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Las suaves manos de Azriel cubrían por completo mis ojos, caminaba detrás de mi despacio, guiándome hacia un lugar que yo desconocía.
—¿Ya estamos cerca? —Pregunto curiosa. Habíamos caminado por aproximadamente seis minutos.
—Ya casi llegamos mi amor, ten paciencia.
Hoy era nuestro primer aniversario. Mis mejillas ardían de tanto sonreír, me sentía agradecida con Dios por haberme dado tanto. No solo tuvo misericordia de mi, sino que también premió mi vida con el perdón de mi padre y con el privilegio de poder tenerlo a mi lado.
Papá había decidido quedarse, y juntos abrimos una cafetería "Coffee & faith" con la ayuda de Jesús y de todos nuestros hermanos de la iglesia. Todavía sonrío cuando recuerdo lo mucho que nos divertimos pintando y remodelando el local, todos nuestros amigos ayudaron y le dieron vida a ese lugar, donde no solo puedes tomar cafe, sino que también puedes leer la biblia y formar reuniones para estudiarla.
Había sido idea de él, de ese maravilloso hombre que caminaba detrás de mi con sus temblorosas manos cubriendo mis ojos. Podía sentir el latir de su corazón debido a la cercanía entre su pecho y mi espalda.
Sonrío ampliamente y continuo dejándome llevar.
Me encantaba, cada día que pasaba me enamoraba más de él, éramos como dos piezas que encajaban perfectamente dentro de un rompe cabezas. Nuestra relación había florecido debido a lo mucho que ambos amábamos a nuestra roca, a nuestra ancla y guía.
Jesús.
Nuestra relación funcionaba porque ambos estábamos enamorados de quién nos había unido.
—Hemos llegado, quitaré mis manos pero no abras los ojos hasta que te lo pida —anuncia.
Una risita se me escapa por el tono nervioso de su voz.
¿Qué está pasando?
—Está bien.
Sus cálidas manos abandonan mi rostro y aunque muero de ganas por abrir mis ojos, obedezco y me mantengo quieta mientras los nervios se apoderan de todo mi cuerpo.
—Ya puedes abrirlos.
Lo que mis ojos presenciaron al abrirse, fue lo más hermoso que había visto en la vida. Azriel había preparado un picnic debajo de un gran árbol rodeado de flores, una manta de color blanco yacía en el suelo donde habían diferentes alimentos y pétalos de rosas esparcidas.
En medio de la manta estaban nuestras Biblias.
Mis ojos comenzaron a nublarse y sonrío queriendo llorar debido a la felicidad que abunda en mi pecho.
