IV

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-¿podemos ir?

Preguntaba sumido en sus pensamientos el chico al Darkin mientras preparaba una sopa que se calentaba en el fogón de la cocina a leña de aquella antigua cabaña en la que se quedaban. Rhaast se quedó callado pensando en que responder, mirando preocupado de reojo al chico y luego al suelo, triste. Hace mucho que no se topaban con aquel sitio, pensó que al fin había conseguido que el joven superara sus traumas pero al parecer no era así, tampoco podía hacer mucho al respecto, tan solo esperar que el llevarlo allí lo ayude a sanar.

-Esta bien.

Shieda sonrió levemente y sirvió la sopa de tomate, sabía que el Darkin no necesitaba comer, pero también sabía que este, por algún motivo, disfrutaba mucho la comida que le preparaba. Ambos comieron tranquilos o eso parecía, ya que Kayn estaba inquieto por ir al templo de las sombras. Cuando terminaron el chico no quiso esperar más y tomó del brazo al más alto llevándolo afuera, apresurándose los primeros metros y luego tomando un ritmo más suave. La roja criatura lo seguía de cerca con una expresión de preocupación, el humano se veía tranquilo y emocionado, pero sabía bien que no duraría mucho tiempo más así.

Finalmente habían llegado, el mayor se quedó un momento a apreciar el sitio pero Kayn se apresuró a intentar abrir las grandes y pesadas puertas, Rhaast con un suspiro se acercó y con su fuerza descomunal empujó sin problema ambos pedazos de madera añejos con pintura que se descascaraba y moho en sus grietas.

Caminaron lento por el camino principal de piedras, el resto era césped largo y las paredes que rodeaban el templo estaban cubiertas en algunas enredaderas. Entraron al lugar que tenía un aroma a humedad y se escuchaba una gotera que hacía eco por el oscuro y malgastado templo. Shieda se acercó al centro del gran lugar hecho de jade y allí había una fuente de agua con algunos peces que nadaban lentamente, en el centro de la fuente había una pequeña isla con un bonsai de tamaño medio, y al lado del tronco, sobre el césped, estaba el yelmo de quien había sido su maestro. Kayn se quedó observándolo perdido en sus pensamientos, su mirada reflejaba su melancolía y Rhaast, sabiendo siempre lo que pensaba, se extendió a tomar el casco y pasárselo a su único acompañante, quien lo tomó entre sus manos con la mirada perdida. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos cayendo en el frío metal y ya no lo soportó más, cayó al suelo rompiendo en llanto, su voz se quebraba y las lágrimas no dejaban de salir. Los sollozos sonaban lastimeros por todo el lugar y rhaast, sin querer interrumpirlo, permaneció mirándolo.

-Zed...

Consiguió pronunciar entre su incesante llanto, abrazando con fuerza el yelmo contra su pecho y sintiendo su garganta doler por el amargo sentimiento que todo le generaba. Lloraba sin consuelo y sentía su alma quebrarse una vez más hasta que Rhaast se agachó a su lado y lo abrazó acurrucandolo entre sus brazos, acariciando su cabello mientras el chico sollozaba en sus brazos.

-Perdón...

No recibió respuesta y tampoco la esperaba, tan solo se quedó consolándolo por lo que restó de tarde.

Eternidad (Rhaast & Kayn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora