Prólogo:
Hace miles de años... cuando el hombre acababa de descubrir el rojo fuego que quema, arde, alumbra y da calor.... Cuando se aterrorizaba ante la furia de los elementos... cuando los animales de aquel entonces duplicaban y triplicaban el tamaño de sus cuerpos, y sus colmillos y el peligro estaba al acecho... cuando existían otros bípedos... similares a él... Se cuenta la historia de Calumaz... El Rey de los Huesos Rotos...Inicio
Calumaz se sintió sumamente incómodo. Estaba sentado en la cima de una pequeña elevación que sobresalía de la llanura y no había un solo árbol que le pudiera servir de sombra, ni uno solo. "Cosa más grande" pensó, mientras el fuerte sol lo martirizaba. Calumaz era alto, de buena musculatura, con la frente alta, de anchos hombros y mirada firme, su largo cabello negro le llegaba hasta media espalda y lo mantenía recogido firmemente con unos hilos rojos, muy comunes como los que había en la aldea, hechos de pelo de animal y teñidos con sangre. Calumaz estaba desnudo de la cintura para arriba, de su pecho colgaban varios collares con pequeños fragmentos de huesos de animales que había cazado. Para abajo vestía una especie de falda, hecha con pieles, esta falda le era muy ceñida en la cintura, pero aflojaba a medida que bajaba hasta las rodillas, de este modo permitía correr y saltar sin ningún impedimento.
¿Por qué tenía que estar de guardia él? ¿Por qué precisamente él? Después de todo era uno de los guerreros más fuertes de la tribu, él era quien había derribado solo al poderoso Gotar, aquel ser enorme y peludo de más de 4 metros de altura, con una cabezota enorme de la cual su nariz era alargada y se movía con una agilidad asombrosa.
En una de las cacerías coordinadas que realizaban, Calumaz se había dado cuenta que el gotar parecía haberse debilitado y desorientado cuando se le lastimaba esta nariz larga. Calumaz había aprendido eso, y se lo había enseñado al resto de la tribu, les había mostrado la manera de herirlo, la manera de cazarlo sin perder ningún miembro de la tribu. Sin embargo, el enorme animal no era, ni mucho menos, fácil de cazar. A pesar de ser un animal grande, era inteligente y de su boca, ubicada debajo de esa larga nariz, se hallaban dos enormes y aterradores colmillos que sobresalían cosa de dos metros y medio, rozando casi el suelo, entre ellos se movía su nariz, a la que llamaremos trompa.
Calumaz sabía que para poder herir al gotar en la trompa debía cuidarse mucho de esos colmillos, pues el gotar los blande con increíble rapidez, y muchos han podido comprobar esto personalmente, pues en las cacerías han muerto miembros de la tribu atravesados por estos gigantes colmillos.
"Si, definitivamente el gotar es un animal muy difícil de cazar" pensaba Calumaz "pero si solo los de la tribu me hicieran caso. ¿Por qué rayos nunca me hacen caso? Yo puedo ver cosas que ellos no ven, yo puedo advertirlos, yo puedo ayudarlos" ...
De pronto Calumaz pestañeó, había estado todo el tiempo mirando a la llanura cuando de pronto le pareció ver una sombra qué se deslizó tras un tupido arbusto.
La llanura que se presentaba ante sus ojos estaba matizada de tonos verdes, a la derecha se encontraba un bosque de frondosos árboles de anchas copas que rara vez permitían la entrada de los rayos del sol. El bosquecito estaba cortado por el medio por una especie de sendero que se adentraba en la espesura. Este era el Bosque de las Hojas, los ancianos lo habían llamado así porque el suelo siempre estaba lleno de hojas caídas. Al fondo del Valle Tranquilo, que era el nombre de la llanura donde se encontraba, estaba la gran laguna, la laguna del Pez Gordo, como la habían llamado. A la izquierda no había nada, solo llanura y más llanura, salpicada arbustos solitarios. Justamente detrás de uno de esos arbustos algo se había movido. Calumaz se puso de pie enseguida y entornó los parpados. El fulgurante sol aumentaba en intensidad y el resplandor provocaba reflejos en la superficie. Pero Calumaz estaba seguro de haber visto algo. Fijó aún más la vista. Lo vió lejos, como a trescientos metros de donde él se encontraba y a la izquierda de la Laguna del Pez Gordo. El animal había salido detrás arbusto, era bajo y rechoncho de al menos dos metros de largo, su nariz se parecía mucho a la del Gotar, pero era mucho más corta, su pelaje era marrón oscuro. Era un Sardon.
Pero había algo raro con ese animal. A pesar de ser bajos y rechonchos, los sardons tienen patas gordas que lo elevan un metro del suelo. Y los sardons pueden correr. Menos el que tenía en frente. Parecía no tener patas y se movía reptando como una serpiente.
"Que sardon mas raro ese" se preguntó Calumaz y comenzó agacharse para recoger del suelo la lanza, él quería investigar a ese sardon cuando oyó una voz a su espalda.
- CALUMAZ... CALUMAZ....- se oyó por la llanura. Calumaz se volteó y vio un hombre que corría hacia él y lo llamaba a gritos. Su voz hacía eco en todo el valle. Calumaz volvió a voltear y siguió mirando al sardon, que al parecer estaba muy concentrado en mordisquear las hojas del arbusto.
Entre tanto el hombre había llegado hasta donde estaba el. Era uno de los guerreros de la tribu, llamado Gos. Este era bajo y gordito, con una calva en la cabeza. Iba armado con una lanza hecha de madera con la punta quemada.
-Calumaz- dijo Gos- El consejo va a empezar dentro de poco, y Naros quiere que estés presente.
-Y por qué razón él ahora quiere que yo esté presente en el consejo, si fue el mismo quien la semana pasada me expulsó y me declaró Sucio- replicó Calumaz visiblemente irritado.
-Yo no soy quien para contradecir los deseos de Naros el Poderoso- contestó Gos- el en su sabiduría te retiró la condición de Sucio y te ha mandado a llamar, quiere que no faltes al congreso.
-A mira que bien, ahora resulta que ya no soy Sucio.
-Vengo a tomar tu lugar en la guardia del Valle Tranquilo- le informó Gos. Calumaz volvió a mirar a la llanura para ver al Sardon extraño por última vez. Realmente deseaba quedarse en el Valle Tranquilo, quería acercarse a ese Sardon, quería averiguar por qué no tenía patas. ¿Por qué ese sardon se arrastraba como una serpiente? No parecía un animal moribundo. El animal comenzó aproximarse a ellos.
-Calumaz- lo apremió Gos- debes irte. -Calumaz agarró su lanza de madera y se dirigió por el mismo camino de donde había venido Gos.
-¡MALDICIÓN!- exclamó Calumaz. Estaba muy irritado. A Calumaz no le agradaba Naros. Naros era el líder de la tribu. Hacía mucho tiempo, cuando Calumaz era un adolescente, la tribu fue atacada por feroces hombres, y Calumaz lo recordaba muy bien.
Les decía hombres, pero la verdad eran que estaban cubiertos de mucho pelo negro, era bajos, y sus facciones eran toscas, tenían una nariz muy ancha y los ojos muy juntos y eran bajitos, casi se parecían a los agiles Goris que trepaban por los árboles. Pero esos no era Goris, Calumaz recordaba cómo habían aprovechado la noche para atacar el campamento, como habían irrumpido en la aldea con tremendo griterío y armados de palos gruesos y arrojando piedras. Como todos los miembros de su tribu empezaron a correr asustados mientras los guerreros buscaban sus lanzas. Calumaz quiso correr también, pero cuando volteó solo le dio tiempo a ver un enorme cascote de madera frente a sus ojos. Y cayó.
Cuando se despertó le contaron como Naros, en ese entonces un guerrero, había logrado identificar al jefe de los atacantes y lo había matado. El resto de esos hombres-bestias al ver su líder muerto, se amedrentaron y huyeron dejando el campamento desolado. Desde ese entonces, Naros, por su valentía fue proclamado como el guerrero más fuerte de la tribu y se convirtió en el jefe, pues el anterior había caído abatido por seis de estos hombres-bestias.
Para Calumaz, Naros era un tirano, a pesar de que en la tribu lo declararon como el guerrero más fuerte y lo hicieron jefe, gobernaba a su antojo. Primeramente, tomó ocho mujeres para sí, cuando sabía bien que solo podía tomar una. Pero como era el jefe y protector contra los hombres-bestias nadie osó protestar. Otra de las cosas de las que se aprovechaba Naros era del botín de caza. Es costumbre en la tribu que luego de una caza el botín fuera llevado al centro y dividido a partes iguales entre cada hombre, que luego se encargaría de llevar esta provisión a su familia. Pero reclamaba como suyo cada botín y por tanto le correspondía, como jefe, una mayor cantidad. Además, expresaba que, como guerrero más fuerte, debía estar mejor alimentado.
"Mejor alimentado, si claro" se dijo Calumaz haciendo una mueca y siguió por un trillo que descendía de la colina donde se montaba guardia. Siguió caminando y a poco llegó al campamento.
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Calumaz. El Rey de los Huesos Rotos
Historical FictionEsta impresionante historia te llevará por aventuras y giros espectaculares que nunca te pasaron por la mente. Acompaña a Calumaz por sus aventuras... ayúdalo en sus peligros... y comparte sus sueños, su amor y sus deseos de descubrir un poco más.