Cupcake

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—¿Izuna, qué rayos haces?

Izuna estaba tremendamente ocupado arreglándose a sí mismo. Y, claro  no habría ningún problema con ello, de no ser porque en lugar de estarse colocando reluciente, tendría que estar atendiendo a toda esa — ya un poco larga — cantidad de personas que hacía fila ese fin de semana para ser atendidas. 

— ¿Qué no ves? — preguntó con obviedad moviendo con sus dedos su destellante cabello hacia atrás. Dándole "accidentalmente" a Obito en toda la cara.

— Sí, veo. Estás muy ocupado allí haciendo nada — se quejó el mas chico.

Izuna dio un suspiro y dejó su lápiz delineador a un lado. Observó por un tiempo a Obito, cambiando de un gesto a otro en lo que recorría su rostro. Tomó con sus manos los cachetes de este y comenzó a amasarlos, fruncía el ceño mientras intentaba organizarlos un poco, pero al parecer Obito no tiene arreglo.

— Obito, mi pequeño Obito — comenzó con uno de sus discursos que Obito seguramente ya sabía de memoria — ¿Qué no ves que para ser un buen vendedor debes saber venderte a ti mismo también? — continuó mientras recorría con los dedos su rostro — Si quieres yo puedo ... ya sabes, darte una mano — pronunció con un aire solemne.

Obito lo observó como un lunático y se encargó de quitar las manos de Izuna de su rostro. Aunque relativamente era un tacto suave y casi delicado, Obito estaba completamente seguro de que su jefe iba echarlos del trabajo sin consideración alguna por estar teniendo charlas sobre belleza mientras que la gente esperaba molesta en la fila.

— No es como que vendas más que yo de todos modos — dijo el menor quejándose.

Izuna hizo un gesto de sorpresa, y sus manos viajaron a su pecho haciendo una pose bastante dramática. Obito al ver esto torció los ojos, pero por más molesto que estuviera su aire juguetón nunca lo abandonaba, y por ello ... tuvo una gran idea.

— ¡Izunaa! — gritó de la nada, haciendo sobresaltar al pobre Izuna que había retomado su anterior actividad, y que por el grito de Obito, ahora tenía una línea atravesando su ojo de arriba a abajo.

— ¡Obito! ¡Cuántas veces crees que te he dicho que mientras estoy ocupado no grites de esa manera! — le riñó Izuna.

Obito, ignorando completamente el regaño de su compañero de trabajo se puso al frente de Izuna con una gran sonrisa recubriendo su rostro.

— ¡Izuna! ¡Izuna! — repitió el menor — ¡Hagamos una competencia de quién vende más? ¿Sí, Sí?

Izuna, el cual al fin estaba por terminar su arduo trabajo, volteó a ver interesado. Sí, esa era una excelente idea para mostrarle a ese niño el por qué que ya le había explicado antes. 

— De acuerdo — aceptó el reto sonriente. 

— ¡Ja! Yo de ti no sonreiría tanto — exclamó el menor. Y, en un santiamén ya estaba frente al mostrador de la repostería — ¡Si te demoras es tu tiempo no el mío! — gritó desde afuera.

Izuna maldijo en voz baja y se apresuró a guardar todas sus cosas en el pequeño bolsito que tenía destinado para ellas. Luego de colocarse el delantal — que claro no era el oficial — Porque Izuna nunca aceptaría un delantal tan insípido y poco bonito como ese, corrió hacia su lugar y comenzó a atender a la gran fila de personas.

Su primera cliente era una señora acompañada de dos niños. La señora parecía a punto de estrellar su mano en el rostro de Izuna, pero este con una sonrisa de lo más amable y palabras suaves logró tranquilizarla un poco. Le regaló algunos globos a los niños, los cuales los tomaron bastante felices.

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2021 ⏰

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