CAPÍTULO 6

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Estoy corriendo a lo largo de un pasillo aparentemente interminable, de paredes negras, no hay ventanas y tropiezo con mis propios pies. El corazón me late desbocado, tan rápido que me duele el pecho y me cuesta un esfuerzo enorme llenar mis pulmones de aire. Oigo un grito de socorro y me paro en seco cayendo al suelo de piedra de rodillas entre jadeos.

-¡Mamá!- Chillo aterrada tratando de ponerme en pie de nuevo.

Me tiemblan las piernas y tengo que limpiarme el sudor de las manos en los vaqueros. No obtengo respuesta.

-¡Molly!- Grita otra voz a mis espaldas. Me giro y veo a Alexander, energético y avanzando a grandes zancadas hacia mí.

Otro grito de mi madre me desgarra los tímpanos y me obligo a mi misma a levantarme y seguir caminando por el pasillo, que aún sigue lo que parecen ser varios kilómetros, pero los gritos se oyen muy cerca, casi como si estuvieran dentro de mi cabeza. Los fríos y largos dedos de Alexander se entrelazan con los míos pero no le doy importancia, sigo corriendo a trompicones.

Doy contra algo duro y frío en la oscuridad y caigo hacia atrás con estrépito, los brazos de él se ciñen a mi cintura impidiendo que llegue a tocar el suelo con mi cuerpo. Trago saliva mirándole y vuelvo la vista rápidamente. Los gritos salen a través de la puerta blanca que tengo delante, estiro los brazos palpándola en busca de un modo de abrirla. Empujo, tiro y golpeo con fuerza pero nada sirve.

-¡Estoy aquí mamá! Tranquila...-Más gritos- ¡Ayúdame!- Le grito con los ojos humedecidos por las lágrimas, no hace nada, sigue quieto muy cerca de mi espalda.

Entonces oigo un chasquido y me giro rápidamente. Alexander me pone el frío y metálico cañón de una pistola contra la frente y sonríe victorioso, como si por fin hubiera cazado la presa que lleva tiempo persiguiendo. Ya no oigo más gritos, solo el sonido de mi respiración agitada y los latidos de mi corazón. Las llamas me lamen los ojos.

-Una menos-. Susurra a la vez que rodea el gatillo con su largo dedo índice.

No soy capaz de decir ni hacer nada, solo le miro fijamente a los ojos. Aprieto los dientes esperando a oír el disparo y este no tarda en llegar. Lo último que veo en un resoplando y me noto zumbar los oídos.

Pego un bote en el asiento del coche y dejo escapar un grito. Tardo unos segundos en acostumbrarme a la luz que hay en el interior del todoterreno. Siento el miedo apoderarse de mi cuerpo cuando veo la pistola de color negro junto al freno de mano, hundo las uñas en el cuero beis y suelto un jadeo. Alexander gira un momento la cabeza para mirarme y aparta la mano de la palanca de cambio, coge una botellita de agua de la guantera y me la tiende.

-Bebe, te sentará bien.

Levanto una mano temblorosa y la cojo despacio, desenrosco el tapón de color azul añil y le doy un trago largo disfrutando de la deliciosa agua fresca. Mantengo la botella entre mis manos y apoyo la cabeza en el respaldo de mi asiento. Le miro un momento; perlitas de sudor le resbalan por la sien y la nuca, ha estado nervioso... Su piel adquiere un tono rojizo por las lucecitas naranjas de los botoncitos y la pantalla del salpicadero. Tiene el pelo revuelto, prácticamente en punta y las patillas le llegan hasta donde se acaban sus orejas.

-Has dormido apenas dos horas Daniela, descansa si quieres.

No respondo, me limito a recostarme y observar la carretera a través de la ventanilla iluminada por los faros del coche, las barras blancas pintadas sobre el asfalto pasan a nuestro lado mientras avanzamos.

Escape al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora