El día que la conocí, fue el día que cambió mi vida.
Cada vez que discutía con mis padres iba allí a desconectar y aclarar mis ideas. Era mi lugar secreto, o lo fue hasta que la encontré allí sentada. Se asustó nada más verme. Al principio permanecimos calladas observando el horizonte sin querer romper ese silencio. No me apetecía nada compartir mi lugar, y mucho menos, entablar conversación con alguien tras las últimas palabras de mis padres.
- <<No queremos más habladurías de la gente. O te comportas como una persona normal, o tendremos que mandarte al psicólogo>>
¿Y qué se supone que es lo normal? ¿Era diferente por amar a alguien de mi mismo sexo? ¿Por sentir qué mi sexo asignado al nacer no correspondía con mi identidad de género? Estaba tan concentrada en mis pensamientos que ni cuenta me di que se había marchado. Una parte de mí sintió que había perdido la oportunidad de conocerla. Bastantes cosas tenía que lidiar como para añadir otro pensamiento más.
Al día siguiente regresé con la esperanza de encontrarla, y ahí estaba de nuevo. Esta vez me senté a su lado.
- Hola, me llamo Aurora - se presentó.
- Yo soy Elsa - le di la mano.
Ella me habló de sus gustos peculiares, se autodefinió friki con orgullo, como creaba sus propios cosplays e iba a salones manga, de su pasión por el cine y las series, como podía pasarse horas leyendo, que quería estudiar Bellas Artes al terminar el instituto...y yo me quedaba absorta escuchándola. Su presente y su futuro eran mejor que el mío, ¿para qué iba a fastidiar el momento?. Los días pasaban y cada vez me encontraba más cómoda con ella. No paraba de hablar de todo y de nada, y me hacía reír, algo que me ayudaba a sobrellevar mis días grises.
- ¿Y qué me cuentas de ti? Siempre hablo yo, ¿no te aburres?
- Me gusta escuchar y...mi vida no es tan interesante como la tuya...ni tan feliz - susurré.
- Perdona, no quería hacerte sentir mal. Es solo que cuando salgo fuera de casa prefiero pasármelo bien, reír a carcajadas es la mejor medicina, ¿no crees?
- En teoría sí, pero en la práctica es más difícil. Siento no ser tan positiva como tú.
- ¿Me contarás algún día que pasa por tu cabeza?
- Sí, dame tiempo.
Pasaron las semanas y al fin me armé de valor. Se merecía saber el motivo de mi comportamiento apático, siempre eludiendo preguntas incómodas para no tener que mostrar mi verdadero yo.
- Lo siento, debes estar pasando un infierno. No puedo creer como unos padres pueden tratar así a su propio hijo.
Escuchar cómo se dirigía a mí en masculino me hizo sentir feliz por unos segundos - No lo has podido describir mejor. Así me siento, viviendo en un lugar que me quema por dentro, que no me deja ser quien soy, quien quiero ser.
- A mi familia al principio le costó asumir mi bisexualidad, pero solo necesitaron tiempo para entenderlo.
- ¿Eres bisexual?
- ¿Qué pasa? ¿Se me tiene qué notar?
- No, no me malinterpretes...es solo que...
- Es broma, no podías saberlo...Me alegro que por fin me lo hayas dicho. Gracias por confiar en mí.
- Gracias a ti por no huir, por quedarte. Desde que te conocí tu alegras mis días - me sonrojé un poco al decirlo.
Los meses pasaban y ninguna faltaba a esa cita diaria, se había convertido en nuestro momento de evasión. Aquella vez decidí ir elegante, me puse mi mejor traje chaqueta, y la pajarita que me regaló mi abuela por mi cumpleaños. Además, tomé una de las decisiones más importantes de mi vida, cortarme el pelo, se acabó la larga melena. Por primera vez estaba nerviosa, iba a confesarle mis sentimientos y tenía miedo de no ser correspondido. Las horas pasaban y no llegaba, mi paciencia se tornó en preocupación <<¿Y si le ha pasado algo?>>. Estaba anocheciendo, no podía esperar más o mis padres se preguntarían donde me había metido. Nunca nos dimos los números de teléfono, jamás podría contactar con ella. Que ilusos fuimos al querer mantener el misterio.
Un día tras otro, regresaba al mismo lugar, ella seguía sin dar señales de vida y yo perdía la esperanza de volver a verla. Siempre supe que no podía dejar la felicidad en manos de otra persona, pero donde hay esperanza siempre habrá sueños, y ella me había enseñado a luchar por los míos. Juré dejar de engañarme, de callarme ante mis padres y de asumir sus órdenes, quería desestabilizar esas normas aparentemente fijas, representar que las sexualidades traspasan las fronteras de lo aceptado. Tenía que ser yo mismo. Me costó confesarles que no podía encasillarme ni definirme, puesto que vivía en una fluidez constante, al menos les hice ver que ser diferente no era negativo. Tenía miedo de ser yo mismo, pero ella me enseñó que la confianza lo era todo, que solo te equivocas cuando dudas de ti mismo.
<<Nunca intentes ser distinto, ser otra persona. No dejes que te digan que no eres suficiente. ¿Qué importa lo que vayan diciendo? Todo irá bien, muéstrales como brillas>> sus palabras eran como un mantra que repetía cada vez que dudaba para darme ánimos. Es curioso como hay personas que llegan en el momento justo, para darte ese empujón que tanto necesitas, para darte esa energía que cambiará tu mundo.
Aquel lugar se transformó en un punto de encuentro, un espacio donde poder expresarnos con total libertad. Con o sin ella, ese sitio consiguió sacar lo peor y lo mejor de mí. Mis visitas seguían repitiéndose, contaba con la ilusión de tropezarme con ella una última vez para declararle mis sentimientos, pero sobre todo, contarle como sus palabras habían sido el detonante para hacer estallar ese cascarón que me escondía del mundo. En unos días comenzaría mi proceso de cambio, y moría de ganas por compartirlo, era un gran paso del cual había formado parte.
Pasaron los años, mi vida había dado un giro de 180º, Elsa, aquella chica introvertida y desconfiada, que no encontraba sentido a la vida, había dado paso a Enzo, un chico extrovertido y confiado que había encontrado en la escritura una forma de vida, que utilizaba su experiencia para poner voz a aquellas personas que no podían. <<Aurora, si pudieras ver en que me he convertido... todo gracias a ti>>. A veces dudaba y tenía que recordarme los pasos que había tenido que dar para estar a gusto conmigo mismo y con mi cuerpo. Un viaje cuyo recorrido era una continua lucha por vivir para que mi identidad fuese aceptada y reconocida.
Por costumbre, cada vez que visitaba a mis padres, regresaba a aquella zona secreta que solo compartíamos tu y yo, soñando con volver a encontrarte. El paisaje permanecía intacto, en cambio yo era una persona totalmente diferente. El río seguía bañando el bosque, los pájaros surcaban el vuelo desde las copas de los árboles, y de vez en cuando algún que otro conejo aparecía corriendo entre los matorrales.
- Hola, pensaba que era la única persona que conocía este paraje - dijo una voz de chica tras de mí.
- Buenas, llevo viniendo aquí muchos años, aunque hacía tiempo de la última vez.
- ¿Nos conocemos? - me miró fijamente.
- ¿Aurora?... Soy yo, Elsa...bueno, Enzo.
- ¿De verdad eres tú? - daba vueltas alrededor de mí.
- Estuve esperándote mucho tiempo, pero nunca regresaste.
- ¡Guau!, sí que eres tú. Nunca podría olvidar esos ojos - se acercó y me abrazó - Perdóname, quise venir, pero tuve que irme a toda prisa y no pude despedirme...ni darte mi número de teléfono.
- No pasa nada, te eché mucho de menos, quería mostrarte mi nuevo yo... Todo lo que había logrado gracias a tu ayuda.
- Yo no hice nada, lo hiciste tú solo. Solo necesitabas un leve empujoncito. Pero mírate...
Y sin pesármelo dos veces la besé. Después de tantos años, los sentimientos seguían estando ahí, y esta vez no iba a perder la oportunidad que se me ofrecía. Ella me devolvió el beso, un beso que daba comienzo a una nueva vida juntos. Amar es un derecho humano y esta historia se merecía un final feliz, pero no todas las historias lo tienen.
Vivir es una gran aventura, más si formas parte de un colectivo que es discriminado continuamente, que sufre violencia física y verbal, con un alto índice de suicidios por culpa de esta sociedad que nos ahoga, nos oculta y nos oprime. Y esta aventura no tiene fin, pues tendrás que usar tu voz junto con la mía para hacernos más visibles y que nuestras realidades sean escuchadas y defendidas. Nuestra identidad se merece el mismo respeto y reconocimiento que la de cualquier persona.
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EL RINCÓN SECRETO
RomanceUn relato inspirador, sobre la importancia de la aceptación y del cambio, que escribí para un certamen literario. Es algo corto, pero intenso. Y ahora, forma parte de vosotr@s.