El beso del adiós

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Lindrel y Leira corrían con seguidos por lo que parecía ser Aline.

—Ya casi llegamos, estamos muy cerca de donde entramos—decía Lindrel –Apresúrate Aline—pero cuando volteaban a ver veían la silueta detenida y les dirigía una mirada de tristeza.

De sus labios salía la voz de la maga, pero se iba disipando la figura frente a ellos.

—Lo lamento amigos, no podía dejar a los demás atrás, ustedes tienen mucho por lo que vivir y pelear, nosotros esto es todo lo que tenemos, deben entender que fue mi decisión permanecer con Dilah Du y Adrilar, para poder darles la oportunidad de escapar a ambos, los dos se aman, jamás había visto un amor tan poderoso como el de ustedes. Leira, creo que es hora de que le digas todo a Lindrel y tu elfo no te vayas a enojar, ella te ama y lo hizo por qué no te podía dejar solo en estos momentos...vivan por nosotros...jamás nos olviden—decía la imagen ilusionaría de la maga, desapareciendo en el aire.

Los ojos de Leira se llenaban de lágrimas mientras que Lindrel la abrazaba contra su pecho –Lo hicieron por nosotros, su sacrificio jamás será olvidado... Pero ¿qué es lo que me tienes que decir? —decía por primera vez preocupado en su vida el elfo.

La humana se despegaba de él y lo veía a los ojos tomando su mano y la dirigía hacia su vientre poniéndola en ella.

El elfo quedaba helado cayendo en razón por qué había estado tan cansada antes su pareja, por fin captaba la razón de todo.

—Estas embarazada...— decía con cierto brillo en sus ojos de felicidad.

—Sí, es tuyo, eres el único hombre que me ha tocado en ese aspecto...no quería decirte antes por miedo a que te enojaras y me prohibieras venir—decía la ladrona.

—No estoy enojado y no te hubiera podido prohibido haber venido, nos hubieras seguido a pesar de todo, te conozco muy bien Leira, pero ahora tenemos que salir de aquí con mayor razón—tomaba la mano de la chica –Ya habrá tiempo de discutir esto—y continuaban su ascenso por las escaleras hasta llegar a donde se suponía que estaba la entrada, pero había desaparecido

—La entrada estaba aquí—decía frustrado el montaraz mientras una mueca de desesperanza se dibujaba en el rostro de Leira y se llevaba su mano al vientre.

—Tenemos que salir de aquí Lindrel, quiero tener a este bebe en mis brazos, quiero que podamos formar una vida lejos de todo esto con el—

—La encontraremos amor mío lo haremos—y con ello continuaban subiendo las escaleras, lo hacían por lo que parecía horas hasta llegar agotados a una puerta en la parte superior del volcán.

La ladrona tocaba la puerta tratando de cerciorarse que no hubiera ningún tipo de trampas en ella.

"No hay trampas ahí humanas, entren para poder acabar con ustedes" escuchaban una voz femenina en sus mentes "Vengan, Virdelia los espera" y la puerta se abría dejando ver una habitación con un trono de piedra volcánica con incrustaciones de oro y otro tipo de piedras preciosas como amatistas, ágatas, esmeraldas y demás.

Sentada en el trono estaba una mujer de gran belleza, tez blanca con ojos de color negros, cabello del mismo color y dos cuernos saliendo de la parte superior de su cabeza, estaba apenas cubierta por una túnica que permitía ver su torneada figura, una cola en forma de tridente salía de su espalda baja, al igual que unas alas de color negro con plumas de su espalda superior.

—Por fin puedo ver lo que queda del grupo de aventureros que ha osado entrar a los dominios de mi señor Jerdelak, muy estúpido de su parte hacerlo, a pesar de haber destruido el portal eso solo nos retrasara unos momentos, mientras que sus vidas serán destruidas en vano—decía tranquilamente la diabla frente a ellos.

Una historia antes de dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora