Su respiración inundaba cada habitación y cada pasillo de aquel castillo abandonado.
Caminó entre pilastras derruidas, pinturas carcomidas y huesos blanqueados esparcidos por el suelo. Eventualmente se topaba con los despojos aún sanguinolentos de algún animal desdichado que había sido muerto en tiempos no tan recientes; siempre acompañados por ese particular olor a mortandad y... algo más, un tinte casi dulce flotando entre el nauseabundo hedor.
-Viene en luna llena, a comer- un susurro se esparció en todas direcciones.
Una vez hubo sido alcanzada por la siniestra voz, su cuerpo se estremeció con el más profundo temor que jamás hubiese sentido.
Entre escalofríos, Silvia se aproximó a un muro cubierto por un hermoso relieve en torno a una pequeña puerta, labrado directo sobre una gran losa de roca que cubría la totalidad de la vista. El esplendoroso trabajo no parecía haber sido afectado por la decadencia que reinaba en el castillo.
Atravesó la pequeña boca que se abría en el muro, una entrada hacia una sala contigua. Observó la imagen con miedo. Una gran tumba, un féretro de granito solido con la figura de una mujer tallada en la tapa. Una Hermosa estatua representando a una bellísima mujer.
La cubierta a medio abrir mostraba una parte del interior y a un lobo saliendo con una masa goteante en el hocico. Pasó a su lado como hipnotizado, abandonando la sala sin prestarle atención.
Al fondo de la cripta, un nuevo relieve mostraba la imagen de la misma mujer, está vez embazada, abrazada y cubierta por la capa de un hombre de porte noble. Claramente no era un rey ni un príncipe, pero la magnificencia relatada por la roca lo hacía parecer uno. Por encima de la ilustración se leían una serie de palabras grabadas a fuego sobre la roca, escritas en un idioma y un alfabeto ajeno a cualquier otro conocido. Cada una de ellas estaba compuesta por un máximo de tres letras.
Comenzó a leer sin entender cómo es que comprendía ese extraño lenguaje.
-Cuando un lobo cruce la tumba de la doncella, una joven embarazada que murió antes de tiempo, devorará su corazón y su hígado, maldiciéndola. El bebé seguirá prosperando en el vientre. Cuando crezca lo suficiente se abrirá paso, solo que ya no será humano, sino un monstruo.
Un grito agudo y doloroso cimbró el castillo, derribando algunas losas del techo y desequilibrando a Silvia.
Se irguió con dificultad sosteniéndose de la polvorienta pared.
Un par de manos húmedas la sostuvieron por los hombros, solo logró ver los dientes deformes antes de que se lanzaran sobre su rostro.
~
Silvia se despertó en su cama, estaba sola y la única luz de su habitación se colaba a través de las blancas cortinas de la ventana. Esa noche, la luna irradiaba una luz azulada, dotando al cálido ambiente de un ilusorio aspecto frío.
Se sentó en la orilla de la cama, el sudor le cubría la cara y el cuello, tanto que incluso algunos mechones de su rubio cabello se encontraban empapados, pegados a la piel.
Posó la mano sobre su apenas abultado vientre. Al levantarse, fue directamente caminando hasta la cuna de su pequeña hija. La niña de apenas dos años descansaba tranquilamente bajo las delgadas sabanas. La Madre acaricio su cabello rizado y de la misma tonalidad que el suyo.
Su piel le parecía demasiado blanca y con aquella luz era difícil saber si estaba pálida o no. Tocó sus mejillas, reconociendo la calidez natural en ella. Parecía estar completamente normal. La única que se sentía enferma era ella.
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El Jardín de las Recolectoras
HorrorExisten múltiples criaturas que se alimentan de las almas y las usan como ladrillos para construir sus retorcidos mundos. Desde los orígenes de la humanidad siempre hubo héroes capaces de enfrentarse a estas criaturas. Guardianes participando como l...