Capítulo 2

1 1 0
                                    

Hoy comprobé que un día puede ser exactamente como te lo imaginaste. No hablé con nadie, pensé que alguien me hablaría aunque fuera por curiosidad pero al igual que muchas cosas que quiero, eso no sucedió. Una vez dentro la escuela parece más pequeña de lo que lo hacía cuando fui  a inscribirme, esa misma razón es la que hace que no termine de entender cómo me perdí y no supe llegar a mi salón, casi todos ya habían entrado al suyo y cuando me rendí me senté en una banca a… no lo sé, esperar morir lentamente, pero entonces alguien interrumpió mi lenta muerte cuando entró a la escuela y se me quedó viendo como si no hubiera nadie más a quien ver (no había nadie más pero no es agradable que se te queden viendo sin razón), sus ojos verdes me observaban y cuando pensé que me hablaría simplemente me señaló un mapa de la escuela que estaba pegado en la pared y siguió su camino.

 Los maestros tampoco demostraron interés en mí. Pero la peor parte fue ver como todos se iban con sus amigos y yo me quedaba sola. No me da miedo estar sola, cuando estoy sola. Me pone nerviosa que me vean estando sola.

Estuve observando a el que sería mi nuevo grupo por el resto del año. Fue extraño ver tantas personalidades diferentes juntas. No recuerdo a todos pero algunos definitivamente llamaron mi atención.

Mariana es una de esas personas. Fue imposible no verla, es del tipo de persona que impone su presencia, que tienes que voltear a verla porque sí. Después de verla durante mucho tiempo pensé que sería alguien a quien llegaría a admirar. Pero luego me di cuenta de que no debería hacerlo, no la conozco pero sé que mi mente estaba creando a una imagen perfecta de ella cuando no lo es. Aunque algo que podría admirar de ella y no me decepcionaría es su hermoso cabello negro. Brillaba y era tan largo, tal vez un poco más abajo de la cadera.

Apenas la vi supe que quería hablarle pero no me atreví a hacerlo, la parte de mí que comenzaba a admirarla no me dejó.

Otra persona a la que tampoco me atreví a hablarle fue a Cindy, que no puedo expresar por qué pero se me hizo parecida a Mariana, pero no en su presencia, de hecho no la había visto hasta que respondió a una pregunta cuando no estaba prestando atención. Puede que no recuerde bien la pregunta pero sí su respuesta.

—Las promesas son como cigarros. Las fumamos, las sentimos dentro, vivimos de ellas, pero poco a poco terminan matándonos. Cuando se han consumido las tiramos por ahí, sin más. Nos hemos cansado de ellas. Hay gente que vive de nuestras colillas, a veces nosotros somos los que vivimos de ellas y las encendemos una y otra vez solo para aspirar un poco de su humo y recordar cómo eran las cosas antes. Las colillas son los recuerdos, los restos de nuestras promesas, que se acumulan por el suelo y en nuestros pulmones. Creándonos el cáncer de la nostalgia cuando se han ido. Un cáncer que se extiende por nuestro cuerpo, destruyéndonos poco a poco. Dejándonos secos. Rotos.

Y quiero decir ¿cómo podría no haber llamado mi atención con eso? Pero la maestra parecía no haber entendido nada y estar demasiado cansada como para intentarlo. Los demás seguían con lo que hacían sin prestar demasiada atención y la única que parecía sonreír era Mariana. Aunque nunca se hablaron, lo que quiere decir que no son amigas. Es como si las dos transmitieran lo mismo. Algo que de nuevo, no sé qué es.

Tal vez la pregunta es ¿Qué sí sé?

Yo creo que nada.

Es mejor no entenderlo todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora