dejo en una cama y solo se marchó, a lo que Chuya intento escapar, pero todo el lugar estaba rodeado por guardias, el huir ya no era una opción y menos sin la daga, así que se resignó a tumbarse en la cama acolchonada y esperar con una mueca en su rostro para qué le liberarán, más eso nunca paso, a lo que llevo que Chuya se quedara dormido.
Para cuando despertó, noto a su lado su ropa cotidiana, se preguntaba cómo es que está se encontraba ahí, más decidió no dar más vueltas al asunto y se comenzó a vestirse, para después tratar de encontrar una salida.
Cuando terminó se acercó a una de las ventanas, noto la altitud se está y si había algo a los lados por dónde descender, por suerte la había, así que sin pensarlo dos veces bajo por el techo, dos cosas eran seguras.
1-No se iría sin su daga
2-Sin romperle la cara a aquel castaño que le saco de sus cabales, le importaba tres mierdas si se trataba del sultán.
Camino ágilmente por los techos, notando que todo era hermoso a su alrededor, su nombre le hacía justicia, el palacio de las mil maravillas adornos bañados en oro y diamantes, lindas y hermosas reliquias, eso era espléndido, y le daba rabia a Chuya, ¿Cómo podía él gozar de tales cosas y su gente morir de hambre? Estaba más que decidido que le daría una golpiza a ese castaño.
Observó a sus alrededores tratando de entender el esquema de patrullaje de los guardas hasta que su vista y rabia se fijó en la persona en la que estaba pensando.
Estaba por bajar a golpeare hasta que noto el semblante del castaño qué era muy sombrío.
Este salia de una habitación, seguida de varias personas algunas que eran ancianos, otros jóvenes, estos parecían desbordarse de finas telas y diamantes, mientras el sultán vestía algo mucho más simple en cuestión de ropa, por su parte Chuya observó en silencio la situación.
El castaño estaba más que enojado, y el que parecía ser su guardaespaldas, quien le había traído aquí al palacio junto a los demás guardias, el hombre estaba detrás del castaño tratando de calmarle, a lo que él solo negó y se fue de ahí molesto.
Chuya lo siguió por el techo hasta que vio que era seguro bajar y seguirle de cerca, en algún momento le perdió de vista y decidió salir de su escondite, pero de la nada fue acorralado en una pared, con unas esposas que desprendían un color verde y aunque Chuya intentará librarse de ellas no podía, ya que le impedían cualquier movimiento, el castaño hizo acto de presencia y se acercó a él con una cara sonriente, sabía que le habían estado siguiendo desde hace rato, pero no hizo ninguna reacción.
— Vaya que eres bueno siendo sigiloso, pero no lo suficiente como para estar a mi nivel, pude detectarse desde hace un tiempo, debes cuidar tu respiración.
—¡Suéltame!
— Oh vamos, no seas tan egoísta me he tomado la molestia de traerte al palacio así que deberías ser más agradecido — dijo con una sonrisa forzada, no estaba de humor para tratar con alguien.
—¿Agradecido? ¡Me secuestraste, maldita sea!
— Tómalo como un trato, me devolviste la daga y no te encarcelaré, a cambio te dejaré vivir aquí, es un muy buen intercambio ¿No crees?
—¡Claro que no, lunático! ¡Dame esa daga ahora, me pertenece y quítame está cosa de las manos!
— Bueno debo admitir que las cosas del palacio son divertidas — dijo mientras mostraba unas gemas de 3 colores— Tienen cosas muy interesantes y útiles, nunca sabe que te encontrarás.
El castaño se acercó a él para después con su mano izquierda levantar poco la camisa del peli naranja, quien por suerte logro librar una de sus manos deteniendo el acto del otro, Chuya estaba totalmente irritado y eso le alegro el humor al castaño quien relamió sus labios con un leve sonrojo, había encontrado un buen entretenimiento después de enfadarse en aquel lugar.
— No te atrevas.
—¿Oh qué? — dijo divertido.
— No me haré responsable de mis actos.
— No me asustas querida flor del desierto. — comenzó a reír a carcajadas.
— No soy tan indefenso como mi apariencia.
— Eso lo sé de sobra, no por nada eres el tan afamado ladrón de cabello rojizo.
— Entonces sabiendo eso no me contendré.
— Quiero ser testigo de lo que eres capaz, después de todo fue muy difícil capturarte.
— No me has capturado.
— Bueno — le miro de arriba abajo— tomemos en cuenta que te traje de manera fácil a mi palacio y que prácticamente estás a mi merced bueno deja mucho que decir sobre ti.
— Los errores pueden cometerse.
— Sí y pueden costar muy caro, esta vida no es tan fácil como para darse el lujo de cometerlos, querida bailarina.
Chuya quiso darle un golpe, pero su mano aún estaba retenida, la otra había sido parada desde la muñeca con una gran fuerza, estaba muy enojado, su rostro lo demostraba de gran manera, mientras la del castaño mostraba burla y algo de interés, sus ojos tenían un brillo rojizo casi como si de sangre se tratase, de la nada las gemas y la daga fueron tiradas a sus lados, Chuya le miro mas no bajo la guardia.
— Espero que logres entretenerme aunque sea solo un poco, cariño.
De la nada la otra mano fue desatada, el castaño se alejó, no sin antes arrojar más lejos con su pierna la daga qué traía consigo, para que estuviera fuera del alcance del peli-naranja quien chasqueo la lengua, este comenzó a lanzar patadas y golpes al castaño quien solo las esquivaba con facilidad.
Si encuentras alguna falta de ortografía o gramática agradecería que me lo mencionaras en un comentario.
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Noches en Arabia
FanficDéjenme contarles una historia, pero no una cualquiera,si no una que se sitúa en las más calorosas y peligrosas arenas del desierto, donde en un descuido, puedes perderte, entre todo aquel lugar un reino había, donde el sultán era muy bien respetado...