VII

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Para Kayn, quien confiaba plenamente en Rhaast, el darle un cuerpo al Darkin sería la forma más pura de demostrarle su afecto y confianza, quería darle la libertad que tanto anhelaba y el chico deseaba su compañía más allá de una simple arma parlanchina.

Oh pobre e iluso Kayn que pensó que un demonio milenario podría ignorar la ira y sed de destrucción que llevaban atormentandolo por siglos. De cualquier forma el error ya se había cometido, Rhaast salió al mundo por primera vez en mucho tiempo y lo primero que hizo fue ver al noxiano. Lo observó acercándose a él lentamente y entonces lo tomó por el rostro con suavidad y sonrió para sus adentros; al fin podía sentirlo, podía acariciar su piel y el chico le sonreía de vuelta. Jamás se olvidaría del primer instante en el que pudo tocarlo, o de cómo le sonreía con auténtica e inocente felicidad.

Pero entonces llegó el ser que más odiaba a interrumpir, se notaban sus intenciones hostiles y en cuanto Zed se lanzó contra él Rhaast no dudó en contraatacar y agarrar su cabeza arrancándole el yelmo lejos con sus grandes garras y enterrándole estas en la nuca para luego atravesarlo con estas por el pecho.

Por un momento todo fue silencio, Kayn veía la escena horrorizado y para Rhaast todo iba demasiado rápido, la adrenalina invadía su sangre y junto a ella la ira. No tardó en tirar el cuerpo e irse corriendo a por el resto de la orden.

Shieda no procesaba lo ocurrido y permaneció allí, lento se acercó al cuerpo inerte de su maestro y cayó de rodillas a su lado, tocó con la yema de sus dedos su rostro ignorando toda la sangre que brotaba de su pecho y lo miró, miró aquellos ojos rubis que siempre brillaban cada que lo veían pero ahora no había nada, estaban apagados y podría jurar que perdieron su color.

Cuando entendió lo que había ocurrido rompió en llanto abrazándose al cuerpo de su maestro, su compañero, su amor.

Porque así era, Kayn amó a Zed como a nadie nunca, su pérdida significó la caída del mundo de Shieda, su corazón se rompió en mil pedazos y su mente se resquebrajó.

Lloraba sin poder detenerse, soltó un grito agonizante de dolor que se escuchó en todo el lugar y junto a él, la era Darkin había empezado.

Eternidad (Rhaast & Kayn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora