—¿Qué te han dicho Dilah Du? —cuestionó una jovencita de tez blanca con unos ojos verdes y cabellera dorada, portando una túnica azul adornada de estrellas tornasol y lunas plateadas, acicalando su esbelta fisionomía, en su mano sostenía un bastón mientras que en su espalda una ballesta ligera, a la par de que tenía un pequeño morral colgando de su hombro, con unas orejas puntiagudas sobresaliendo de su cabello, sus facciones, eran muy finas, con un arete de pluma en su oreja diestra y en la izquierda uno de garra.
—¡Tengo que ir al volcán Adralar! Aline—respondió preocupado aquel de nombre Dilah Du, de piel morena clara con orbes café oscuros, su cabeza afeitada, una sotana blanca cubría su humanidad, la cual estaba adornada con hermosos hilos dorados que formaban la testa de un hombre con barba asemejando los rayos del sol y un ojo en su frente, un clérigo de Daldar, el dios del sol y los humanos; una armadura plateada se podía ver por debajo de su ataviado clerical mientras que en su espalda un martillo de guerra junto a un escudo metálico con el símbolo de su iglesia gravado en él.
—¿Pero a que tienes que ir? —preguntó una voz detrás de ellos dos haciéndolos voltear, encontrándose con dos amigos de ellos.
Un joven de cabello corto y una barba cerrada ambas de color negro, portando una armadura de metal completa, con una espada flamígera en su espalda, cubierto por una capa de ceda fina, con la imagen de una rosa en forma de espada a travesando la oscuridad, su fisionomía era muy musculosa, mientras que sus ojos eran de color café claro de los cuales irradiaba cierta tranquilidad y paz a todo aquel que estuviera cerca de él.
A su lado una jovencita de cabellera pelirroja peinada en trenzas y ojos miel, con orejas puntiagudas, pero con cierto toque humano en ellas, su piel coloreada por el sol, un vestido café claro la arropaba el cual también era revestido con una armadura gris de cuero tachonado, una lira de oro, con dos dragones sosteniendo las cuerdas posaba en su hombro, en su costado siniestro un estoque y en el diestro una ballesta de mano.
La mirada de los recién llegados se postró sobre sus compañeros, deteniéndose con mayor tiempo sobre el clérigo.
—Un portal de los once infiernos de Maldur ha sido descubierto después de una erupción hace unas semanas. Miles de diablos están saliendo de ahí causando calamidades a las comunidades aledañas al volcán, tengo que ir a sellar esa entrada, no puedo pedirles que vayan conmigo—dijo preocupado el sacerdote observando a sus compañeros.
—¡Pero Dilah Du! No es que nos pidas, es que iremos—comentó el caballero.
—¡De ninguna manera Adrilar !—comenzó a decir el clérigo, pero era interrumpido.
—No hay nada que puedas decir o hacer Dilah, somos un equipo, lo hemos sido por años, ya casi una década ¡No pensamos dejar de serlo por esto! —dijo la fémina de la lira.
—Pero Mealia, esto puede ser de vida o muerte, más probable la segunda por la magnitud del problema—señaló con cierto enojo el humano.
—¡Pues te acompañaremos quieras o no! —exclamó una voz detrás del caballero el cual se hacía a un lado, dejando ver dos nuevas figuras que se habían unido a la plática.
El de la voz era un joven de facciones muy finas, con orejas que terminaban en punta hacia arriba, sus ojos azul eléctrico, muy penetrantes pareciese que perforaban el alma de quien los viera, su cabellera era güera y un tanto larga hasta la barbilla con un cuerpo esbelto pero sus músculos marcados, estaba vestido con una armadura de cuero tachonado adornada con hojas de diferentes colores que cambiaban de tonalidad con los rayos del sol, un pantalón café verdoso cubría sus piernas, mientras que en su espalda un arco compuesto, que, en la empuñadura tenía un agarre como si de lianas se tratara, la parte superior e inferior tenía ramas pintadas en bajo relieve, mientras que la cuerda brillaba con el gran astro rey, despidiendo ciertos tonos arco iris de ella, su carcaj estaba llena de diferentes flechas desde azules, verdes, platas y una que resaltaba sobre las demás de color dorado, en su cinturón estaba una cimitarra que parecía estar siempre en llamas sin lastimar al elfo.
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Una historia antes de dormir
FantasíaMagia, espadas y demonios es lo que contiene este pequeño cuento. Una madre le relata sobre las aventuras de unos heroes a su pequeño hijo antes de que este se duerma Valentia, gallardía, amor, bondad y acción mucha acción. Todos derechos reservados...