Capítulo 6

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El profesor de Matemáticas continuó hablando de un tema que él, más o menos prestaba atención, ansiando el correr de los minutos para liberarse de la detestable clase. Sobre todo, porque la vista de alguien insípido lo estaba viendo desde la otra esquina del salón desde hace rato, generándole impaciencia.
 
—Como si yo tuviera algo importante en la cara —masculló para sí mismo.
 
—Joven Kim —obtuvo la seria atención del profesor—. Por favor, no se distraiga.
 
JongDae se abstuvo de blanquear los ojos más que mover su mandíbula con molestia, y se acomodó mejor en su asiento, importando poco si incomodaba a su compañero de al lado, de quién no estaba muy seguro del nombre.
 
Cabe destacar que a pesar de entablar con JunMyeon, después de la golpiza, JongDae no se montó por ser demasiado sociable con los demás. Y aunque Park ChanYeol resultó bastante afectado, mejoró a la par que él, aunque un par de veces lo pescó renguear, y los rastros de golpes quedaron como cicatrices en su rostro.
 
Disfrutó mucho cómo quedó “el tronco parlante”.
 
El punto es que no se volvieron a dirigir la palabra, y ninguno supo más de cada uno, a menos que se escucharan habladurías de boca en boca entre los internos. Pero por la obvia distancia que se implementó, también significó que los profesores tuvieran la vista fija en ambos; como hace unos segundos, temían que ambos volvieran a los puños. Lo cual, era muy poco probable. JongDae hacía el esfuerzo posible de estar en calma, porque para hacerse mala sangre, existía su padre, aunque moría de ganas de hacerle trizas en sus momentos de ansiedad.
 
Él podía ignorar a Park. Y lo hacía. Sin embargo, comenzó a odiar esa mirada de perro arrepentido que transmitía por unos segundos cuando cruzaban miradas. Ugh. Era tan repulsivo que lo cabreaba bordemente, imaginando que en vez de lanzar un puño, lanzaba un putrefacto pastel de mierda sobre su rostro.
 
Si… Eso lo veía fantástico.
 
Sonrió por inercia ante la secuencia vaga del solo pensarlo; y continuó escribiendo detalles que el profesor dio en la pizarra.
 
Lástima que la frescura liviana de su imaginación se esfumara.
 
Cuando acabó la clase con el retiro del profesor, acomodó sus cosas y sin esperarlo, ChanYeol se acercó mientras el salón se liberaba. Y entonces, Park se animó a pedirle disculpas, dando sus razones y motivo de lo que lo llevaron a hacer. No era del otro mundo, tratándose de amenazas, criterio, y sobre control de los tipos de cursos más grandes a cargo de tirarse a los recién llegados.
 
Pero JongDae se limitó a responder con una mueca aburrida, viéndolo indiferente e incrédulo.
 
—Discúlpate contigo mismo —optó decir y se puso la bolsa al hombro—, por ser tan hijo de puta y rebajarte al nivel de esas basuras. Porque así como mentir y engañar, no cuesta mucho defenderse a golpes por más que escupas sangre.
 
Las miradas permanecieron por unos segundos, con semblante firme. No obstante, ChanYeol, con la barbilla temblorosa —quizá de impotencia— y el brillo en los ojos, dieron un claro mensaje; el arrepentimiento, el dolor de haber perdido una buena compañía, quizá.
 
JongDae, a fuerzas diminutas, estuvo a punto de considerarlo un primer y considerado compañero, lástima que aquel tuvo que cagarla muy feo.
 
Terminó por retirarse cuanto antes del salón para continuar con las actividades, importando poco si escuchó el duro trago de la garganta del grandote.
 
Más tarde luego de cenar con una notable comida a gusto, al son de los choques de los cubiertos, y la presencia de JunMyeon haciendo eco, se mantuvo relajado.
 
Se sentió extrañamente liberado por lo acontecido, y con ello respondió en lo que podía con mejillas llenas de carne y arroz a la charla que mantuvo con aquel. Sin embargo, si era bueno sentirse de ese modo, la necesidad de pasar rato en la azotea a solas lo llenó, dejando en vista de querer alejarse. Por eso, en cuanto se retiró del comedor, compartiendo otro par de palabras, ambos fueron a sus respectivos cuartos y en un dos por tres, se cambió poniéndose ropa cómoda a prisa, dirigiéndose a la azotea con una chamarra puesta.
 
La azotea del pabellón de los cuartos no era como la del otro pabellón, pero podía sentir el aire fresco, y ver hacia arriba el cielo plagado de puntos brillantes en esa noche despejada de finalización de lunes. Le resultó magnífico los segundos de soledad, silencio, apreciación de la brisa fresca chocar contra su cara, moviendo sus cabellos largos que a veces debía despejar de su frente hacia atrás para que no le chocara tanto en sus pestañas. Esas hebras con el teñido desgastado por encima, pero que ya no le importaba como se viera, con tal de ser él mismo, manteniendo sus manos tibias dentro de los bolsillos.
 
La calma perduró al punto de decidir acercarse al ras del borde grueso del paredón que rodeaba la azotea, apoyando sus codos. Observó a los alrededores como cualquier otra noche en su escapada o en compañía de “Conejo Blanco”, y por un momento, se permitió estar en trance con el anhelo de volver a sus días cotidianos cuando se quedaba en su cama o salía a tontear por ahí con JongIn y LuHan, riendo de cualquier estupidez y babosada. Entonces, se preguntó si se encontrarían bien esos dos, echándolos de menos, porque no sería sorpresa si no los volvía a ver después de esto.
 
Unos segundos después mientras recordaba, no tardó en percibir la presencia de alguien más en la entrada cuando sus orejas se movieron con un tic. Pero optó por restarle importancia, manteniéndose en la suya, y solo pudo oír los pasos sin prisa hasta ver de reojo el cuerpo posicionarse a su lado, rozando los brazos, codo a codo.
 
—Te aburriste demasiado con mi cantaleta, ¿no?
 
No se hizo problema pese a sentir el ligero y diminuto cosquilleo gracias a él, Kim JunMyeon, y por inercia tragó saliva, con una mueca lineal en su boca, vacilante.
 
—No —le respondió, aunque admitiera lo contrario en uno de sus arranques mentales—. Fue interesante saber que eras de los niños que comían tierra del jardín de su casa.
 
No se miraron a los ojos. Pero JunMyeon dejó salir una baja risita.
 
—Y tú, un niño muy amable en saludar y despedir a los señores del camión de basura.
 
JongDae se vio inevitablemente relajado pero entretenido, sonriendo.
 
Sin querer se le había escapado esa anécdota, cuando de niño solía hacerlo por inercia desde el balcón de su casa y aquellos señores, también saludaban desde el camión.
 
Recuerdos vagos, sencillos, pero que de algún modo fueron momentos que lo hacían ver como un niño feliz. Y era feliz.

"Aliado de gracia" © || SuChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora