Capítulo 3

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El plan

Damien

Exhalo el humo del cigarrillo y me concentro en los soldados corriendo por el campo de entrenamiento. No acostumbro a venir aquí, pero el que Philippe intente arruinar mis planes me obliga a hacerlo.

Me giro para mirar a mi madre sentada frente al escritorio de su esposo. Le doy otra calada al cigarrillo en busca de encontrar la paciencia que no tengo para estas situaciones.

—Dile que venga.

—Dijo que venía en seguida.

—No tengo su tiempo.

Suelta un suspiro como si la exasperara demasiado con mis cosas repentinas y lo cierto es que sí, pero no me importa en lo más mínimo.

—Como no venga en dos minutos...

No termino de decirlo cuando el comandante entra por la puerta, y cierra la misma de un golpe.

—No vengas a fastidiarnos a tu madre y a mí con tus caprichos absurdos.

Apago el cigarrillo en el cenicero que hay en el escritorio y lo miro sin ningún tipo de sutileza.

—Me los voy a llevar a la empresa y se van a quedar allá hasta que yo lo disponga.

—¿Para qué demonios los quieres allá?

—Ese no es tu asunto.

Se pellizca el puente de la nariz y se deja caer en su silla.

—Damien, no puedes arruinar todo lo que tienes ganado por...

—Ahórrate el discurso barato.

—Hablo en serio.

—Yo también. Si te estoy diciendo que se van a la empresa hasta que yo lo disponga se van. Además te recuerdo que fui yo quien hizo hasta lo imposible por traerla devuelta.

—Sí, porque quieres saber que hace y que no, y te reitero que el que andes con idioteces va a costarte el no ser el dueño de la empresa que domina todo el maldito mercado de armas. Te ha costado mucho y sabes que es importante para el comando porque...

—No se me olvida.

—Pues pareciera que sí. ¿Cuántos años tienes, Damien? ¿Ocho? Déjate de juegos y lo que sea que quieras hacer con Anastasia déjalo de lado.

Esbozo media sonrisa amarga.

—No es tu asunto, Philippe. Y no te estoy pidiendo permiso, te estoy avisando que me voy a llevar al lame botas y Anastasia a la empresa y ella va a volver a su antiguo cargo cuando yo lo disponga.

—Solo vas arruinar las cosas.

—Es mi problema.

—¡No, es problema de todos!

Me río sin ganas. Le encanta que le eche las cosas en cara.

—Si es problema de todos encárgate tú de Melanie.

Eleonor se mueve en el asiento. Nunca se mete cuando discuto con Philipe.

—Hablando de Melanie, ya va siendo hora que le des un mejor cargo.

—Le gusta ser mi asistente. Y asiste bastante bien —me mira mal porque sabe a que me refiero—. Ahora voy por lo que me importa.

Salgo de la oficina con los guardaespaldas y Philipe detrás. Sé exactamente a dónde voy así que no tardo mucho en llegar a mi destino.

No me sorprende encontrarla pasando un dedo por los arcos y las flechas. Está tan absorta que no se da cuenta de mi llegada y no digo nada, me quedo mirándola como un maldito acosador. Igual no duro mucho tiempo observándola ya que Philippe se aclara la garganta ruidosamente haciendo que ella se gire en seguida hacia nosotros.

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